«Salir de la Plaça del Rei y ver el gentío que hay nos da ‘subidón’»

La procesión más importante de la Semana Santa de la ciudad volvió ayer en total normalidad, tras la pandemia, aunque sin la presencia del Pas del Descendiment de la Creu. Las calles de la Part Alta se llenaron de solemnidad en una jornada multitudinaria

07 abril 2023 23:45 | Actualizado a 08 abril 2023 00:05
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Faltan diez minutos para las siete y media de la tarde. Es Viernes Santo y en la Plaça del Rei no cabe ni una aguja. Las bandas de tambores empiezan a formar, mientras otros aprovechan para tensar el instrumento. Los portants se dan el último abrazo antes de vivir uno de los momentos más emotivos de todo el año. Los abanderados se colocan bien el estandarte para ir cómodos durante el recorrido. Y las filas se recogen las colas, para más tarde dejarlas ir. La procesión del Sant Enterrament está a punto de empezar.

«Salir de la Plaça del Rei y ver ese gentío en el Passeig de Sant Antoni es un subidón que nos da energía y fuerza para toda la tarde», explica un cofrade del Sant Sopar, el primer misterio que sale en procesión. En estas filas también se encuentra Ester Maixé, una joven serrallenca, que lleva el Gremi de Marejants en el corazón. Lleva desde que nació formando parte de la entidad y, desde hace muchos años, hace lo que se conoce como el doblete. Ayer también lo hizo.

El Gremi de Marejants cuenta con dos pasos, el Sant Sopar y el Sant Enterrament. Uno sale en primera posición, y el otro en la antepenúltima. Eso significa que Ester tiene tiempo de dar luz a los dos misterios, o lo que es lo mismo, de hacer dos procesiones. Maixé acabó su primera procesión y se fue corriendo, en busca del Sant Enterrament. Lo encontró en la Plaça de la Pagesia y se añadió a las filas negras y azules.

Una de las novedades de este año fue la ausencia del paso del Descendiment de la Creu. El año pasado sufrió un accidente en medio de la procesión, que no le permitió poder salir ayer. No obstante, los miembros de la entidad no quisieron perderse la cita. Los congregantes del Descendiment se pusieron la vesta y salieron en procesión en su ubicación habitual, entre el Sant Crist de La Sang y La Pietat. El deseo colectivo era poder volver a la normalidad el año que viene.

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También fue la primera vez que casi no había sillas en el recorrido de la procesión. Por norma general, se colocaban en algunos puntos de la ciudad y tenían un precio simbólico. Ayer, solo había unas pocas en el Pla de la Seu y en el Pla de Palau. El primero que llegaba era el primero que se sentaba. Lo que tampoco apenas se vieron fueron mascarillas. El principal cambio respecto el año pasado, cuando la organización recomendaba ponérsela. La Covid ya es cosa del pasado. Ayer se volvió a demostrar.

Para Montse Gil, congregante de la Associació La Salle, también fue un año diferente. Lleva desde 2008 tocando el tambor con el paso de L’Oració a l’Hort. Ayer, por primera vez, hacía la procesión sin tambor pero al lado de su banda. El motivo de este cambio es que ahora tiene una hija de dos años y medio y aseguraba querer vivir la Setmana Santa con ella. «Este año ya no podía comprometerme a ensayar casa domingo y, además, quiero que mi hija viva esta festividad a mi lado», explica Gil. La pequeña, de dos años y medio, hizo la Recollida, pero no la procesión. La madre sí que desfiló a filas. Al llegar a la Plaça del Rei, Gil se sacaba la cucurulla con los ojos llorosos. La emoción y las lágrimas se desataron al subir la Baixada de la Peixateria. «Ha sido duro no llevar el tambor. He sentido como un pellizco en el corazón», decía tras pocos minutos de acabar.

Otro de los testimonios era Ramon Gómez, ganxo del Sant Sepulcre. Lleva 34 años en la hermandad y aseguraba, minutos antes de empezar, que vive la procesión «con respeto y sentimiento». Tanto él como el resto de sus compañeros, siguen desde hace años, el mismo ritual. Una vez terminó la Recollida, se dirigieron a la azotea del Gremi de Pagesos, donde hicieron una merienda cena y vieron pasar a los primeros misterios por la Plaça de la Pagesia. El Sant Sepulcre es el penúltimo en salir. Sobre las 21.30 h, fueron todos juntos a la Plaça del Rei. Empezaba lo importante. Sin ninguna duda, uno de los momentos de piel de gallina que protagonizó este paso es cuando hizo la reverencia al Cristo que les esperaba en el interior de su parroquia, en la iglesia de Sant Llorenç, en la Plaça de la Pagesia.

Unos cuantos pasos más adelante iba Laura Caparroz, ejerciendo uno de los papeles claves de esta procesión. Caparroz es arrenglaradora de La Sang, congregación que organiza el acontecimiento. Su función es procurar que todo vaya bien, que no haya ningún imprevisto y que la procesión no se corte. La Sang reparte un arrenglarador en cada cofradía. A Caparroz, ayer, le tocó la Germandat Nostre Pare Jesús de la Passió. «Nos hemos estudiado una especie de plan que nos explicar cómo actuar si ocurre alguna cosa», explicaba Caparroz antes de empezar. La joven, mientras se intentaba poner bien el walkie talkie, nos explicaba la importancia de hacer el acordeón. «Es una técnica que sirve para que la distancia entre un paso y otro se acorte. Se basa en estirar las filas», explicaba.

Como cada año, en la calle Mare de Déu del Claustre se vive uno de los momentos más críticos para las congregaciones y los pasos. Es una calle estrecha, tanto que los misterios deben calcular al milímetro como pasar por allí. También se vive intensamente la Baixada de la Misericórdia, donde la complejidad por la textura de la calle y el desnivel aumentan considerablemente. La procesión de ayer acabó sin ningún incidente.

El eterno debate

Pero no todo fue tan fácil. La otra cara de la moneda la protagonizaron los portants que, en algunos casos, acabaron la procesión sacando la lengua. Salían de dentro con dificultad para respirar. Cansados, exhaustos.

Este es el motivo que utilizan algunos de los costaleros para argumentar que se acorte el recorrido. Proponen que se elimine el tramo de la Rambla Nova. «No hay casi público, es un momento frío. La gracia de la procesión es hacerla por la Part Alta. Todos saldríamos ganando», decía un portant, al salir de debajo del paso. Y justo en la Rambla Nova se vivió ayer uno de los momentos más especiales de la tarde. Los Armats de La Sang recogían, en un emotivo encuentro al Sant Crist, a la altura del Teatre metropol. Lo custodiaron hasta el final de la procesión.

Los organizadores, por el momento, no quieren ni oír a hablar de eliminar el tramo de la Rambla. En lo que sí trabajan desde hace años es en cambiar el final del recorrido. El objetivo es llegar a la Baixada de la Peixateria a través de la calle Trinquet nou, y no por la calle Sant Oleguer. El motivo es evitar que los pasos que suben se encuentren de frente en la Rambla Vella con los que ya han acabado y van a guardarse en la iglesia de Sant Agustí. «Llevamos desde 2019 intentando hacer este cambio, pero un cable de telefonía en la calle Trinquet Nou, no nos lo permite», explicaba ayer Daniel Pallejà, coordinador de la procesión del Sant Enterrament.

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