Los más de cien años de historia del ‘Santa Eulàlia’

El pailebote ha despertado un gran interés durante todo el fin de semana. Hoy es el último día que puede visitarse en el Moll de Costa

04 abril 2021 06:10 | Actualizado a 04 abril 2021 06:32
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Pasear por el Moll de Costa y quedar boquiabierto con los yates de lujo ya forma parte del día a día de muchos tarraconenses. Sin embargo, los que estos días se han acercado al barrio marinero se habrán sorprendido por la presencia de una gran embarcación de vela antigua, parecida a una goleta, en la que los visitantes tienen la oportunidad de subir para conocer sus entrañas. Se trata del Santa Eulàlia, una embarcación propiedad del Museu Marítim de Barcelona, que después de casi un año y medio amarrado a causa de la pandemia vuelve a recuperar su actividad, acercando el patrimonio marítimo a la ciudadanía.

Este pailebote que a simple vista puede parecer pequeño fue una embarcación mercante, que se encargó de gran parte del comercio en el Mediterráneo hasta la invención de los grandes cargueros. Su trayectoria de más de cien años está rodeada de cambios de nombre, reformas y, por supuesto, no faltan las historias de estraperlo y hazañas como un viaje a Cuba que fue casi una leyenda. Los detalles los explica Joan Carles Ribet, uno de los tripulantes del Santa Eulàlia, quien sitúa los orígenes en el año 1918, justo después de la gran guerra. El armador Pascual Flores encargó en los astilleros de Torrevieja (Alicante) la construcción de dos veleros para el transporte de mercancías, los cuales llevaban los nombres de sus hijos.

Así es como nació el Carmen Flores, que costó la cifra de 40.000 pesetas y que «era un barco de mercancías típico Mediterráneo, de la época», explica Ribet. Básicamente transportaba fruta y otras mercancías entre la Comunitat Valenciana, las Balears y el sur de Francia. También viajó por el Atlántico y en dos ocasiones hasta a Cuba, donde transportó gran cantidad de sal.

El barco prácticamente no ha parado nunca. Sin embargo, a lo largo de su trayectoria ha pasado de manos en varias ocasiones y fue rebautizado en otras tantas. La cronología puede conocerse en la antigua bodega, una parte en la que iba la carga y que ahora está habilitada para la tripulación, a pesar de que ahora no puede visitarse a causa de las medidas por la Covid-19.

El buque tiene unas dimensiones de 47 metros totales –37 flotantes– e inicialmente se movía gracias a tres velas sujetas a un palo de 28 metros de altura. Aproximadamente en el año 1936 se prescindió de uno de estos para instalar el motor, lo que dio nuevas oportunidades a una embarcación que durante muchos años se utilizó para el estraperlo de harina entre Mallorca y Barcelona. En aquellos momentos ya había sido rebautizado como Puerto de Palma, nombre que posteriormente fue sustituido por el de Cala Sant Vicenç.

Tras unos años de relativa calma, después de la Guerra Civil, en 1973, la empresa Sayremar Salvamento y Recuperaciones Marítimas SA lo adquirió como buque auxiliar para labores submarinas. Para cumplir con el nuevo cometido se realizaron nuevas remodelaciones y, cómo no, también cambió de nombre. Así es como pasó a ser el Sayremar Uno, que acabó sus días embargado en el Puerto de Cartagena, tras entrar en quiebra la compañía.

La última etapa de este largo viaje se inició en el año 1997, cuando el Museu Marítim de Barcelona adquirió la embarcación y lo bautizó con el nombre de la patrona de Barcelona. «Se hizo una reconstrucción a partir de algunos planos y documentos que se habían conservado, y en el año 2001 volvió a la vida activa», sigue explicando Ribet.

El Santa Eulàlia es la plataforma flotante del museo para acercar el patrimonio marítimo a la ciudadanía. Habitualmente está atracado en el enclave barcelonés. Sin embargo, en ocasiones sigue surcando el Mediterráneo para contribuir a esta función de divulgación y esta Semana Santa la ha pasado en el Moll de Costa. La iniciativa está organizada por el Museu del Port de Tarragona y las cifras aseguran que el éxito de la convocatoria ha sido total, ya que entre 350 y 400 personas al día han accedido al barco desde que atracó el martes por la mañana.

Las visitas son cada cuarto de hora y duran unos quince minutos. El tiempo suficiente para sacarse una foto en el timón, pasear por la cubierta, curiosear la cocina e intentar comprender el funcionamiento de las velas, cuerdas y demás enseres.

Los que no hayan tenido la oportunidad de pasear por este museo al aire libre, aún tendrán tiempo de hacerlo durante el día de hoy, el último en el que el Santa Eulàlia permanecerá en la ciudad antes de regresar a casa. El horario es de 10.00 a 13.30 horas y de 16.30 a 20.00.

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