Nuevas evidencias sobre el acueducto del Francolí

Patrimonio. Investigadores del ICAC trabajan para ‘recomponer’ este trazado de 15 kilómetros

20 marzo 2021 18:40 | Actualizado a 21 marzo 2021 13:20
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Un equipo de investigadores del Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC) ha encontrado nuevos indicios de cómo era el trazado del acueducto romano del Francolí, que abastecía de agua la ciudad de Tarraco. Se trata de una infraestructura de 15 kilómetros, de los cuales la parte más emblemática es el Pont del Diable, que forma parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sin embargo, el resto del trazado prácticamente se desconocía ya que ha desaparecido en medio de campos de cultivo. Los restos que quedan tras más de 2.000 años de historia son pequeños fragmentos que a simple vista cuestan de ver e interpretar. Sin embargo, las primeras semanas de trabajo de campo han permitido realizar importantes avances que ahora deberán confirmarse.

El proyecto arrancó hace un mes y medio, aunque este es fruto de la colaboración que el ICAC y el Consorci d’Aigües de Tarragona (CAT) iniciaron hace unos años. La primera fase se centró en el acueducto del Gaià, una infraestructura de más de 50 kilómetros de longitud, que según pudo comprobarse en realidad consistía en dos estructuras que se conectaban en la zona de Puigdelfí. A raíz de este trabajo pudo identificarse este trazado que se cartografió, fotografió y documentó. Un proceso que ahora el equipo que lidera Jordi López ha iniciado de nuevo con el Francolí.

Aquí el Pont del Diable sirvió como punto de partida. «Como puente es muy interesante, pero estamos hablando de una estructura de tan solo 200 metros que forma parte de un trazado mucho más largo y que tiene más puentes», indica López. Como obra de ingeniería la conducción tiene su atractivo. El agua bajaba por una acequia en forma de ‘u’ y una ligera pendiente del 2x1000 facilitaba su circulación, permitiendo su llegada a Tarraco.

En algunas partes, el trazado del acueducto no era recto sino que serpenteaba, para sortear la orografía del terreno y abaratar los costes. A partir de los escasos tramos que se conocían y las curvas de nivel, pudo establecerse un primer trazado teórico que permitió iniciar el trabajo de campo para corroborar los indicios sobre el terreno y localizar estos fragmentos que se documentan para poder restituir la línea.

Pero, ¿cómo era ese acueducto? ¿Debemos imaginárnoslo como el actual Pont del Diable? Lo que se sabe es que en la parte más próxima a la ciudad de Tarragona estaba tapada para impedir que entraran fragmentos de vegetación y de piedras que ensuciaran el agua. Asimismo, tenía una forma abovedada que permitía caminar por dentro para hacerse el mantenimiento. En cambio, a partir del Pont del Diable hacia arriba sería similar a una acequia cubierta de losas. Una estructura que reproducía el mismo sistema de construcción que ya se había utilizado en el caso del Gaià.

Excavar y consolidar

López avanza que han localizado unos 50 trozos in situ del antiguo acueducto. «Algunos se han desintegrado, a veces afectados por la erosión o por el trabajo en el campo o el mismo urbanismo de la ciudad», indica. Uno de los fragmentos que se destruyó es el de la Avinguda Països Catalans, mientras que en la Avinguda de Catalunya se mantiene un tramo entero que se ha preservado tal y como era, gracias a que se mantuvo enterrado durante muchos años debajo de un margen. «Es uno de los tramos mejor conservados, por lo que debería restaurarse y consolidarse», afirma López.

Siempre se ha dicho que este acueducto nacía en el Francolí. No obstante, ha podido comprobarse como lo hace en el Torrent de la Fonollosa, un afluente que pasa por el término municipal de Vallmoll. «Normalmente intentaban coger el agua de surgencias naturales o fuentes, ya que era más limpia y pura que la de los ríos», explica este investigador. En este punto hay una serie de fuentes, que podrían ser el punto de captación, aunque no ha podido confirmarse ya que si se hubiera habilitado una construcción específica como una esclusa posiblemente ha desaparecido arrastrada por el agua. De hecho, ya en los años 50 Sánchez Real situó este punto de partida en Vallmoll. «En aquellos momentos pudo verse con más facilidad –dice Jordi López– ya que aún se estaba trabajando en los campos y el trazado era más visible que ahora». De los resultados obtenidos se dejó constancia en un artículo. Sin embargo, al no disponerse de los medios de cartografía actuales no existen mapas ni tampoco fotografías que lo documenten.

La investigación actual ha puesto de manifiesto que aún queda mucho por hacer para conocer cómo era este acueducto del Francolí. En la finca del Pont del Diable se excavó en algunos de los fragmentos más próximos al puente. Sin embargo, el acueducto continua y los expertos consideran que deberían iniciarse nuevas excavaciones para que los restos quedaran visibles. También en la zona de Els Pallaresos queda trabajo por hacer, ya que en este punto se han localizado restos de un segundo puente que desaparició y del que tan solo se conservan las dos embocaduras. «Si pudiéramos excavar en la parte de abajo, podríamos encontrar los cimientos de los pilares y saber si tenía siete u ocho pilastras», indica López. En cambio, en la zona de Els Garidells los fragmentos que han resistido están en un mejor estado de conservación.

Tras este mes y medio desde que se inició el proyecto, los investigadores del ICAC han podido localizar una cantera romana en Perafort, que podría estar relacionada con la construcción de este puente de Els Pallaresos. Asimismo, en el municipio de Vallmoll se ha descubierto un horno de cal, cerca del Torrent de la Fonollosa, que todos los indicios apuntan a que podría haberse utilizado para la construcción del acueducto.

Tras esta primera fase en el proyecto, ahora está previsto iniciar analíticas de estas concreciones de cal, que quedaron dentro de las canalizaciones, lo que puede aportar información sobre los diferentes tipos de agua que se utilizaba y sus características. Asimismo, los investigadores seguirán trabajando para intentar conocer de qué época era este horno de cal e iniciar estudios de hidráulica, con cálculos de pendientes y estudios de caudales, para intentar conocer más información.

La parte de la investigación actual finaliza a finales de mes. Quedaría pendiente poder seguir excavando y restaurar aquellos tramos que se han conservado en unas mejores condiciones para hacerlos accesibles de cara a los visitantes. Un aspecto que algunos ayuntamientos como el de Els Pallaresos ya están trabajando y que sería de especial interés en zonas como el Camp de Mart y la Avinguda de Catalunya.

La idea final es que toda esta información obtenida hasta el momento permita la publicación de un libro científico de divulgación. Aunque antes quedaría pendiente poder conocer los detalles de otros dos acueductos que, más allá de las grandes estructuras del Gaià y el Francolí, configuraban la red de aguas de Tarraco, y que todo apunta a que abastecían las vilas romanas del Munts y de Ferran.

«Sin agua no hay ciudades», afirma Jordi López. Y esto lo sabían muy bien los romanos. En los inicios de Tarraco, la ciudad se abastecía del agua subterránea estancada en la cueva urbana, hasta que llegó un momento que para seguir prosperando fue insuficiente y tuvieron que utilizar sus conocimientos en ingeniería hidráulica para traer este preciado recurso de los ríos próximos, como son el Francolí y el Gaià. En el caso de este último, se ha podido saber que se construyó «más o menos» en la época de Augusto y que tenía el nombre de Aqua Augusta, una información que reveló una inscripción que pudo localizarse recientemente en la estructura. En cambio, por el momento los investigadores no han podido saber el nombre con el que se conocía el acueducto del Francolí, cuya construcción se estima que fue posterior, a mitades del siglo I después de Cristo. Un hecho que, según Jordi López, tendría una cierta lógica ya que «fue un periodo de expansión de la ciudad en el que se construyeron las grandes infraestructuras de Tarraco».

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