Reivindicación a escena

Creativas. Están ahí pero no se las ve demasiado o no se las quiere ver. A ellas les cuesta más llegar, pero cuando lo hacen sus historias conmueven y emocionan

21 enero 2018 17:55 | Actualizado a 21 enero 2018 18:05
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La visión femenina en el arte existe, no es una falacia ni un estereotipo. Ellas aportan nuevos códigos, otros puntos de vista que remueven sentimientos en el espectador. La vallense Pepa Plana es una veterana de los escenarios, que cuando empezó consideró que «si no existía este canal había que inventarlo». Y que explica que «hubo un momento en que pareció que había una efervescencia en femenino pero todo era mentira, ya que a la primera sacudida de la crisis cayeron todas las iniciativas de género. Formamos parte de una propaganda. Lo disfrutamos, nos empoderamos, vimos que era posible y después...que era mentira. Pero toca continuar remando». 
Mientras, las creadoras de Barbes de balena han querido rescatar del olvido la historia de una mujer valiente que en una época dura, a finales del siglo XIX, luchó para poder conseguir sus sueños, que no eran otros que licenciarse en medicina, algo del todo masculino en aquel momento. Con esta historia también rinden homenaje a todas aquellas anónimas que han pasado al olvido, muchas veces por ser mujeres. Todas ellas tienen un punto de encuentro en la demarcación, el Teatre-Auditori del Morell

Esas impertinentes preguntas de payasa

«¿Por qué estamos todos pintados y no hacemos nada?», se pregunta y nos pregunta Pepa Plana en Paradís Pintat, su último espectáculo. En él es una angelita pintada en un cuadro, de aquellos de casa de la abuela, que decide que quiere volar. «Es una trama de payasa tonta, simple y frágil con un comienzo muy cómico, muy de rutina payasa y su ingenuidad, de alguna manera, enamora», explica esta vallense. La angelita no lo consigue, pero descubre que puede nadar. Será entonces el ángel de la guarda del mar «y de pronto se encuentra con la realidad que no esperaba». 
La actriz defiende con esta puesta en escena que «el payaso o payasa no solo tiene que hacer reír, sino también emocionar, soñar y, por qué no, ir más allá», eso sí, «con mucho respeto y sensibilidad. Cómo es que vemos el informativo y no nos conmueve», se sorprende Pepa. «Son 200, 300 náufragos, números. Los que hacemos teatro, arte, podemos abstraer esta realidad, hacer una ficción y con ella conseguir conmocionar más que la misma realidad». Paradís Pintat clama a gritos «qué está pasando, por qué no salimos del cuadro». Porque tiene claro que «si los payasos y las payasas existimos es para hacer preguntas impertinentes, para meter los dedos en las llagas y poner espejos a los espectadores».
No es una nariz cualquiera


En la dilatada trayectoria de esta profesional ha habido sobre todo «mirada femenina, en un mundo históricamente masculino». Cuenta que «desde el momento en que yo me pongo la nariz y juego como payasa, no soy un payaso, soy una payasa y mi manera de hacer humor es absolutamente desde esta perspectiva, desde esta mirada femenina». De su repertorio escoge como el más reivindicativo de mujer Penèlope, quien «ya no espera más a Ulises». 
Esta veterana de los escenarios considera que «las mujeres tenemos espectáculos preciosos, muy pensados, con unas reflexiones muy maduras y puntos de vista muy novedosos. No diré que en masculino no pase, solo que el estereotipo del payaso les pesa menos y pasan menos cosas. Y cuando te lo tienes que inventar mucho surgen cosas brillantes, en femenino». Sin embargo, considera que «mientras no haya mujeres liderando los lugares donde se deciden los grandes acontecimientos no veremos miradas femeninas». 
¿Cuál es la diferencia? Explica que «el humor es muy caprichoso, es un código. Te ríes de lo que conoces y reconoces y el humor está escrito en masculino. Las mujeres hemos aprendido a reír del humor masculino para no quedar excluidas porque si no te ríes eres tonta. Y la mujer ha sido objeto de risa porque quien escribía era masculino: la gorda, la fea… eso que a ellos les hace tanta gracia». Por eso, cuando nos ponemos a hacer humor «y emitimos desde nuestros satélites, evidentemente no nos funcionan esos estereotipos porque no nos hacen gracia y tenemos otras obsesiones, la colada, las maternidades, el estar guapa… es el material que utilizamos porque conectamos rápidamente con nuestros referentes y hacemos reír al patio de butacas, que es masculino y femenino. Pero me doy cuenta de que los hombres aún no han aprendido a reírse del material humorístico femenino. Y esto es una ruptura».
Esta actriz es un referente a nivel nacional y europeo. No obstante, en sus inicios –mujer, sola, payasa y para adultos– alguno que otro le vaticinó que se moriría de hambre. No solo no ha sido así, sino que ha demostrado que sí se puede. Con su compañía de repertorio hace maravillas por medio mundo al que lleva sus espectáculos. De Pe a Pa, Giulietta o Penèlope son solo algunos. Ha dirigido el Festival Internacional de Payasas de Andorra, que contó con cinco ediciones y ha colaborado con el Cirque du Soleil, en 2012, en Canadá y Estados Unidos.
 El pasado diciembre su Paradís Pintat, dirigido por Ferruccio Cainero, ganó el premio Zirkòlica al Mejor Espectáculo de Circo de Sala o Carpa, en una gala que Pepa inició leyendo un manifiesto sobre la invisibilidad de las mujeres y que terminó con una foto de los premiados en la que la única mujer era ella. ¿Qué pasaría si hubiera sido al revés? ¿Alguien se lo imagina?
«Puede parecer que en Paradís Pintat hable de la crisis de los sirios, pero no. Estoy hablando incluso de mis abuelos, exiliados en Francia, que estuvieron en las playas de Argelès, donde ya se morían los niños. No hace tanto, una directora de un festival en Chile me dijo muy conmovida: me estabas hablando de mis muertos».

 

Ballenas y la prisión de los corsés

«La historia de la doctora Dolors Aleu es también la de todas aquellas mujeres que han estado en el anonimato porque no pudieron estudiar o hacer grandes cosas. Incluso en las familias solo han perdurado las historias de hombres». Quien así habla es Núria Cuyàs, tataranieta de la primera mujer licenciada en medicina de España, en Barcelona, y una de las artífices de Barbes de balena. 
El equipo liderado por la directora Mònica Bofill es íntegramente femenino. «Nos unimos cuatro intérpretes, las dos actrices y cantantes, la bailarina y coreógrafa y la compositora y pianista. Más adelante tuvimos que escoger el vestuario y la escenografía y nos dijimos: ¿por qué no todas mujeres? Y así lo hicimos», cuenta Núria. Este espectáculo feminista, que a priori no lo era, se estrenó el 8 de marzo de 2017 y aunque no lo hicieron expresamente, una vez fijada la fecha se darían cuenta de que casualmente coincidía con el Día de la Mujer. 

Remover sentimientos
Corsés y cotillas elaboradas con las barbas de este cetáceo. Corsés y cotillas que las mujeres de la época –finales del siglo XIX– estaban obligadas a utilizar y que todavía hoy las oprimen, las encadenan, de otra manera. 
Núria Cuyàs explica que «todo el proyecto surge de la idea del corsé a través de numerosas conversaciones entre nosotras. La tesis doctoral de mi tatarabuela reivindicaba ya en aquella época que la mujer se liberara de las cotillas porque lo único que hacían era suprimirles el cuerpo y causarles enfermedades físicas». Añade que «el título lo puso la dramaturga, Anna Maria Ricart, y tiene un punto poético, barbas y ballena». 
Barbes de balena es también un arduo trabajo de investigación.   Documentos, la tesis doctoral de la doctora, alguna carta familiar y canciones compuestas especialmente para la ocasión con música en directo hacen que el espectador no pierda detalle. 
Y es que estas artistas echan mano del teatro, la música y la danza para contar los pormenores de la vida de Aleu, que por su profesión –ginecóloga y pediatra– trató sobre todo con mujeres y niños. «Jugamos con material real y esto hace que el público conecte de una manera muy especial. Es algo muy bonito porque a todo el mundo se le remueven cosas personales. Encuentran puntos de contacto y esto es mágico. Al acabar, muchas veces te lo agradecen sinceramente». Es, ante todo, un ejercicio de memoria «muy necesario. Explicamos historias muy crudas, de luchas, que no edulcoramos, pero es muy dinámico, no es un drama. Tiene un punto cabaretero porque vamos cambiando de registro». 
 Dolors Aleu tuvo una consulta privada en Barcelona y se dedicó, sobre todo, a visitar a mujeres y niños sin recursos. «Justamente las mujeres de la burguesía no acudían a ella, no le podían dar gato por libre», comenta Núria. Pero muchas otras sí lo hacían, «querían poder sentirse tranquilas». Primero atendía en el Raval,  «por lo que sus pacientes fueron muchas actrices, prostitutas y madres solteras, algo muy difícil en aquel momento». Después pasó a visitar en la Casa de la Caridad, en el lugar donde se encuentra el actual MACBA. «Y lo hizo hasta que murió». La representación no se olvida de su entierro, «que fue en coche de caballos tras el que iban 300 niños pobres».
Esta obra es también una férrea defensa de la educación femenina que «naturalmente que tiene las mismas cualidades que el hombre, pero sin educación no se desarrolla igual. Hay que pensar que en aquella época se creía que el cerebro de la mujer era inferior». 
La vida de la doctora Aleu vertebra Barbes de balena, pero también la de tantas y tantas antepasadas. «Es un pequeño homenaje a la historia de nuestras mujeres». Y como colofón, se hilvana la visión de la mujer desde la óptica de estas artistas «con un punto de surrealismo y comedia».
El pasado 2017 se publicó por fin la tesis doctoral de la doctora Dolors Aleu, de 1882, y se puede adquirir en librerías. «Fue posible gracias a una persona que vino a ver el espectáculo y se puso en contacto conmigo». Se trata de un tratado feminista que hace un repaso al sufrimiento de la mujer a lo largo del tiempo. Asimismo, una fundación de niños tutelados del Raval lleva su nombre. «Es muy bonito que se muevan las cosas», manifiesta Núria Cuyàs. 
Barbes de balena es una producción del Teatre Maldà y las artistas que la hacen posible son: Anna Maria Ricart (dramaturgia); Mònica Bofill (dirección); Ariadna Cabiró, Núria Cuyàs, Laura López/Cinta Moreno, Anna Romaní (intérpretes); Maria Albadalejo (escenografía y vestuario); Ariadna Cabiró (composición musical); Anna Romaní (coreografía); Laura Clos ‘Closca’ (iluminación); Núria Gámiz y Ramón Cabiró (fotografía) y Marina Marcos (producción).

 

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