La facultad de Enología de la Universitat Rovira i Virgili acogió ayer un examen de lo que sería la profesión soñada para muchos. Trece personas procedentes de distintos puntos del país, como Mallorca y La Rioja, y de Portugal realizaron una prueba para obtener una acreditación que les certifica como evaluadores de cerveza. Este test forma parte de las actividades que organiza la asociación americana sin ánimo de lucro Beer Judge Certificaction Program (BJCP) para fomentar la difusión de la cultura y tradición cervecera.
Acompañados por una copa de agua, los aspirantes se enfrentaron a la cata de seis tipos de cerveza durante una hora y media, es decir, una bebida distinta cada 15 minutos. En la sala contigua, dos jueces certificados, un americano y una italiana que acudieron expresamente para esta cita, llevaron a cabo en paralelo la misma evaluación para así fijar los estándares de corrección. Durante la prueba, se sirvieron cinco muestras catalanas, cuatro caseras y una artesanal, y una industrial y extranjera proveniente de Bélgica. «Alguna tiene algún pequeño defecto o un perfil un poco diferente al estilo, para añadir dificultad», confesó Ariel Caballero, responsable del examen del BJCP en la URV y también juez certificado por la misma organización. Los participantes debían valorar aspectos visuales, olfativos y sensoriales, como por ejemplo la claridad, el aroma del lúpulo o la cremosidad, para constatar si la cerveza se ajustaba al estilo correspondiente según el BJCP. Para llegar a esta evaluación práctica, los integrantes tuvieron que responder previamente vía telemática 200 preguntas, relacionadas con los procesos de elaboración y las características de las modalidades, en una hora y de las cuales debían acertar como mínimo el 60%.
A pesar de que se trata de un certificado no oficial, el prestigio de la asociación permite que las personas que aprueban este test puedan participar en concursos y competiciones como jueces. «Es tal el reconocimiento dentro del sector, que algunas casas cerveceras ajustan su oferta al libro de estilo del BJCP», aseguró Caballero. Esta acreditación también resulta útil para los pequeños cerveceros artesanos que quieren conocer mejor el mercado y mejorar su producto. «Como juez no es suficiente que tan sólo seas capaz de valorar la cerveza, también tienes que ser capaz de hacer sugerencias para corregir los pequeños defectos que puedas detectar en la cata», explicó Caballero.
Albert Barrachina, profesor del máster en bebidas fermentadas de la URV y miembro acreditado del BJCP, es el responsable de que se celebrase este examen. «Me vuelvo a presentar para ver si consigo subir nota, tengo 70 puntos y me gustaría conseguir diez más», reconoció Barrachina, ya que los certificados, a su vez, se categorizan en varios niveles según la puntuación obtenida. Estos exámenes se hacen alrededor de todo el mundo durante el año y ayer fue la primera vez que llegaron a la demarcación de Tarragona. Sin embargo, se tendrán que esperar entre cuatro o cinco meses para conocer los resultados. «Primero se tienen que mandar los exámenes a América, después se llevan a cabo las traducciones (las respuestas podían ser en catalán, castellano o portugués), se ponen en común las resoluciones para definir la guía de evaluación y finalmente se corrigen», aclaró Caballero.
La microcervecería nació en los Estados Unidos y el año 1985, a raíz de la asociación de cerveceros caseros americanos, surgió el BJCP. Actualmente, cuenta con 5.900 jueces en activo y sus fondos provienen de los exámenes y concursos que organizan. Este programa quiere fomentar la apreciación de varios tipos de cerveza y desarrollar herramientas estandarizadas para hacer una cata lo más objetiva posible.