Nos ha cambiado la vida». Cuando muchos vecinos de una zona repiten si parar esta frase es porque alguna cosa grave ocurre. Así lo aseguran algunos residentes de la Part Alta de la ciudad, después de cuatro noches moviditas y sin apenas poder dormir. Persecuciones, sirenas, robos, gritos, peleas... Un combo perfecto que está poniendo patas arriba la vida de este barrio.
«Cuando no entran a robar en un restaurante, tiran del bolso a una mujer. Cada día hay algo», asegura un vecino de la calle Major que, como la mayoría de voces de este artículo, no quiere dar su nombre por miedo a represalias. El origen del problema se remonta a la época del confinamiento, cuando grupos de jóvenes ocuparon viviendas en el casco antiguo. Desde entonces, y pese al aumento de presencia policial, la delincuencia ha ido incresciendo, «llegando ahora a un punto de no retorno», dice un comerciante de la Part Alta. El problema se ha agravado, aseguran, con la llegada de los patinetes eléctricos. «Es una manera de facilitarles la huida después de cometer el delito», aseguran.
Durante la madrugada de ayer volvieron a saltar las alarmas. «Estaba durmiendo tan plácidamente cuando, a las 4.45 de la mañana, empece a oír gente corriendo. Me asomé al balcón y vi agentes de la Guàrdia Urbana que buscaban a alguien en mi escalera», relata un vecino de una calle del núcleo histórico, quien sigue: «Entraron en el portal y subieron hasta el tejado». Este tarraconense asegura que «es el pan de cada día. La inseguridad en nuestras calles es constante».
Según la Guàrdia Urbana, lo que ocurrió es que, sobre las 4.20 de la madrugada, un vecino llamaba a la policía alertando de que escuchaba golpes y estaba viendo cómo una persona salía de un portal con un televisor, como si lo estuviera robando. Mossos y Urbana se desplazaban hasta el lugar y empezaban la búsqueda del individuo por calles y tejados. El resultado, negativo. No se identificó a nadie.
Ayer por la mañana, los vecinos comentaban lo ocurrido durante la noche y lo recordaban como si fuese una persecución de película. Una persona que vive en la calle Merceria aseguraba que, cerca de las seis de la mañana, había visto a chicos con linterna escapando por la escalera de su bloque. El barrio está en alerta constante.
Ayer fue esta la historia, pero cada día hay una de distinta. El sábado fue el turno de la Pizzería Amarcord, ubicada en la calle Sant Domènech. Cuando el propietario llegó al local, el domingo por la mañana, se encontró con la puerta del almacén destrozada y precintada por los Mossos. A las dos de la madrugada, unos chicos entraban a la pizzería y se llevaban cajas de bebidas y objetos personales del propietario.
«La verdad es que no me extrañó. Vivimos envueltos de delincuentes y la sensación de desamparo es total», explica Massimo, el propietario del negocio, quien añade que «estos grupos de jóvenes vigilan nuestro movimientos, lo saben todo de nosotros». Massimo coincide con otros vecinos en decir que los patinetes eléctricos no son más que el cómplice perfecto para estos grupos de delincuentes.
Vecinos al psicólogo
La situación se está agravando tanto que algunos vecinos han colgado en los portales un cartel de alerta, donde aconsejan cerrar la puerta con llave para evitar robos y ocupaciones. El barrio ha llegado ya al límite. Hay quienes han decidido vender la casa y otros que cuentan con ayuda psicológica para combatir el temor. «Lo que peor me sabe es que nos estamos acostumbrando a este nivel de violencia», dice un comerciante de la calle Major. Para luchar contra esto, Mossos y Urbana están llevando a cabo un dispositivo conjunto. Veremos en breve si el resultado es el esperado.