Una ermita con encanto Sant Bartomeu de Fraguerau

El santuario está alejado de la civilización y su ubicación se encuentra oculta entre los bosques de la Serra de Montsant 

27 julio 2017 08:12 | Actualizado a 27 julio 2017 08:22
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Ulldemolins alberga en las entrañas de sus montañas parajes naturales de incalculable valor orográfico. Sin duda los conglomerados diogocénicos, de rocas y peñascales, consiguen atraer, ya sea por sus formas o bien por su senderos de cierta dificultad, a aquellos aventureros más exigentes. 

Para llegar hasta la ermita de Sant Bartomeu de Fraguerau, se calcula entorno la hora y cuarto de caminata, siempre y cuando se mantenga un buen paso, y no se produzcan paradas ni para contemplar las vistas o echar un trago de agua a nuestras cantimploras. 

Como sabemos que eso no va a suceder, la hora se convierte en prácticamente dos horas de camino hasta nuestro destino. ¿Por qué quién puede resistirse a los encantos del río Montsant?

El recorrido parte de la zona recreativa de la ermita de Sant Antoni, donde emana una fuente, en la que podemos recoger agua o descansar antes de comenzar la ruta. «Sería aconsejable que fueran bien preparados, con mochilas, botellas de agua y que no falte  un botiquín de primeros auxilios. Por si acaso», expresaba uno de los caminantes que llevaba cogido a su hijo de ocho años, quien se había lesionado al correr por el  camino pedregoso hacia la ermita de Sant Bartomeu. 

En cuanto a vestuario estaríamos hablando de ropa deportiva y cómoda, y como complemento hemos de incorporar  palos de escalada, porque algunos de los tramos del recorrido son bastante difíciles como para hacerlos  sin ayuda. 

En el espacio de les codolles fondes, el curso de aguas frías, claras y nítidas del río, que serpentean la sierra, han ido erosionado y cortando durante milenios sus rocas. Inevitablemente los ojos se nos desvían hacia una barandilla que bordea el acantilado del monte. Desde allí, un mirador, situado a mitad del trayecto se convierte, sin lugar a dudas, en la predilección de muchos turistas. Mientras que los más intrépidos deciden seguir adelante, los más cautos, agarrados a la baranda, contemplan el espectáculo natural que ofrece el páramo. 

El entorno, poco a poco, va sorprendiendo a sus inquilinos, de las formas más inéditas que podamos  imaginar. Sin a penas  ser conscientes de ello, nos encontramos rodeados de  árboles y  ramas que forman túneles naturales,  que parecen sacados del cuento de Alicia en el país de las Maravillas.

A lo largo del sendero, podemos refrescarnos a la sombra de las diferentes especies arbóreas que van resiguiendo el camino. El paisaje presenta animales muy variopintos, aunque predominan insectos, y sobre todo diferentes variedades de libélulas, también podemos encontrar mamíferos, anfibios y aves por esta zona natural.  

Pasados los bosques, aparece un puente colgante de madera, sujeto por cuerdas tensadas de acero a los troncos de los árboles más fornidos. Quienes padezcan vértigo, no es recomendable que sigan, a pesar de las ganas que tengan de llegar al santuario localizado a unos 550 metros de altitud. 

A este primer puente le sigue otro un poco más pequeño y de menor altura , pero que se zarandea algo más que el anterior. A pesar de ello vale la pena cruzarlo para llegar a nuestro destino .

A punto ya de llegar a la ermita, unos jóvenes que bajaban de allí aseguraban que «la tranquilidad y harmonía que hay arriba, no tiene precio». Y Así es, porque una vez llegamos a la ermita de Sant Bartomeu,  lo único que escuchamos es el canto de algún que otro pájaro que ambienta el paraje, y silencio absoluto. En la parte alta de una pared de roca del monte, justo enfrente de la ermita, hay una placa que anuncia que hay que respetar el silencio de la zona. 

Las vistas que ofrece el lugar son incomparables e invitan a sus inquilinos a relajarse y contemplar desde el mirador de la ermita de Sant Bartomeu de Fraguerau,  todo ese espectáculo natural, único y mágico.

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