Guillem de Torroja fue obispo de Barcelona entre 1144 y 1171 y luego de Tarragona entre 1171-1174. Sus restos reposan en un osario en la Catedral y podrían ser la clave definitiva para saber si unos restos encontrados en Verona, Italia, corresponden a Arnau de Torroja, un noble nacido en Solsona (Lleida), quien llegó a ser el noveno gran maestre de la Orden del Temple.
Arnau y Guillem eran hermanos y, si la exhumación de Tarragona da los resultados esperados, se podría demostrar su identidad sin lugar a dudas. Se convertiría así en el único maestre templario encontrado hasta la fecha.
Así lo explica Carles Lalueza-Fox, doctor en biología, experto en el estudio de ADN antiguo e investigador del Institut de Biología Evolutiva-CSIC UPF, quien colabora con los arqueólogos de la Universidad de Bolonia que llevan adelante el misterioso proyecto de la Orden del Temple.
El genetista apunta que, si realmente se encuentran los restos del arzobispo tarraconense, podría tenerse una prueba completamente concluyente dentro de unos tres meses.
Sarcófago peculiar
Todo arrancó en 2016, durante la restauración de la iglesia de San Fermo Maggiore en Verona. Allí, detrás de una pared se encontró un sarcófago con unas características muy peculiares. Tenía esculpida la cruz de los templarios y en el brazo de la cruz, una espiga. En el interior había un hombre mayor cubierto por un sudario de seda.
El grupo de arqueólogos italianos comenzó a sospechar de que se trataría de Arnau de Torroja.
El maestre falleció en 1184 y fue enterrado en la iglesia de San Vitale, donde permaneció hasta que se desmanteló después de unas inundaciones en 1760. Los objetos de valor se distribuyeron por iglesias cercanas, pero los arqueólogos italianos están bastante convencidos de que los restos de San Fermo son los de Arnau de Torroja.
Lalueza-Fox fue el encargado de realizar el análisis de los restos encontrados. Un diente permitió al genetista, que trabaja en colaboración con investigadores de la Universidad de Harvard, determinar sin lugar a dudas que se trataba de un hombre y que tenía los ojos azules.
Explica el investigador que este último detalle, el de los ojos azules, es posible determinarlo con certeza porque es una mutación de un gen concreto.
El diente también permitió conocer otros detalles como que tenía unas características genéticas similares a los ibéricos actuales.
No obstante, la prueba definitiva sería la comparación con el ADN del arzobispo tarraconense. «Aunque no sabemos qué nos vamos a encontrar, pues estamos hablando de unos restos de 800 años». Pero si todo fuera bien y se encontraran los restos donde se supone que están, no habría lugar a dudas.
De hecho, los investigadores italianos hacían ayer mismo una presentación pública explicando el proyecto. A la ciudad de Verona, contar con este maestre templario le supone, además de un hecho de interés científico e histórico, un nuevo motivo de interés turístico.
Dos veces dijeron que no
Por su parte, el canónigo de la Catedral de Tarragona, Joaquim Gras, explicó ayer al Diari que unos investigadores pidieron exhumar el cadáver de Guillem de Torroja para ver si realmente los restos encontrados en Verona eran del gran maestre de la Orden del Temple.
El Capítol de la Catedral se negó hasta en dos ocasiones, «porque no queremos que se empiecen a abrir tumbas», explicaba el canónigo.
Finalmente, los sacerdotes de la Catedral aceptaron. «Les daremos un hueso y que analicen lo que crean conveniente», decía Gras.
El osario donde se encuentran los restos de Guillem de Torroja está ubicado en la entrada de la Capella del Santíssim Sagrament, junto con otros seis sarcófagos, de seis arzobispos que murieron antes de construir la Catedral actual.
«Nosotros sabemos seguro que Guillem de Torroja, que fue arzobispo de la ciudad, era hermano del templario Arnau de Torroja. Ahora, los investigadores quieren comprobar que los restos encontrados en Verona son del gran maestre del Orden del Templo», relataba el canónigo Joaquim Gras. Tarragona tiene la llave para descubrir el misterio.