El mejor día del verano

Las locuras del cierre del mercado nos salvan del ostracismo veraniego y de la vuelta al trabajo. Bienvenidos al circo: fax que no llegan, jeques enloquecidos y tipos que lanzan el contrato a última hora por encima de la verja de la federación para llegar a tiempo

02 septiembre 2017 21:46 | Actualizado a 03 septiembre 2017 15:37
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El grupo de WhatsApp brincó pronto, pasada la medianoche. Era Gonzalo, que se fustigaba en la madrugada: «Espera, ¿Renato al Swansea?. Puff…». Luego decía algo del Leganés y del Getafe. Ya por la mañana, Adri escribió: «Remy a Las Palmas». Y puso cinco emoticones partiéndose de risa, para después presagiar: «Hoy va a ser un día divertido». Yo añado algo más ahora. Los días de cierre del mercado del fútbol en Europa y España son el asidero que nos saca del ostracismo veraniego, cuando la plomiza rutina de la vuelta al trabajo nos aplasta, cuando la bajona del estertor estival no perdona. Mis amigos, en ese grupo futbolero, parecen corresponsales tuiteando para seguir el mercato al minuto pero en realidad se chotean de los fichajes locos y gozan especialmente este año del maravilloso delirio de la burbuja petrodólar. No crean que somos unos mainstream y que sólo se debate sobre si Coutinho vale 160. Aquí se habla de Keita Baldé al Mónaco, de Krychowiak al West Bromwich Albion o de Bony al Swansea. 

«El puto mercado es lo más», calma los ánimos Gonzalo. Es inevitable no reírse de Bojan al Alavés o del amago de 100 millones que quería ofrecer el Barça al Mónaco por Lemar. Alguien aventura el ridículo azulgrana. A Adri lo de Orellana al Leganés le deja patidifuso. Jordi, desde la India, analiza: «Menos mal que el Bayern o la Juve no han entrado al trapo de esta locura». «Es una vergüenza, va a explotar todo», anuncia Gonzalo, y Enrique habla de Mahrez al Chelsea y de Maxi López (¡sí, la gallina!) al Udinese, su club número 13. 

Yo les pierdo el hilo, porque ya no sé (ni ellos tampoco) qué es realidad y qué juicio de futbolistas hacen según lo visto en el FIFA, y un día acabarán en un episodio de 'Black Mirror', sin saber discernir dónde empieza y acaba lo virtual. 

El verano no sería tal sin el minuto a minuto de las webs echando humo, con una mano en el móvil y la otra en el F-5. Estas veladas dan para mucho: el culebrón de tres meses que se desbroza a las once y media de la noche, el bombazo (Rivaldo, del Deportivo al Barça, es el ejemplo clásico) a menos cuarto, el fax que se encasquilla a menos diez, el mail que se atasca en la bandeja de salida y aquel tipo del club que lanza el contrato por encima de la reja de la federación para llegar a tiempo, como Willy Fog. 

Todo ello queda muy circense y patético, y luego, al día siguiente, viene alguna frustración y jugadores atrapados en clubes donde no debían estar, anomalías del espacio-tiempo, como Marty McFly a punto de conocer a su padre cuando tenía la misma edad que él en 'Regreso al futuro' o como Keylor Navas entrenando en Valdebebas, un día después de haber sido empaquetado en aquel avión rumbo al United. 

Los jugadores, más que nunca, se nos antojan mercancía intercambiable, trapicheo de cromos, cifras de balance en un Excel o una partida al 'PC Fútbol'. Ahí no hay ni cantera ni colores ni valores, pero nos gusta darle de comer a la máquina. 'The show must go on'. Si a todo ello le añaden un disparatado jeque qatarí en ebullición, a Bartomeu con un cheque de 150 ‘kilos’ (como un mono con pistola) y a Florentino, esta vez en segundo plano, acariciando el gato a oscuras en su sillón, y todo ello en cuenta atrás, ¿acaso no es ese el mejor día del verano?

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