Me dejaré seducir por tu relato

Es un San Jordi, muy distinto, sí, pero siento la fiesta dentro de mí y no quiero renunciar a ella. Dejo la ventana a la que me había asomado para descubrir la primavera y miro a mi alrededor en busca de mi gran tesoro, los libros 
 

23 abril 2020 07:00 | Actualizado a 27 abril 2020 10:02
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Tú, yo, todos, encerrados día tras día, aguantando estoicamente el paso lento de las horas, soportándolo como mejor se pueda, y cada uno a su manera. Trabajando, leyendo, escribiendo, haciendo ejercicio, yoga, viendo películas y series, cocinando… haciendo de todo. Sonriendo por fuera y sufriendo por dentro, por las victimas, los sanitarios, los trabajadores esenciales y nosotros mismos ante la incertidumbre económica y de país, de mañana.

Miles de víctimas, de familias destrozadas, de luto, escuchando discursos, viendo noticias, intuyendo grandes desesperanzas en quienes han perdido el trabajo, y mucho dolor en todos. A pesar de ello seguimos aguantando el encierro, no voluntario, impuesto y sin fecha de caducidad, todo vivido con comprensión, resignación y eficacia por el bien común.

Van pasando los días y las semanas y los proyectos quedan en suspenso, reuniones de trabajo, asociativas, encuentros que no se realizan, todo interrumpido, aparcado o perdido. Las conmemoraciones multitudinarias siguen el mismo camino de las cosas frenadas, ya sean sociales, familiares o populares, ninguna de ellas tiene razón de ser en estos momentos de encierro total, y no sabemos hasta cuando.

Son los de casa, los de siempre, sin ninguna novedad de este año en papel, que es como me gusta leerlos, siento que los necesito con intensidad y me acerco a ellos

Y a mi algunas de las celebraciones anuladas, me importan muchísimo más que otras y aunque entiendo que confinados solucionaremos antes esta pandemia que asola al mundo entero, me duele en el alma que no se puedan celebrar. Por eso hoy levanto mi voz con gran tristeza y poca resignación, siento que me han arrebatado una gran ilusión, una interacción con la gente con lo que sueño año tras año, siento dentro de mí que me han robando el mes de abril, como dice la canción.

Tras los cristales de la ventana de mi confinamiento intuyo la primavera, esa de la que este año no disfruto. Pienso en colores vivos, olores intensos, flores que estallan llenas de vida, buscadas por las abejas que chupan el polen con intensidad, calles llenas de hermosas mujeres con alegres vestidos, estilosos escaparates que resplandecen e impregnan de belleza la ciudad. Lo sueño, lo conozco de otros años, lo tengo en la memoria, fuera de casa seguro que todo está lleno de vida, de esperanza, de continuidad, de plenitud y de futuro.

En el centro mismo de la primavera hay para mí una fecha sugestiva, que hoy añoro, que me cautiva desde pequeña, cuando cogida de la mano de mis padres, iba a mirar las paradas de la Rambla, todas llenas de libros y de rosas: San Jordi, la fiesta de los escritores, los lectores, los editores, los floristas y los enamorados. Todos intercambiamos rosas y libros, sonrisas y complicidades y nos encontramos en las plazas y calles con la alegría y la emoción más viva.

Cientos de novedades literarias asoman a la calle, de autores noveles, otros de consagrados, otros mediáticos, que al final son los más vendidos, todos apostando por llegar al lector ávido de elegir la mejor opción. Personas deambulando de parada en parada, de librería en librería para encontrar ese libro tan especial con el que hacer sonreír a quien lo va a recibir. O ese otro libro de un autor al que se le sigue la pista desde hace tiempo, o ese otro del que todas las revistas culturales hablan de él. Cultura a raudales y a pie de calle, para todos los gustos, edades y economías. Libros para todos, es la gran fiesta de la cultura.

Hoy eso queda lejos, sin entrevistas que nos cuenten las particularidades del libro de cocina con más recetas, del diario de un viajero que da la vuelta al mundo, en bicicleta, a pie o en globo. Todo ha quedado deslucido e invisible, este mes de abril no brilla como siempre, la cultura no es un bien esencial y no estará en la calle.

Tampoco sentiré el roce en la mejilla, el apretón de manos, el aroma de la rosa regalada con la nota escrita, el beso en los labios. Todo me lo he de imaginar, lo he de buscar dentro de los recuerdos, de los de antes, sensaciones que llenan la vida, que añoro y con los que no me podré deleitar.

Es un San Jordi, muy distinto, sí, pero siento la fiesta dentro de mí y no quiero renunciar a ella. Dejo la ventana a la que me había asomado para descubrir la primavera que ya está en la calle y miro a mi alrededor en busca de mi gran tesoro, los libros. Son los de casa, los de siempre, sin ninguna novedad de este año en papel, que es como me gusta leerlos, siento que los necesito con intensidad y me acerco a ellos. Escudriño en las estanterías donde están los libros de historia, de relatos, de biografías, de novelas y sonrío. Grandes joyas, que me acompañan, me distraen y me hacen siempre muy feliz.

Este año no compraré libros en las paradas de la Rambla, alguien ha decidido que la cultura no es esencial, tampoco tendré un espacio y un horario en las librerías para firmar mis libros, nadie me regalará una rosa y me besará los labios. No, este año no viviré San Jordi en la calle. Lo haré en la soledad de mi casa, con el mejor de los tesoros, los libros, y me envolveré con la complicidad de un autor que me susurrará al oído sus sentimientos, llenará mi espíritu con la belleza de sus palabras y en la intimidad de mi alcoba me dejaré seducir por su relato.

*Núria Gómez Granés, periodista y escritora. 

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