La mascarilla se baja del bus (a medias)

Alivio entre conductores del transporte público por desprenderse de la obligación casi tres años después. Hay pasajeros aún reticentes

08 febrero 2023 21:27 | Actualizado a 09 febrero 2023 07:00
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Noelia Gámez, de 20 años, estudiante de enfermería en la URV, espera en el andén de la estación de buses con la mascarilla a medio subir. Casi es la única. «No sabía que era ya hoy cuando se acababa la obligación, y me la he puesto por si acaso», admite esta vallense, que vuelve a casa tras estudiar por la mañana en Tarragona. Va a ir decidiendo sobre la marcha, pero el cubrebocas no se marchará muy lejos, al menos por el momento. «La llevaré en el bolso por si acaso. Si veo que viene mucha gente me la pondré, para prevenir y no contagiarme», cuenta. Aún hay precaución.

Es el primer día en que la tela de marras, el distópico trapo de la pandemia, deja de ser obligatoria en el transporte público. «Ya tenía ganas, es mucho tiempo, casi tres años. Es algo molesto porque se te empañan las gafas, pero veo que hay gente que aún la lleva, y no solo personas mayores», asegura Albert Pena, conductor de la EMT, durante un descanso de la línea 8.

«No sabía que se acababa la obligación hoy y me la he puesto por si acaso», dice Noelia Gámez, usuaria de bus

El sentimiento entre los profesionales del transporte es de absoluto alivio. Hay quien supo ayer qué rostro tenía su chófer de confianza por primera vez en años. «Mucha gente aún no se ha enterado, suben al bus y me ven y piensan: ‘¡Guau, el conductor tiene cara!», relata Polina Venchova, conductora de la línea rápida que va de Tarragona a Salou. «La sensación es muy rara, pero yo me siento liberada. Te quitaba mucha visibilidad, además de la incomodidad de no poder respirar bien. Es agobiante», remarca la conductora.

«El 60% la lleva aún puesta»

Daniel Matarán está al frente de uno de los buses urbanos de Tarragona de la línea 54, que atraviesa la capital desde Bonavista a SPiSP: «Para mí es una liberación, hemos estado así cada día ocho horas, durante tres años... Pero la gente todavía está un poco reticente. El 60% todavía la lleva puesta, porque se sienten un poco inseguros aún». Otros conductores admiten que casi nueve de cada diez la siguen portando. Probablemente con el paso de los días la relajación se generalice y la prenda se pierda de vista.

«Ya tenía ganas, es algo molesto y se te empañan las gafas», asegura Albert Pena, conductor de la EMT

Pero cada persona será un mundo. «Yo no la llevo pero la tengo en el bolsillo porque me la pongo en horas en las que viene mucha gente. Lo hago por precaución, y al menos durante el invierno, y ya no solo por la Covid, sino por otros virus respiratorios que puedan propagarse, como la gripe», dice otro conductor, en este caso en un trayecto interurbano. «No tengo prisa por quitármela, y la llevaré un tiempo. Lo he pasado mal durante la pandemia, he tenido mucho miedo al contagio y ahora prefiero llevarla», confiesa Francisca Lozano, vecina de Torreforta, habitual de las líneas 6 y 54. Ella y su marido acuden al médico, en el Hospital de Santa Tecla, en bus: «La hemos llevado pero la mayoría de gente no».

«Algunos no caen, se sorprenden al vernos y piensan: ‘¡Si el conductor tiene cara!’», afirma Polina Venchova, conductora de bus

Lo que haga el prójimo va a influir. «Esta mañana en el bus universitario ya nadie llevaba y nos hemos visto las caras por primera vez. Yo ya me había acostumbrado. No sabía si ponérmela o no pero como he visto que nadie la lleva, yo tampoco. Pero la tengo en el bolsillo», cuenta Noa García, de 18 años, estudiante en la URV que se desplaza cada día entre Tarragona y Salou. Tal es la familiaridad con ese trozo de tela que es habitual llevar siempre encima una mascarilla, como el que guarda calderilla en los bolsillos o un pañuelo. «Si veo que alguien está tosiendo cerca de mí en el bus me la pondré», explica otra usuaria.

Conductores y revisores estaban hartos de tener que vigilar a los incívicos que no iban cubiertos

Lo que sí supone un desquite muy agradecido para conductores y revisores es que, por fin, se esfuma esa necesidad de control. «Nos ha tocado lidiar con el incivismo de la gente, hemos vivido situaciones complicadas, con gente que no se la quería poner, y hemos tenido que insistir, porque al mismo tiempo había personas que tenían miedo», indica Polina Venchova.

«Estamos aliviados»

Pero quienes respirarán más serán inspectores como Pastora Carrasco, que trabaja en la EMT y que, como esencial, siempre estuvo al pie del cañón en las horas más graves de la emergencia: «Nos va a aliviar que no sea una obligación sino algo opcional, eso nos aligera la carga. Muchos días teníamos una batalla dura. Un gran porcentaje de gente pasaba de todo. Hemos tenido a gente que no se quería poner la protección, hemos tenido que parar el bus, llamar a la Urbana para que interviniera, y eso ha generado muchas molestias».

«La seguiré llevando a veces, en función del pasajero», explica Núria Martínez, taxista

Esa relajación de la recta final se notaba ya en los últimos días en los vagones de tren. «Una vez se supo que acababa la obligación, el revisor cuando pasaba ya ni avisaba a los que no llevaban», reconoce un viajero barcelonés que trabaja en Tarragona.

Cierta alegría por la laxitud se palpa también en los taxis, uno de los entornos donde la mascarilla podría quedarse voluntariamente en algunas situaciones.

En los últimos días habían aumentado los pasajeros del tren que ya no llevaban la prenda

Hay quien la ve como una herramienta higiénica de la que echar mano en la guantera, como un complemento más. «La seguiré llevando por prevención y en función del cliente. Si tengo que recoger a alguien en el hospital, por ejemplo, si es una persona mayor o si yo me encuentro resfriada», indica Núria Martínez desde la parada de la calle Pere Martell. «Va a depender de cómo estés tú, para llevarla o no, porque si te encuentras algo mal también querrás proteger al pasajero. Es de sentido común y puede ser algo que se quede de la pandemia», reconoce Luis Miguel García, también taxista.

Algunos taxistas dicen que seguirán usándola en los servicios a centros senitarios

Joaquim Olivé, presidente de los taxistas en la provincia, hizo ayer carreras con y sin mascarilla. «En general, los compañeros se la han quitado, pero entre los clientes hay de todo. Creo que es algo que paulatinamente irá desapareciendo pero, de entrada, en el primer día yo la he llevado en algunos servicios y en otros no». Olivé, igual que otros colegas, apela a mantener una cierta cautela: «Tenemos que ir con cuidado, porque hacemos servicios a CAP, a hospitales, llevamos a enfermos... En función del lugar o de la persona que llevemos seguiremos protegiéndonos».

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