Repsol estudia el subsuelo marino en las costas de Tarragona para instalar el que sería el primer almacenamiento de dióxido de carbono de España, en otro frente más de la descarbonización y la transición energética. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha concedido un permiso de investigación para explorar el subsuelo marino, en el marco del proyecto ‘Tarraco2’, «situado completamente en el mar frente a la costa de la provincia de Tarragona», según se publicó el pasado sábado en el BOE.
Se trata de un paso prospectivo e inicial, consistente en un plan de trabajo de muy bajo impacto. Las labores consistirán en toma de muestras y en utilizar un sónar para analizar la estructura geológica y testar así la posibilidad real de que se pueda llevar a cabo la infraestructura desde un punto de vista técnico y económico.
El Gobierno abre ahora un periodo de dos meses para que se puedan «presentar propuestas de mejora por parte del solicitante, ofertas en competencia por parte de terceros» o para que «puedan formular oposición quienes se consideren perjudicados en su derecho». Ahora, pues, podrían concurrir otras empresas interesadas.
El permiso tiene una duración de cuatro años, tiempo en el que se evaluará si las rocas del subsuelo disponen de las características necesarias para almacenar dióxido de carbono. Aunque el suelo fuera apto, eso no implicaría necesariamente que Repsol llevara a cabo el proyecto.
Acuífero salino profundo
En concreto, se analizará una vasta proporción de suelo marino ubicada frente a las costas tarraconenses, para estudiar un acuífero salino, ubicado entre 1,5 y 2 kilómetros de profundidad.
La zona a investigar, delimitada en el BOE por coordenadas, se ubica aproximadamente a 40 kilómetros del litoral y también a 40 de la plataforma Castor, aunque la filosofía de la iniciativa no tiene nada que ver con la del fallido almacén de gas localizado frente a la costa de Castellón.
El análisis proyectado tampoco tiene que ver con los pozos petrolíferos de Casablanca, pese a la proximidad. La aspiración pasa por aplicar los procesos de CCS, las siglas para la captura y almacenamiento de dióxido de carbono, un conjunto de tecnologías cuyo objetivo es capturar emisiones de plantas industriales o directamente del aire y almacenarlo definitivamente en reservorios profundos para evitar su contribución al calentamiento global.
Rocas porosas
En esencia, se trata de ver si las rocas de esa zona en estudio tienen unas condiciones adecuadas para ese uso. Entre otros factores, deben ser porosas para que esos espacios puedan ejercer de almacén del dióxido de carbono.
La carrera es global pero tiene en Tarragona una especial razón de ser. En España hay otros proyectos en marcha que investigan sobre terreno las condiciones para este tipo de infraestructuras. ‘Tarraco2’ es la primera iniciativa que Repsol realiza en España.
Hay una parte de la industria considerada ‘difícil de descarbonizar’, que requiere de ese CCS para continuar con sus actividades en un futuro cercano. Sectores como el cemento, el acero o la industria química precisan de sitios de almacenamiento disponibles. De ahí que interese especialmente una instalación de esta índole.
«Un factor diferencial»
Maria Mas, directora gerente de la Associació Empresarial Química de Tarragona (AEQT), lo reconoció recientemente: «Necesitamos poder almacenar el CO2 lo más cerca posible de nuestra casa, porque eso será clave para competir en un mercado que es global, y con otros lugares que tendrán ese CO2, almacenado cerca de casa: este será un factor diferencial».
Este proyecto a largo plazo se enmarca en ese desafío de Repsol para conseguir la neutralidad en carbono en 2050 y hacerlo por diversas vías. El almacén de carbono no compite con otras estrategias de descarbonización como la electrificación o la circularidad. Es un método complementario.
Emilio Palomares, director del Institut Català d’Investigació Química (ICIQ), califica la iniciativa de «buena noticia», más aún después de la incertidumbre de las últimas semanas, en las que Repsol emplazó a tener un marco regulatorio estable en el futuro para poder llevar a cabo sus inversiones. «Hasta hace poco Repsol dijo que iría estudiando las inversiones proyecto a proyecto, según la conveniencia de la compañía. Si ahora hace esto, quiere decir que piensa invertir en las costas de Tarragona y eso significa nueva tecnología, más puestos de trabajo, y vendrá bien para hacer química en el futuro. A partir de ahí hay que hacer las cosas bien, llevar a cabo los informes que toca, y seguir adelante», apunta Palomares.
Junto con frentes como el del hidrógeno, depositar el CO2 es otro objeto de debate. Lo abordó en Tarragona, en la jornada anual de la Associació Empresarial Química de Tarragona (AEQT), Paula Fernández-Canteli, líder del grupo de almacenamiento geológico del Instituto Geológico y Minero de España-CSIC.
Afirmó que «el clúster de Tarragona es ideal para el almacenamiento de CO2, ya que dispone de la industria, el conocimiento y la capacidad». Hay varias maneras de almacenar ese dióxido. «Una forma es a través de esos campos que han dejado de producir petróleo o gas y que durante millones de años han contenido fluidos en ese almacén que no se han escapado y que han quedado retenidos. Por eso es sencillo volver a utilizarlo», define Fernández-Canteli.
En el caso concreto que Repsol estudiará en Tarragona, se trata, sin embargo, de otra fórmula. «Los acuíferos salinos profundos son los que más interesan para España, porque son los casos más extendidos y donde mayor capacidad hay», apunta la experta.
El objetivo es hallar esas rocas porosas que «tienen encima también una capa impermeable que va a impedir que migre el CO2», apunta Fernández-Canteli.
El punto en cuestión debe estar mínimo a entre 800-900 metros, «para poder verificar esas condiciones supercríticas de presión y de temperatura del dióxido».
Otras empresas podrían entrar
El BOE indica, a su vez, que en el caso en que más empresas entren en liza, «reglamentariamente se establecerá la documentación exigible para la presentación de ofertas en competencia» y agrega que «se regularán los criterios de valoración, teniendo en cuenta entre otros, la mayor cuantía de las inversiones y la rapidez de ejecución del programa de inversión.
Recientemente, además, la Dirección General de Política Energética y Minas del Gobierno ha autorizado el proyecto de Repsol para abandonar definitivamente los ocho pozos petrolíferos vinculados a la plataforma Casablanca.
Xavier Sabaté, experto en descarbonización, apunta que «hay una captura de CO2 que va dirigida a ser una materia prima y a tener otros usos pero también hay otro empleo que es el llamado ‘secuestro’, en pozos. Es bueno poder guardarlo, porque en la atmósfera nos está matando, y si se hace en condiciones seguras no comporta ningún problema, pero también hay que pedir una planificación pública, para ver qué ubicaciones serían las más adecuadas. Es algo tan importante que debe haber un control público más allá de la iniciativa privada».
Las claves del funcionamiento de un almacén
Una inyección en la roca
Muchas rocas del subsuelo son porosas, como una esponja de baño. El almacenamiento geológico de dióxido de carbono consiste en inyectarlo en esos agujeros para que se quede ahí durante millones de años.
Dos opciones
Una alternativa válida es emplear antiguos yacimientos de gas y petróleo. Sin embargo, la opción que se prevé más común en España y que se investiga en Tarragona es la del acuífero salino profundo. Ahí deben darse varias condiciones: roca porosa y permeable, a más de 800 metros de profundidad, sin contacto con los acuíferos superficiales que aportan recursos hídricos. Otra condición es que tengan por encima una roca aislante para impedir que el CO2 se escape. En palabras de la experta Paula Fernández-Canteli, «se tienen que buscar todas esas condiciones juntas para que actúe como una trampa estructural».
Sin estrés para la roca
Un almacén de dióxido de carbono no tiene nada que ver con uno de gas, como pudo ser el del proyecto fallido de Castor. Esos habitáculos de gas natural están pensados para inyectar y sacar el gas, sometiendo a la roca a un gran estrés. En el de CO2 es mucho más seguro el proceso.
Marco legislativo
«Hay que dar muchos pasos, hacer muchas verificaciones, pero la primera, siempre, para que se siga adelante, es que el almacén sea seguro. Si en algún momento vemos que no lo es, se descarta. Hay directivas europeas y la ley española. El marco lo tenemos», indica Fernández-Canteli.