Educar sin gritar: Cinco claves para conseguirlo

Los padres dispuestos a afrontar este reto lo hacen pensando en criar a niños más saludables y equilibrados 

24 septiembre 2017 18:18 | Actualizado a 10 octubre 2017 20:05
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Nadie ha dicho que la crianza y la educación de los hijos sea un camino fácil y lleno de rosas. Todo lo contrario, hay que superar baches y contratiempos. Cómo afronte cada situación determinará el desarrollo emocional de los más pequeños, razón de más para desterrar los gritos de la crianza y la educación. Pero, ¿cómo llega un padre a gritar a su hijo de forma constante? Según la psicóloga Olivia Sacristán, «que como padres comencemos a gritar puede deberse a muchos motivos, que pueden ir desde estar cansados, tener pocas habilidades para afrontar ante los conflictos, estrés o ansiedad, o tener interiorizado un estilo educativo autoritario».

Estas son algunas de las ‘chispas’ que prenden la mecha, pero en ningún caso deberían ser el detonante para que la crianza de sus hijos se convierta en un cruzada de gritos. «Las personas no funcionamos bien desde la coacción y el temor. No debemos olvidar que somos el modelo sobre el que nuestros hijos actuarán en el futuro. Si les gritamos les enseñamos que ésta es la forma de afrontar los problemas, en lugar de ayudarles a desarrollar estrategias que serán mucho más útiles cuando sean mayores», afirma la psicóloga con despacho privado en la ciudad de Reus (www.oliviasacristan.com). 

Educar desde el amor es la base para enterrar los gritos. Puede empezar por:

1. Informándose de lo que funciona y lo que no. Esto significa librarse de mandatos familiares que ha ido interiorizando. «Es muy probable que estemos reproduciendo modelos que hemos vivido en nuestra infancia, pero eso no significa que no podamos cambiarlos y actuar de una forma lógica, de acuerdo con lo que sabemos que conviene más», afirma Olivia Sacristán. 

2. Debería evitar caer en la ‘tormenta emocional’. Por ejemplo, llega a la habitación, donde sus dos hijos se están peleando y se mete de lleno, gritando también, sintiéndose fatal después y sin haber logrado, ni arreglar la solución, porque ahora son 3 gritando en lugar de dos, ni habiéndoles enseñado nada. «Antes de ‘sumergirse’ en el conflicto, mejor tomarse un momento en el que uno se pregunte si realmente me quiero meter en el torbellino», detalla Olivia Sacristán. Es muy probable que responda que no, por ello, mejor que se tome un momento para tomar perspectiva. La psicóloga aconseja cerrar los ojos e imaginarse paseando por una playa en invierno, o en una montaña nevada un día de sol… cualquier imagen que sugiera paz, y a partir de ahí vaya a dar a sus hijos una lección constructiva que les eduque y les enseñe. 

3. Busque la lógica en el comportamiento de sus hijos. «Es importante tomarse tiempo para escuchar su punto de vista tratando de entenderlo. Si te acusa de tratarlo injustamente no te limites a defenderte, pregúntale por qué lo piensa, quizá está celoso por lo indulgente que es con su hermano menor, o necesita que le dediques más tiempo», detalla la psicóloga.

4. Comience a confiar en la capacidad de decisión de su hijo. Esto desarrollará su autoestima y seguridad. Si se niega a comer verduras, explícale la necesidad de comerlas y ofrécele dos opciones. Si se quiere ir a dormir más tarde, pregunta por qué y ofrece una opción «como necesitas dormir lo suficiente, hoy te puedes quedar más pero mañana deberás ir a la cama antes, ¿qué prefieres?», afirma la experta.

5. Observe sus respuestas automáticas. Tiene ciertos patrones de conducta que se activan antes determinados estímulos. «Si cuando tu hijo molesta a su hermano pequeño le dices siempre: «para», y él te ignora, y tú se lo repites, y te vuelve a ignorar, la conversación es muy probable que acabe en gritos. Se trata entonces de encontrar el patrón disfuncional en la situación. Siguiendo con el ejemplo, en lugar de decírselo cada vez más alto y más enfadado, ir tranquilamente y pedirle su opinión sobre cómo pueden afrontar la situación. Los patrones de conducta no se cambian de un día para otro. Son una respuesta automatizada que hay que cambiar, y aunque los niños son maravillosos, también ponen a prueba la paciencia de sus papás cada día.

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