Así recuerda Serrat sus estudios en la Laboral de Tarragona

El genial cantautor y dos grandes actores, Josep Maria Pou y Lluís Soler, fueron algunos de sus miles de alumnos. Explican al ‘Diari’ sus vivencias en el 65 aniversario del complejo educativo

28 noviembre 2021 10:51 | Actualizado a 29 noviembre 2021 06:37
Se lee en minutos
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

«Decir amigo/es decir aula/laboratorio y bedel./Billar y cine./ Siesta en las ramblas/y alemanas al clavel./Decir amigo/es decir tienda/botas, charnaque y fusil./Y los domingos/a pelear hembras/entre Salou y Cambrils». Esta estrofa de la canción ‘Decir Amigo’ de Joan Manel Serrat recuerda el paso del cantautor por la Universidad Laboral Francisco Franco de Tarragona (ahora Complex Educatiu) y su mili en Castillejos. 


El genial cantautor barcelonés fue uno de los miles de jóvenes que estudiaron en las aulas del macrocentro educativo. Se acaba de cumplir el 65 aniversario de su inauguración, el 8 de noviembre de 1956. También estudiaron allí dos monstruos de la escena, los también barceloneses Josep Maria Pou y Lluís Soler. De hecho Pou dio sus primeros pasos en el mundo del teatro en el grupo nacido en la Laboral.


En sendas conversaciones con el ‘Diari’, los tres rescatan sus vivencias. Serrat explica que «tengo muchos recuerdos de la Laboral, y muy emocionantes, por la gente que conocí allí. Fueron años muy importantes para mí».


Serrat ingresó en la Laboral el 30 de octubre de 1957 cerca de cumplir 14 años (nació el 27 de diciembre de 1943). Salió en 1960 con el título de tornero fresador. «Era tan bajito que me tenía que subir en una caja de coca-colas para llegar al torno. Estudié la especialidad de industrial minero modalidad tornero fresador», rememora Joan Manel. 


«Fue un cambio muy grande para mí. Yo era un niño de ciudad, de barrio, y fui a un internado con una disciplina bastante severa. Cuando hice la mili apenas encontré diferencias en el trato de los suboficiales y el que nos daban los mandos falangistas de la Laboral, pero en ningún caso fui maltratado», asegura Serrat.


La red de universidades laborales que se creó en España fue una iniciativa del todopoderoso José Antonio Girón de Velasco, alto cargo de la Falange y ministro de Trabajo entre el 20 de mayo de 1941 y el 25 de febrero de 1957.


Sigue Serrat: «Nos despertaban a una hora inadecuada para cualquier ser humano. Nos teníamos que lavar muy rápido porque debíamos estar en poco tiempo a la puerta del colegio. La Laboral estaba dividida en seis colegios. Salíamos formados militarmente desde el colegio hasta el patio de armas mientras se alzaban las banderas patrias y cantábamos el Cara al Sol. Luego íbamos a desayunar y a clase».

«Tengo muchos recuerdos de la Laboral, y muy emocionantes, por la gente que conocí allí. Fueron años muy importantes para mí».

Joan Manuel Serrat, cantautor


«Era una educación especialmente modelada por la Falange y por el Movimiento. Piensa que la Laboral de Tarragona llevaba el nombre de Franco. Era una de las universidades laborales donde los valores del nacionalcatolicismo estaban más arraigados», afirma. 


Años después Serrat completó las milicias universitarias en el campamento de Castillejos, ahora abandonado: «Mi educación castrense ha estado muy ligada a Tarragona, pero también mi educación afectiva-sentimental, especialmente en las playas de Cambrils, antes de que existiese Vilafortuny. He pasado mis mejores veranos acampado con mi familia en aquella fantástica pineda».


No todo era estudio en la Laboral. Los domingos Serrat y sus compañeros tomaban un autobús que les dejaba en la Plaça Imperial Tarraco a las 15 horas y les recogía a las 21 h. para volver .


«Para salir nos poníamos el ‘traje de bonito’. Teníamos un traje de cheviot con pantalones bombachos. Íbamos en grupos por la ciudad, tratando de hacer amistades. Éramos poco apreciados por las chicas. Acabábamos la tarde bebiendo vino del Priorat de dudosa calidad en los bares del Serrallo», dice entre risas.


Para Joan Manel, «fueron tiempos un poco tristes. Yo estaba mejor en casa que en el internado, pero conocí muchas cosas, hice amigos de esos que son lo mejor que te ha pasado en la vida. La infancia siempre trata de sacar lo mejor de cada momento. Ahora los recuerdos amables, nostálgicos, agradables, pasan por delante de cualquier otro recuerdo».


Quien tomaba el mismo autobús los domingos, pero para ir al cine, era Josep Maria Pou. El reputado actor ingresó en la Laboral el mismo día que Serrat, el 30 de octubre de 1957, pero en otro colegio, el «Raimundo Lulio», y permaneció hasta 1963. Serrat estuvo en el «Jaime Balmes». No se conocieron durante aquellos años. Josep Maria era casi un año más joven que Joan Manel (nació el 19 de noviembre de 1944) y estudió Metalurgia.


«Más allá del tiempo que empleé los primeros días para conocer Tarragona, paseando Rambla abajo, Rambla arriba, recuerdo que salía corriendo del autobús para ir a un cine al que llamábamos ‘el cine huevo’. Estaba en la Rambla Vella. Era muy antiguo. Tenía forma ovalada por dentro. Nos pasábamos la tarde entera del domingo viendo el programa doble. A las 9 en punto de la noche, salíamos corriendo del cine para llegar al autobús en la Imperial Tarraco». Pou se refiere al Teatro Principal (Rambla Vella, 18) derribado ya hace años.


Pou se hizo muy popular entre sus compañeros: «Aún hoy, pasados 60 años, cuando voy de gira o estoy rodando una película, hay alguien en alguna ciudad de España que me viene a saludar y me conoce de aquella época de la Laboral de Tarragona porque me escogieron para que fuera la ‘voz oficial’ de la Universidad. A la hora de comer, mientras los mil y pico alumnos estaban reunidos, yo leía noticias desde un pequeño estudio con micrófono. Eso me confería un cierto estatus. Algo parecido al refectorio de los monasterios, pero modernizado».


«Tengo recuerdos buenos y malos de la Laboral. Cada mañana teníamos que cantar el Cara al Sol todos formados en el enorme patio delante del enorme comedor. Visto con los ojos de hoy me digo ‘¡Dios mío! ¿Cómo es posible que nos dieran aquella formación ideológica?’ Pero eran universidades del Ministerio de Trabajo del franquismo», recuerda.


Pou: «Eran unas instalaciones maravillosas, recién estrenadas, a pie de playa... Mi mejor recuerdo es que desde el primer curso me integré en un grupo de teatro. Durante aquellos años me convertí en una pequeña figura del grupo porque representé varias funciones. Eso me compensaba de otras cosas de la universidad que me desagradaban».


«Intentaba escaquearme de las clases de gimnasia y del deporte, que no me gustaban. El teatro me servía de excusa porque además de representar la función como actores teníamos que fabricar las escenografías y preparar los vestuarios», narra Pou.

Otro gran actor catalán, Lluís Soler, no solo no se escaqueaba del deporte sino todo lo contrario.  Era un apasionado del atletismo. Entró en la Laboral el 15 de octubre de 1968 (11 años después que Serrat y Pou) y se graduó el 30 de septiembre de 1972, tras estudiar la oficialía de electricidad. 


«Tengo un gran recuerdo de aquellos años. La balanza es totalmente positiva. Básicamente me dediqué a estudiar y hacer deporte. Corría fondo y cross. Logré ser subcampeón de Tarragona. Entonces no me interesaba el teatro», sostiene Lluís Soler.


Soler procedía de Manlleu, un pequeño pueblo de Barcelona, en el que había nacido en 1954. «Conocer a gente de toda España, el mundo de la Laboral, la ciudad de Tarragona... fue un gran descubrimiento», confiesa.


«Nos hacían levantar a las 7,30, cierto, pero nos despertaban con música de aquella época: los Beatles, Serrat.... Había disciplina pero también una libertad extraña allí dentro. Tenías todas las tardes libres. Los domingos podías salir a Tarragona. Charlabas con los compañeros, lo que supone un gran premio cuando vienes de vivir solo en una casa. Podías practicar todo tipo de deportes: voleibol, balonmano, baloncesto, hockey, atletismo...», relata.


«Creo que a los fundadores de las laborales, que eran de Falange, se les escapó de las manos. Era un mundo muy abierto. Teníamos una playa a nuestra disposición. ¿Sabes lo que supone eso para un chico de 14 años de un pueblo de interior? Se comía bien. No era un mundo represivo sino muy divertido. Hice amigos para toda la vida. Valió la pena», concluye.

Comentarios
Multimedia Diari