Una ola de solidaridad en la tragedia

El rescate de Julen movió un grandísimo despliegue en el que se involucraron de forma voluntaria centenares de personas

 

27 enero 2019 00:41 | Actualizado a 27 enero 2019 00:44
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Toda España llora hoy la muerte de Julen, tras el hallazgo de su cadáver en una fría madrugada que puso fin al frágil hilo de esperanza al que, contra lo que dictaba la razón, se aferraban sus padres y una sociedad entera deseosa de asistir a un milagro. Pero el trágico desenlace del rescate del pequeño no puede ocultar el enorme esfuerzo realizado por unos profesionales entregados hasta la extenuación en su búsqueda, ni la marea de solidaridad institucional y social que ha mantenido en vilo a toda España y buena parte del resto del mundo durante los trece días que ha durado el operativo. 
Mineros, bomberos y guardias civiles han encabezado una lucha sin cuartel contra el tiempo –los trabajos no se detuvieron en ningún momento, ni de día ni de noche– y contra la dureza de la montaña que ha movido a especialistas y empresas de distintos puntos de España y del extranjero. Tanto ha sido esto así, que los operarios han llevado a cabo una ingente obra de ingeniería humanitaria –como la definió el propio coordinador del operativo– que en condiciones normales necesitaría varios meses para desarrollarse, en apenas 13 días. 
Junto a estos auténticos héroes y más allá de la hazaña que ha posibilitado realizar semejante operativo técnico, cabe destacar también la hospitalidad y solidaridad de las gentes de Totalán, un pequeño municipio malagueño que ha visto rota su tradicional tranquilidad por el suceso. No sólo han acogido en sus casas a la familia de Julen, sino que se han volcado con los trabajadores que han participado en el dispositivo de su rescate para que nunca les faltara el ánimo ni una comida caliente, para lo que incluso improvisaron una cocina en un salón parroquial.
Hoy, a la espera de que se clarifiquen las circunstancias de este suceso, queda, como legado de Julen, toda esa solidaridad. Y la necesidad imperiosa de controlar y sellar todos los pozos –en Tarragona hay cerca de 10.000– para que no tengamos que llorar más tragedias como la de este pequeño. 

 

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