«Cuando una persona se ahoga hay que rescatarla, sea pescador o migrante»

La periodista y defensora de los derechos humanos Helena Maleno relata en ‘Mujer de frontera’ su lucha por los que cruzan el Estrecho

03 agosto 2020 06:50 | Actualizado a 03 agosto 2020 07:43
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«Mujer de frontera es un homenaje a las personas que han sembrado vida donde los políticos europeos han puesto muerte. Es un homenaje a su valentía, a todo lo que nos han enseñado y lo que nos pueden enseñar. Es también la búsqueda de Justicia y reparación». Con estas palabras hace referencia Helena Maleno Garzón a su libro Mujer de frontera. Defender el derecho a la vida no es un delito (Ediciones Península), en el que, a modo de thriller, relata su lucha en los tribunales en Marruecos, acusada por la policía española de traficar con migrantes.

Helena Maleno (El Ejido, 1970) es defensora de derechos humanos, periodista e investigadora de los movimientos migratorios y la trata de seres humanos. «Llegué a Marruecos para hacer un trabajo sobre la política de externalización de fronteras, que ya se apuntaba en aquella época, en 2002. Consiste en que Europa paga a terceros países por el control migratorio y también quería estudiar las maquilas de Tánger, es decir, toda la ropa que empezaba a hacerse de Zara y Bershka», cuenta Helena. Partiendo de esta premisa, su relación con los hombres y mujeres de frontera no tardó en establecerse. «En los bosques encontré esa realidad de personas, que ya era palpable, que vivían en tránsito migratorio. Y la vulneración de derechos que sufrían era terrible. Son escenas en Ceuta y Melilla, de personas corriendo, devueltas por la policía sin ningún tipo de procedimiento administrativo. Todo eso llamó mi atención y poco a poco me fui quedando, documentando la situación», relata la reportera.

¿Por qué mujer de frontera? «Porque yo soy del Ejido pobre que por efecto de la macropolítica económica se convierte también en una tierra que explota a otras personas. Porque Marruecos está más cerca de Andalucía de lo que está el resto de Europa, pero la frontera intenta alejarnos. Yo soy producto de esa frontera que nos atraviesa», responde la defensora de derechos humanos.

La primera llamada de una patera que se estaba hundiendo la recibió Helena en 2007, quien avisó de inmediato a Salvamento Marítimo. Fue la primera de cientos. ¿Qué se siente cuando esto ocurre? «Hay múltiples situaciones», manifiesta. «Hay que tener calma y obtener la mayor información posible en el menor tiempo. Pero lo que ocurre es que en estos últimos tiempos se ha recortado mucho en Salvamento Marítimo. El derecho a la vida de los migrantes se ha visto muy tocado por las políticas europeas. Y si una persona se está ahogando hay que rescatarla. Da igual si es un pescador, el propietario de un yate o un migrante, porque hay una convención que nos obliga», sostiene. «Son momentos muy duros y lo peor es cuando te quedas sin comunicación, porque cuando el teléfono deja de sonar no sabes qué ha pasado con ellos. Y si hay una tragedia, ese teléfono no para de sonar. Son los familiares buscando respuestas».

Paradójicamente ha sido su altruismo el que la ha llevado hasta los tribunales, a defenderse de las acusaciones que pedían para ella cadena perpetua. «La investigación la inicia la policía española, pero en España, la Audiencia Nacional la desestima. Sin embargo, a pesar de todo, ese presunto dossier criminal llega a Marruecos y el juez me convoca. Pero lo envían de una forma muy extraña, sin pasar por los cauces legales, por la embajada y el juez de enlace y a partir de ahí yo voy descubriéndolo. Eran una serie de consideraciones morales, sobre mis relaciones sentimentales, transcripciones de todos los años que me han estado escuchando y falsedades», señala. Afortunadamente, el juez marroquí «fue muy diligente en sus investigaciones. La Justicia que la policía española me había negado la encontré en Marruecos». Aunque Helena reitera que las personas que inventaron ese dossier «siguen ahí. El daño no se ha reparado».

Fue un proceso en el que Helena pasó miedo por el sufrimiento que veía en los ojos de sus familiares y allegados. Aunque también encontró solidaridad, «en España, en Marruecos y a nivel internacional, Naciones Unidas. Al final fue un triunfo colectivo. Porque una condena hubiera hecho mucho daño a otras personas que trabajan con la solidaridad».

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