El circo hace equilibrios para sobrevivir en Tarragona

El sector de Tarragona aguanta el tipo y exige un circuito estable y más apoyo de las administraciones para equipararse a otras artes escénicas como el teatro, la música o la danza |

19 mayo 2017 16:40 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:40
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Javier Díaz - Cristina Valls

«No hay día que no me levante pensando que es un milagro que vivamos del circo. Somos muy afortunados porque no todos nuestros compañeros pueden decir lo mismo. El sueldo no es el adecuado, pero vamos a seguir picando piedra», afirma David Sancho, responsable de la compañía circense Passabarret, con sede en Valls. Lleva desde 1995 girando por España y Europa y da empleo a más de 25 personas al año.

El circo es un sector de supervivientes. Se ha deshilachado con la pérdida de referentes. Su oferta ha menguado. El último en tirar la toalla es el estadounidense Ringling, que en marzo echará el cierre. En la provincia de Tarragona, apenas Passabarret y el Circ de les Musaranyes de Riudoms alzan la carpa clásica.

«El circo no está de capa caída, su problema es que es muy vulnerable. No hay un circuito estable ni está presente en las programaciones municipales de las fiestas mayores. Las administraciones no lo apoyan. Estamos a años luz de las ayudas que reciben otras artes escénicas como el teatro, la música y la danza. Somos su hermano pequeño», apunta Sancho.

«El día que cada pueblo programe un solo espectáculo de circo al año, el sector cambiará radicalmente y todos podremos vivir holgadamente», añade.

En Catalunya hay unos 600 profesionales circenses. La tendencia vira hacia funciones en pequeñas salas, teatros e incluso hoteles. Cada vez se montan menos carpas, aunque se siguen llenando de público. El Raluy, con sede fiscal en L’Aldea, es el máximo exponente de este romanticismo. Se mueve por todo el mundo.

«El circo no está muerto, está en un buen momento creativo y con ganas de salir adelante. Ha pasado épocas peores. Pero necesita tomar decisiones y, sobre todo, más apoyo público. Quizá el futuro pase por compañías más pequeñas y espectáculos de un formato más reducido», sostiene el tarraconense Alfred Fort, gerente de la Associació de Professionals de Circ de Catalunya. En Tarragona hay pequeños grupos de malabaristas y payasos que funcionan.

«Es un arte multidisciplinar y se ha vuelto más práctico. Hace diez años, ir de pueblo en pueblo y montar y desmontar la carpa costaba 2.000 euros», comenta Leandro Mendoza, nuevo presidente de la feria Trapezi de Reus. Para ahorrar gastos, los equipos de artistas suelen ser ahora más reducidos y su transporte se limita en ocasiones a una furgoneta. «Este cambio no es malo, va acorde con la mentalidad nómada del circo. Los artistas tienen una idea de independencia y esa forma de viajar más ligera se les adapta», puntualiza Mendoza.

Los gustos del público también han variado. Los forzudos y los hombres bala han dado paso a los sofisticados acróbatas y contorsionistas de propuestas como Cirque du Soleil. Los leones ya no rugen y no hay elefantes. Los animales están desapareciendo de los espectáculos clásicos: su presencia es muy criticada por las asociaciones animalistas y ha sido prohibida en algunos territorios, como en Catalunya.

«Los animalistas han golpeado al circo. El año pasado hicimos un cartel con un dibujo de un león y un domador sonriendo y nos comieron por las redes sociales. Acusar al circo de maltrato sistemático es grave. Nuestro sector no quiere prohibir, sino regularizar», matiza Sancho.

La fauna salvaje era uno de sus reclamos de antaño. Ponía el toque exótico. «En las ciudades había gente que nunca había visto un león, sólo tenía noción de cómo era a través del cine. Ahora, con la televisión y la expansión de los medios de comunicación, eso ha cambiado. Se ha perdido ese exotismo», dice Fort. Por ello, «más allá de estar de acuerdo o no con su prohibición, lo cierto es que los animales ya son poco necesarios, han dejado de ser interesantes».


Un referente desde 1997
Reus es el epicentro circense de la provincia de Tarragona. Se ha construido un sello propio en torno al Trapezi, que, desde 1997, se ha consolidado como la feria del circo en Catalunya. Su próxima edición se celebrará del 11 al 14 de mayo. «Jóvenes que crecieron con el espectáculo itinerante son ahora los padres que llevan a sus hijos para continuar la tradición. Es un referente europeo que otorga identidad a la ciudad», indica Mendoza.

Sin embargo, los proyectos de formación sobre el mundo del circo no logran arrancar en Reus. El Giny, Centre de les Arts Gestuals i del Circ, nacido al amparo de los festivales Trapezi y Cos, está en vía muerta desde mediados del año pasado. Para el curso 2016-17 no ha programado ninguna actividad y el contrato de su director, Lluís Graells, no fue prorrogado al finalizar los cursos de 2016. El futuro del Giny está en el aire, pese a que el Ayuntamiento anunció en su día el traslado del centro a las antiguas instalaciones de la Escola d’Art i Disseny de la Diputació de Tarragona.

La formación circense reglada en Reus ya había sufrido un tropiezo previo con el fracaso del Batxillerat de les Arts del Circ i del Gest, que intentó implantarse en el Institut Gabriel Ferrater i Soler.

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