Animales de costumbres

18 junio 2022 12:14 | Actualizado a 18 junio 2022 12:15
Josep Moya-Angeler
Comparte en:

Los buenos jinetes dicen al corcel «vamos a casa» y el noble bruto toma el camino adecuado sin necesidad de que usen las riendas. El niño pide cada noche que se le narre o lea un cuento y si al hacerlo uno se salta una sola palabra, será llamado al orden, exigiendo el texto íntegro. Los pájaros vuelven al nido hecho el año anterior y los humanos gustamos de celebrar fiestas a fecha fija, que parecen ser mejores que las de nuevo cuño. Todas nuestras celebraciones cristianas tienen un origen pagano y ancestral, que fue la manera de asegurarse el éxito. Somos animales de costumbres que en estas cosas no nos diferenciamos demasiado del resto de animales.

Estos días entramos en el solsticio de verano. El sol luce a medianoche, espectáculo que perseguí durante tres días en el Círculo Polar Ártico y puedo señalar la excepcionalidad de la situación, pues parece que el mundo y el cosmos entran en hecatombe. Hay como para celebrarlo aunque no fuera fiesta señalada. Son fechas en las que en nuestras tierras se encienden hogueras y se quema pólvora para que las brujas no puedan salir de noche a celebrar sus aquelarres. ¡Pobres «remeieres»! Se les acusaba de todo porque untaban el palo de la escoba con una amanita faloide y lo frotaban en la vagina para extasiarse. «Cuando me monto en la escoba, vuelo», decían y ese fue el principio de una confusión que las llevó a la hoguera. Ahora encendemos piras sin sentir vergüenza por el error. En el Rosselló, la punta de los tejados mira hacia arriba «para que las brujas no se sienten allí y nos maldigan».

Las tradiciones, eso que creemos haber olvidado y muchos quieren enterrar, llenan cinco volúmenes enormes de detalles recogidos por Joan
Amades sobre Catalunya

Las tradiciones, eso que creemos haber olvidado y muchos quieren enterrar, llenan cinco volúmenes enormes de detalles recogidos por Joan Amades sobre Catalunya. Es una obra capital para entender de dónde venimos y por qué celebramos según qué cosas. Lo peor es que no queremos saber por qué lo celebramos y enterramos así a Amades y a toda la tradición por él explicada con detalles exhaustivos. Tal vez por eso quienes más celebran por celebrar sin sentido alguno nuestras fiestas son los inmigrantes. Alguien debería explicarles el porqué de cada fiesta aunque, claro está, mejor sería que comenzáramos por explicar estas cosas a nosotros mismos o a nuestros vecinos de escalera.

Cavilar sobre costumbres –o tal vez sólo cavilar- no parece interesar al personal. No interesa preguntarse de dónde venimos y mucho menos hacia dónde vamos, no vaya a ser que tengamos que pensar o, en el mejor de los casos, nos entre una angustia vital para la que no existen fármacos. Cuando eso ocurre, los psiquiatras tiren pel dret y nos dicen que «el mundo es así y hay que aceptarlo sin demasiadas preguntas». Es una situación que se repite en todas las generaciones desde hace miles de años. Y en esos años, además, se han ido tejiendo las costumbres que incluso a veces consideramos que son modernas.

Pronto llegarán los días de agostura en que agosto extenuará las fuerzas de las plantas y dejará exánimes a las bestias. Es la hora de vivir como Epicuro nos enseñó, gozando de sensaciones e impresiones

Bien, celebramos el solsticio, el día cuya naturaleza se muestra como el tiempo más bello del año. Las lavandas –el espliego- comienzan a lanzar su aroma embriagador y los tilos anuncian que sus pétalos están listos para hacer infusiones de serenidad. La mies acaba de ser trillada, la alfalfa se reproduce magnánima y el hervor de primavera en nuestra sangre se convierte ahora en un deseo de vivir la vida con intensidad, sin afanes, acortando las noches, o tal vez escuchando a Shakespeare hablar de sueños estivales. Pronto llegarán los días de agostura en que agosto extenuará las fuerzas de las plantas y dejará exánimes a las bestias. Es la hora de vivir como Epicuro nos enseñó, gozando de sensaciones e impresiones. Y si todo ello lo enriquecemos saboreando el destilado de las tradiciones, el verano se nos mostrará pródigo en emociones y nos recordará que aunque racionales también somos animales, una parte cargada de sentimientos simples, directos, incluso primarios, pero maravillosos.

Comentarios
Multimedia Diari