«Sabía qué quería ser, pero no estaba segura de que llegaría a la universidad»

La URV ha puesto en marcha un programa pionero en Catalunya para acompañar a jóvenes extutelados en su paso por la institución. Actualmente solo el 4% de los estudiantes en estas circunstancias se matricula en la universidad. Dos alumnas cuentan su experiencia

06 abril 2024 13:43 | Actualizado a 07 abril 2024 07:00
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«Sabía que quería ser Educadora Social, pero no sabía si algún día conseguiría llegar a la universidad. Siempre me han costado los estudios, pero mi familia de acogida siempre ha estado detrás de mí... En el instituto me dijeron que mejor no hiciera bachillerato, pero mi familia me dijo que no, que yo podría conseguirlo; y se lo agradezco... Al final el bachillerato me lo saqué limpio e hice la selectividad... Y aquí estoy, hasta saco mejores notas de lo que me esperaba».

Quien habla es Laura Frau, de 18 años. Nos encontramos con ella en la Universitat Rovira i Virgili, URV, donde estudia el grado de Pedagogía; aunque el año que viene espera poder cambiarse a Educación Social, que es su vocación. «Yo veía cómo trabajaban los educadores en los centros donde estuve y pensaba: ‘Yo también quiero ayudar a los niños’». En su caso estuvo en dos centros residenciales desde los 6 a los 8 años, antes de ir a casa de su familia de acogida, con la que vive todavía.

Laura es extutelada de la Generalitat, igual que Ainhoa Frías, de 20 años, estudiante de Derecho, que también acude a la cita. Ambas participan en el programa «Amb-Èxit-Ed» que ha puesto en marcha la URV este año en colaboración con el Departament de Drets Socials y que es pionero en Catalunya.

Los datos hablan por sí mismos: en el Estado sólo el 4% de los jóvenes en estas circunstancias llega a la universidad, cuando el porcentaje de población adulta con estudios superiores es de casi el 40%.

Un impulso extra

Carme García Yeste, investigadora del Departament de Pedagoia de la URV y responsable del programa junto con Regina Gairal, explica que en el curso 2022/23 el Consell Interuniversitari de Catalunya (CIC) decidió realizar una reserva de plazas para los alumnos extutelados por la Generalitat. Se trata de una reserva que ya se hacía para otros colectivos, como estudiantes del pueblo gitano. En este caso se trata de una reserva de una plaza por grado en cada universidad.

Pero ese mismo año, explica García Yeste, se dieron cuenta de que muchos de los posibles beneficiarios de la medida ni siquiera se enteraron de que existía. Esto fue lo que les impulsó a diseñar un plan, inspiradas en el programa Arrakasta que impulsó con éxito a la Universidad del País Vasco.

La Generalitat tiene una reserva de plazas para alumnos extutelados en todas las universidades

Lo primero que hicieron de cara al curso actual fue informar, con la ayuda del Servicio de Atención a la Infancia y Adolescencia de Tarragona, a todos los adolescentes tutelados a partir de 4º de ESO y a los profesionales que trabajan con ellos de que la oportunidad estaba allí. A una de esas reuniones, de hecho, acudió Laura.

Pero las impulsoras del programa consideraron que con informar de las posibilidades de acceso a la universidad no era suficiente, sino que había que conseguir que los alumnos tuvieran un acompañamiento para poder seguir en sus estudios en las mejores condiciones posibles. Este curso, que el programa funciona de forma piloto, se han matriculado cinco alumnos en distintas carreras.

Así, por ejemplo, los estudiantes del programa tienen una dotación económica para poder comer en los campus porque, como dice García Yeste, «lo que queremos es que compartan con sus compañeros, que su situación sea lo más normalizada posible».

También cuentan con una aportación en función de sus necesidades de material para las prácticas, o para fotocopias, por ejemplo. La intención es que la parte económica no sea un obstáculo.

Los estudiantes que participan en el programa también adquieren un compromiso: presentarse al 75% de las asignaturas matriculadas como mínimo y aprobar un número de créditos igual o superior a la media de créditos aprobados por los estudiantes de su curso y titulación.

«No quería cumplir los 18»

Además de la parte económica, los estudiantes cuentan con el acompañamiento de ambas profesoras para resolver todo tipo de trámites y cuestiones relacionadas con la vida universitaria.

Y es que, como recuerda García Yeste, se trata de jóvenes que con 18 años tienen que tomar decisiones que son impensables para otros jóvenes de su misma edad: «Es un momento muy duro para ellos, y deben tomar tantas decisiones que los estudios son lo último que se plantean. Por eso es necesaria esta transición a la vida adulta».

Laura lo ilustra: «Todo el mundo quería cumplir los 18 para ir a la discoteca y cosas así; yo, en cambio, no quería... No quería ir a un piso tutelado. Y regresar con mi familia biológica no era opción. Me daba miedo quedarme sola, no seguir con mi familia de acogida porque su obligación conmigo ya había terminado... Por suerte ellos me dijeron ‘tú sola no te vas a quedar’... Trabajé en verano y con la asignación que tengo me pago mis gastos todo lo que puedo».

Ainhoa recuerda la misma angustia. En su caso vivía en un CRAE desde los 12 a los 18 y cuando cumplió la mayoría de edad decidió irse a vivir con sus abuelos en Calella. Ahora ha alquilado un piso con una amiga en Tarragona y cada fin de semana va a verles.

Ella tenía muy claro que quería estudiar, «siempre me he refugiado de todo lo malo en los estudios», reconoce. Aunque cree que con esforzarse no basta, sino que «es crucial tener a alguien que te impulse y te diga que eres capaz, si no, no tiras». En su caso fueron una profesora y su abuelo. En el CRAE también la apoyaron.

Quiso estudiar Derecho porque tuvo un juicio y una sentencia que no le gustaron, igual que tampoco comparte la forma en que se trata a las víctimas. Ahora quiere entender los mecanismos que se pusieron en marcha entonces y cómo cambiarlos. Aunque de momento los estudios no son como imaginaba, espera cogerles el tranquillo. También tiene que adaptarse, admite, a vivir lejos de casa.

Las expectativas son claves

En los estudios que han realizado las profesoras está demostrado que una de las claves para el éxito educativo son las expectativas que se tienen sobre los alumnos. En el caso de los niños y adolescentes tutelados, quienes trabajan con ellos suelen rebajar las expectativas. «Les ofreces caminos aparentemente fáciles que no le ofrecerías a tus hijas e hijos, cuando los datos demuestran que tener estudios universitarios mejora sustancialmente las posibilidades de mejorar su situación económica y social», dice García Yeste.

Cuando preguntamos a ambas estudiantes cómo animarían a niños/as y adolescentes que ahora son tutelados a pensar en seguir estudiando, Ainhoa dice «que sepan que sí que pueden, que siempre hay ayudas, que hay que buscarlas. No puedes dejar que el pasado marque tu futuro. Que eso es parte de tu historia, no es tu historia». Y Laura añade, «y que personas como nosotras, que hemos pasado estas cosas, tenemos que estudiar para intentar cambiarlas o mejorarlas. Hay que demostrar que podemos hacerlo, que tenemos capacidades como todo el mundo».

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