Aumenta el consumo de psicofármacos en TGN

Récord de antidepresivos y ansiolíticos en la provincia por la salud mental. Las recetas crecen en pandemia un 9%, la mayor subida de los últimos años. El reto es no medicalizar en exceso

13 marzo 2022 11:00 | Actualizado a 13 marzo 2022 20:37
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«La pandemia tiene mucho que ver con el aumento del consumo de psicofármacos», reconoce Enric Aragonès, médico de atención primaria, doctor en el CAP Constantí y experto en salud mental: «El incremento se produce desde hace años, de manera progresiva y mantenida, pero la pandemia ha generado un impacto importante en el bienestar emocional. Siguen apareciendo casos nuevos a raíz de situaciones del año pasado».

Los datos del Servei Català de la Salut en cuanto a gasto farmacéutico en Tarragona son elocuentes: en 2021 se alcanzó el récord en recetas de psicofármacos en el Camp y el Ebre. Durante el año pasado se rozaron los 1,2 millones de recetas de ansiolíticos y antidepresivos. El uso de estos últimos ha crecido más de un 9% desde 2019, antes de la pandemia. En los dos años previos, sin Covid, el incremento se quedó en un 4%.

Mientras, los ansiolíticos se han disparado más de un 8% en ese intervalo, cuando en los dos años previos se habían reducido un 1,8%. Esos son los dos grandes grupos de medicinas para actuar contras los trastornos mentales, con los derivados de las benzodiacepinas (del diazepan al alprazolam, pasando por el lorazepan) como fármacos más recurrentes.

Jordi Daniel, médico en el CAP Salou y miembro de Camfic, cree que el aumento de cuadros de ansiedad y depresión ha sido «importante» y se aborda «a través de fármacos o de psicoterapia, con las dos herramientas». Solo una parte de esos pacientes necesitan medicarse, cuando las sesiones de terapia no son suficientes. «Es difícil establecer una frontera. Los médicos somos conscientes de que mucho de este sufrimiento psicológico no es estrictamente una enfermedad, sino una respuesta a lo que pasa», cuenta Aragonès.

Trastornos de adaptación

«No tenemos que medicalizar reacciones inevitables, aunque es verdad que situaciones así puedan desencadenar auténticos trastornos de salud mental, pero el principal determinante son causas externas. Siempre buscamos un equilibrio, porque la preocupación por medicalizar en exceso existe, y más en un contexto en que las propias tendencias de la sociedad empujan a medicalizar como soluciones fáciles y rápidas a problemas complejos», apunta Aragonès.

Jordi Daniel cree que «el debate está en no medicalizar situaciones normales de la vida, ni el duelo», si bien es verdad que el impacto de la pandemia ha sido tal que debe considerarse como extraordinario: «Se trata de trastornos de adaptación que han creado angustia. La mayor parte de estos casos, un 90%, se tratan por el médico de familia y no pasan a nivel de especializado, porque no tienen que pasar. Hacemos tres o cuatro semanas de seguimiento y, si vemos que no hay mejora o existen síntomas graves, contactamos con el psicólogo o psiquiatra y asume el paciente otro nivel. Los tratamientos suelen durar entre seis meses y un año, pero a veces más».

El impacto emocional ha sido especialmente duro en los mayores, por la propia vulnerabilidad frente a la Covid-19, pero también por por la soledad en aumento. «La pandemia ha afectado a todos los perfiles, a todas las edades y los sexos. Hay una parte muy relevante de perjuicio en los niños y los adolescentes. Hay que recordar el confinamiento en casa, el cierre de colegios, las restricciones de socialización. Luego estaba el miedo a la propia enfermedad, a ingresar, después el impacto indirecto del confinamiento, de las cuarentenas, o el económico, la precariedad, el paro, la pérdida de negocios. Todo eso se arrastra durante tiempo», explica Aragonès.

Es por eso que, a pesar de que los condicionantes externos marcan, acaba degradando la salud mental y emocional. «Si sufres para pagar la hipoteca o has perdido el trabajo, ¿qué podemos hacer? Intentamos orientar, no fiarlo todo a medicamentos. La mayor parte de temas psicológicos se ven en Primaria y muchos están en la frontera, entre si es un trastorno o un sufrimiento psicológico. Aunque no sea estrictamente un trastorno, hay mucha gente con padecimiento emocional y es importante que en la Primaria haya un espacio para hablar, para escuchar, para encontrar formas de aliviar y orientar», cuenta Aragonès.

Refuerzos para los CAP

Salut ya ha dispuesto más profesionales en los CAP, para actuar a nivel comunitario. «Están en marcha refuerzos, desde el punto de vista de actividades de grupo en colegios y desde la psicoeducación. Para atender bien en consulta tienes que tener algo de tiempo, y eso no siempre es posible en Primaria. Pero también podemos hacer visitas más frecuentes, aunque sean cortas», indica Aragonès.

La dispensación de antidepresivos, ansiolíticos o de hipnótico-sedantes, el otro gran grupo de medicinas, se percibe desde las farmacias. Toni Veciana, presidente del Col·legi Oficial de Farmacèutics de Tarragona (COFT), cree que «la medicación debería ser una medida más, igual que el apoyo psicológico, el entorno saludable o que socialmente se disponga de trabajo y recursos».

El representante farmacéutico añade que «nuestro país es una de las sociedades que más consume este tipo de medicamentos y con la pandemia se notó un aumento de sintomatología ligada a la depresión, la ansiedad y el malestar emocional». Eso «ha comportado un aumento de las prescripciones por estas patologías». Como la Primaria, la farmacia también es una parte clave del engranaje. «Al tener esta capilaridad en el territorio y ser un agente cercano, somos una puerta de entrada en el sistema de salud que intenta aconsejar. Vemos sintomatología como malestar emocional, situaciones en las que cuesta dormir, no se descansa, y detrás hay un problema de salud mental. Por eso reconducimos a los pacientes».

Desde el Col·legi Oficial de Metges de Tarragona (COMT), el doctor Antoni Labad, psiquiatra y catedrático por la URV, cree que «la correlación entre el incremento de psicofármacos puede ir ligada a la aparición de más casos o a una mayor gravedad de la sintomatología» y asume que la pandemia ha provocado «trastornos como la incertidumbre, la inseguridad, la ansiedad, no saber hacia dónde van las cosas». Labad sostiene que en el primer año hubo una bajada de la incidencia pero en el segundo se notó el vuelco. «En 2021 ha sido al revés, en el Institut Pere Mata hemos notado un 25% más de derivaciones de Primaria hacia centros de salud mental infantil y juvenil. Las urgencias en infantil han aumentado un 40% respecto a 2019 y los ingresos en ese tiempo se han doblado, son un 110% más», expone Labad, que también alerta de la incidencia en adultos.

La emergencia emocional existe pero también una cierta dependencia de los fármacos. «Todo el mundo, desde los profesionales a la administración, está concienciado en que no hay que medicar más de lo que toca. ¿Usamos más de la cuenta ansiolíticos y antidepresivos? Es probable, pero también porque como sociedad no queremos aceptar muchas veces vivir en la frustración, en las carencias. La sociedad ha procurado que queramos ir hacia un mundo feliz y ahí el dolor no puede existir».

Labad, que también es exdirector médico del Pere Mata, sostiene que «la medicación es imprescindible en casos graves y en muchas otras situaciones quizás no se tendría que tomar tanto» y sugiere que una atención diferente podría reducir el consumo: «Quizás el tiempo de dedicación al paciente no es el mismo ahora que antes, y más en la pandemia».

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