¿Y si no nos depilamos más?

La tiranía anti-pelos se hace más fuerte en verano... Ya ni los hombres se salvan

10 agosto 2017 07:37 | Actualizado a 10 agosto 2017 08:02
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La escena tuvo lugar en el autobús de la línea 16, mejor conocido como ‘el de la playa’.  Entre la masa de niños inquietos y señoras con sillas plegables destacaban dos chicos jóvenes (unos 20 años) bien bronceados, con pantalón corto y camiseta de tirantes. Aunque lo que realmente llamó mi atención fue el momento en que uno de ellos se cogió a la barra:¡de esa axila no asomaba ni un pelo!... Además, un escáner posterior permitía comprobar que no había vello allí, pero tampoco en el pecho, los brazos, la espalda, las piernas... En ningún sitio visible, vamos.

Lo curioso del asunto es que justo antes de reparar en los chicos yo venía ocupada pensando en si esa pasada  fugaz de afeitadora que me acababa de dar en la ducha realmente había servido para liberarme del ‘pelo asocial’, ese que asoma por el bikini y que me haría blanco seguro de miradas reprobatorias. Con tanta prisa, justamente, para coger el autobús, no había podido hacer la operación a conciencia.

Sentí placer pensando que ahora ellos también sabrán lo que es bueno

Así que cuando vi a los jóvenes perfectamente depilados sentí cierta envidia que rápidamente se convirtió en macabra alegría:la tiranía de la depilación había dejado por fin  de ser cosa exclusiva de las mujeres. Y comencé a vislumbrar un futuro cercano (el de mis hijas, que no el mío) en el que los chicos también serían juzgados como guarros descuidados si algún pelo osaba asomar por algún sitio que no fuera la cabeza o la barba. Sentí  placer, puro placer, pensando que ellos también iban a saber lo que es bueno: la cera caliente, las cuchillas traicioneras y las sesiones de fotodepilación láser que cuestan una pasta.

Y, claro está, sólo imaginarme las escenas me arrepentí. No es justo que las mujeres se sientan obligadas a depilarse en verano, pero tampoco los hombres.

De Egipto a Hollywood

Pero entonces, ¿de dónde viene toda esta locura por despojarnos de los inocentes pelillos que nos recubren el cuerpo? En una breve investigación encontré que hay referencias históricas que hablan de que ya en el antiguo Egipto, Roma y Grecia existían ceras, piedras pómez y artilugios para eliminar el vello corporal (aunque entonces se aplicaban indistintamente en mujeres y hombres).

Las cosas comenzaron a cambiar a principios del siglo pasado. En 1915 la revista  Harper’s Bazaar publicaba un anuncio de polvos depilatorios «para poder lucir los vestidos de verano»... Estábamos sentenciadas. A partir de allí las actrices de Hollywood, con sus piernas libres de vello, hicieron el resto.

La pequeña rebelión

Pero a esta dictadura, detrás de la cual hay un negocio enorme y creciente (ahora incrementado por la incorporación  de los hombres a la paranoia antipelos), le han surgido pequeñas rebeliones. En España el año pasado la cuenta en Twitter @elvelloesbello consiguió que la etiqueta #MiVelloMisNormas se convirtiera en trending topic un día del mes de agosto. Alló todavía muchas chicas siguen colgando sus fotos sin depilar. Una de las últimas aportaciones es un vídeo de una depilación con cera en cámara lenta. Duele sólo de mirarlo.

La idea, insisten, no es ponerse en contra de la depilación, sino a favor de la libertad de las mujeres para decidir si eliminar o no el vello corporal. La idea les ha costado no pocos comentarios desagradables e insultos.

Y por el camino también di con Rocío Salazar, una ilustradora sevillana tan divertida como valiente que un día se preguntó: ¿Y si no me depilo más? Dicho y hecho, se puso aquella falda sin depilar y todo lo que pasó después se ha convertido en un sinfín de hilarantes viñetas y hasta ha dado pie a un libro.

Yo también me he hecho la pregunta,  pero lo cierto es que no soy tan valiente como Rocío; muy a mi pesar me sigue importando lo que piensa la gente, así que me sigo quitando el ‘pelo asocial’, el que se ve... Aunque en los últimos días he  pillado alguna mirada de reojo en el vestuario del gimnasio al que he comenzado a ir. Iban directas a esos otros pelos que, tercamente, siguen en su sitio... He pensado: son el último reducto, el ‘por allí no paso’. Espero resistir.  

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