'El objetivo de cualquier relación ha de ser el de construir, no el de destruir'

Entrevista a la psicóloga Montse Rovira sobre las relaciones tóxicas. "Si piensas que necesitas de forma imperiosa una pareja para ser feliz, tienes el sufrimiento garantizado", afirma

19 mayo 2017 15:54 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:18
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Últimamente se ha popularizado el término relaciones tóxicas. ¿De qué estamos hablando cuando lo utilizamos?

Efectivamente es un término que se ha popularizado y que se utiliza de forma coloquial para designar aquellas relaciones que han mutado hacia algo que tiene el potencial de ser extremadamente dañino para el bienestar, en las que uno de los miembros inflinge daño emocional y a veces también físico al otro miembro de la relación. En Terapia Racional Emotiva Conductual, más que de relaciones o personas tóxicas, hablamos de comportamientos tóxicos, puesto que existen individuos que se relacionan de forma muy distinta en función del vínculo afectivo y establecen relaciones tóxicas únicamente con ciertas personas.

 

¿Existen diferentes tipos de relaciones tóxicas? Y ¿Cuáles son?

En cuanto a los ámbitos en los que puede darse la relación tóxica, el que recoge mayor incidencia es el de la relación de pareja, pero también encontramos relaciones tóxicas en el ámbito familiar (padres que maltratan a sus hijos), laboral (autoritarismo, acoso laboral) e incluso en relaciones de amistad o compañerismo (acoso escolar, amigos envidiosos, vecinos chismosos…). Por lo que atañe al tipo de maltrato ocasionado, este puede ser emocional (o psicológico), físico y sexual. Las relaciones tóxicas también se clasifican en función del comportamiento disfuncional que la persona maltratadora ejerza respecto a su víctima.

 

¿Cómo podemos saber si estamos delante de una persona tóxica?

El objetivo de cualquier relación, sea en el ámbito que sea, ha de ser el de construir, no el de destruir. Las personas han de crecer individualmente y conjuntamente a través de su relación. En una relación tóxica no hay crecimiento, hay sufrimiento. La personalidad tóxica puede tener diversas manifestaciones que nos permitirán saber si estamos en una relación tóxica: existe la persona que descalifica, humilla y ridiculiza en privado y en público, la que controla por intimidación, la que induce culpabilidad, la que se exime de tomar decisiones para después encolerizarse por las decisiones tomadas por la pareja, la que utiliza al otro y jamás se siente satisfecha con lo recibido, la que ejerce un dominio posesivo, la que manipula a la víctima haciéndole creer que ella es la víctima, la que agrede física o verbalmente, la que despliega distintas identidades en función del contexto, la que se muestra de forma egocéntrica, cruel, insensible, hostil, etc. Es bastante frecuente que varios de estos comportamientos se conjuguen en una relación tóxica.

 

¿Cómo podemos huir de este tipo de personas?

Si alguien te dice “no puedo vivir sin ti”, ¡corre! Tenemos que ser conscientes de que no podemos cambiar al otro, pero sí podemos cambiar nosotros. La persona que está inmersa en una relación tóxica tiene que aprender a ser consciente de sus creencias. Las creencias son patrones de pensamiento que nos inducen a sentirnos y a comportarnos de una determinada manera. Si tenemos creencias disfuncionales del tipo “no puedo vivir sin ti”, no tendremos recursos para construir una relación sana o para abandonar una relación conflictiva. En las relaciones de pareja de donde tenemos que huir es del pensamiento híper-romántico acerca del amor, el amor debe ser razonado para ser razonable. Afortunadamente la Psicología Cognitiva Conductual ofrece evidencias científicas de que la persona tiene la capacidad de revisar su sistema de creencias y modificarlo para convertirse en alguien emocionalmente fuerte para, desde esa fortaleza, gestionar cualquier ámbito de su vida.

 

¿Es posible sanar una relación tóxica?

Depende del grado de toxicidad del que estemos hablando. Como te decía, teniendo en cuenta que sólo podemos cambiar nosotros y no al otro, es evidente que no podemos cambiar a una persona tóxica, pero sí nuestra actitud respecto a la situación. En ciertos casos podemos modificar comportamientos tóxicos y con ello sanar la relación. Te puedo poner como ejemplo ciertos comportamientos adolescentes en los que uno de los miembros de la pareja pretende ejercer un control sobre el otro exigiéndole conocer la contraseña de su correo electrónico o saber con quien chatea con el móvil, excusándose en una apología insana de la máxima confianza entre ambos. Por supuesto que estos comportamientos pueden modificarse y con ello la relación, pero para tener una oportunidad razonable de sanar una relación tóxica, paradójicamente hay que estar preparado para abandonarla. No necesariamente son relaciones sin esperanza de recomposición, pero hay que realizar un esfuerzo considerable para convertirlas en relaciones sanas.

 

¿Las relaciones tóxicas son peligrosas, en términos de salud emocional y psicológica?

Provocan mucho sufrimiento emocional y es fácil que desemboquen en trastornos de ansiedad y depresión. Un caso especialmente arriesgado es de la relación con una persona que padezca trastorno de personalidad antisocial, también conocido como psicopatía. No todos los psicópatas cometen actos delictivos y están encarcelados. Los llamados psicópatas integrados pueden no ser especialmente peligrosos si se encuentran satisfechos, si no pueden causar mucho mal, llegando incluso a la tortura y al asesinato. Estamos hablando de personas que no reconocen el sufrimiento ajeno, que son conscientes de sus actos, pero no tienen conciencia ni remordimientos. No siempre resulta fácil de detectar porque a menudo son personas socialmente encantadoras que se transforman en individuos crueles en la intimidad. Sería el caso más extremo de relación tóxica.

 

¿Este tipo de relaciones surgen de la dependencia emocional que a veces sentimos en relación a diferentes personas?

La dependencia emocional es el caldo de cultivo de las relaciones tóxicas porque una persona emocionalmente dependiente no se siente capaz de crecer individualmente, por sus propios medios, y permanece en la relación tóxica porque está aterrorizada ante la opción alternativa: la autonomía. El miedo a la incertidumbre la paraliza.

Una de las características fundamentales de una relación sana es la interdependencia, que es el nivel más alto de madurez afectiva. Para ser interdependientes, antes tenemos que haber aprendido a ser independientes. En la relación interdependiente cada individuo coopera con el otro para lograr objetivos individuales y comunes, se establecen sinergias, es la actitud del “nosotros” en la que se combinan los talentos individuales para el éxito personal y conjunto. En una relación tóxica no hay interdependencia, muy al contrario, uno de los miembros de la pareja suele tener una gran dependencia emocional, lo que la convierte en víctima propiciatoria para la persona maltratadora. A veces ambos miembros de la pareja son dependientes, viven la relación como una necesidad afectiva obsesiva y exigen ser correspondidos de la misma manera, en estos casos una relación que se inició de forma satisfactoria puede llegar a convertirse en una tortura para ambos.

 

¿Cuándo la estima por una persona se puede convertir en obsesión, cuáles son los factores de riesgo?

El amor obsesivo es un amor enfermizo y el riesgo que conlleva es el sufrimiento propio o inflingido. El Dr. Albert Ellis, creador de la Terapia Racional Emotiva Conductual decía que «hacemos lo que hacemos porque pensamos lo que pensamos». Si piensas que necesitas de forma imperiosa una pareja para ser feliz, tienes el sufrimiento garantizado. Primero porque la buscarás desesperadamente, y cuando la encuentres porque vivirás angustiada por el temor a perderla. Si además la relación es conflictiva, tu obsesión por conservar la pareja puede anular tu propia identidad.

 

¿Tomar distancia emocional es la única solución?

La solución es la prevención. Las personas psicológicamente maduras escogerán vivir y disfrutar de sus relaciones desde la preferencia, no desde la necesidad o desde la exigencia. “Te quiero, pero no te necesito” ha de ser la premisa sobre la que construir una relación saludable. Cuando una persona se encuentra inmersa en una relación tóxica, en primer lugar ha de ser consciente de ello y con frecuencia no es así, incluso llegan a apartarse de su familia y de sus amigos sin ser apenas conscientes de ello, simplemente para complacer a la pareja. La distancia a tomar no es emocional, sino cognitiva. Y es esa distancia cognitiva la que proporcionará recursos emocionales y conductuales para tomar las decisiones más adecuadas.

 

¿Las relaciones tóxicas afectan más a hombres o a mujeres?

Tanto hombres como mujeres tenemos los mismos sentimientos, la misma capacidad emocional, aunque es cierto que existen ciertas tendencias de género que hacen que la expresemos de forma distinta. Hombres y mujeres seguimos arrastrando un modelo socio-cultural en el que la vida de pareja esta sobredimensionada hasta el punto de que son muchas las personas que contemplan su pareja como una especie de prótesis, una parte de sí mismas sin la cual creen que no podrían sobrevivir. Esta distorsión es común a ambos sexos. Las parejas sanas, funcionales y por ende más felices, son las que comparten la vida siendo conscientes de que si la relación se acaba ambos seguirán adelante, tal vez con cierta pena, pero nunca con la convicción de haber caído en un abismo. 

 

¿Hay un momento en la vida en el que entramos en el mundo de las relaciones tóxicas?

Los seres humanos somos gregarios por naturaleza. Nos encanta relacionarnos y establecer vínculos de cercanía emocional y física. Compartir con la pareja, la familia, los compañeros, los amigos, es una de nuestras mayores satisfacciones. Aunque en cualquier ámbito de nuestras relaciones puede aparecer de improviso una persona con comportamiento tóxico, si somos psicológicamente maduros tendremos recursos para enfrentar esa relación o huir de ella. Como te decía, hay una gran influencia cultural entorno al ideario de pareja. Es indudable que lo que hemos aprendido por educación, por absorción, o por experiencia propia o ajena, influye en nuestra manera de pensar, sentir y actuar, pero eso no significa que sea categóricamente determinante y que no tengamos la facultad de modificarlo. Hay opciones, son posibles, si no las ejercemos es por desconocimiento o por falta de entreno, por no haber sido educados para ser individuos independientes que elegimos relacionarnos desde la libertad. Afortunadamente se puede cambiar, siempre y a cualquier edad.

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