El Congreso rechaza la iniciativa de Iglesias de despedir a Rajoy

El líder de Podemos se ve ganador pese a la crítica unánime que ha recibido y Rajoy constata que no tiene alternativa enfrente

15 junio 2017 09:16 | Actualizado a 15 junio 2017 09:27
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Pablo Iglesias y Mariano Rajoy celebraron igual el final del debate de la moción de censura, con una ovación de los suyos. Los dos tenían  motivos para la satisfacción y para la desazón. El líder de Podemos salió derrotado sin paliativos, pero se fue a casa con un tímido acercamiento al PSOE en el bolsillo. El presidente del Gobierno tampoco logró rechazar la censura con la mayoría absoluta de los Presupuestos, pero comprobó que no existe una mayoría alternativa y que construirla no será tarea de dos días.

170 diputados del PP, Ciudadanos, Coalición Canaria, Foro Asturias y Unión del Pueblo Navarro votaron no; los 97 del PSOE, PNV, PDeCAT y Nueva Canarias se abstuvieron; y 82 de Unidos Podemos, Esquerra, Compromís y EH Bildu votaron a favor. Las 16 horas de debate no movieron un solo voto y el resultado fue el previsto. El líder de Podemos, sin embargo, cantó victoria porque su objetivo inconfeso no era ganar la moción y desalojar a Rajoy de la Moncloa. Su pretensión, a la vista de los resultados de las primarias del PSOE, era reconstruir los puentes volados con el partido que lidera de nuevo Pedro Sánchez, y entendió que ayer dio un paso hacia esa meta. Era además una forma de paliar su fracaso. Ahora bien, la sinceridad de ese movimiento amistoso ya es otro cantar porque Iglesias no se ha apeado de su idea de ser el referente de la izquierda. 

Con sus palabras conciliadoras -«le tomo la palabra para trabajar juntos por una mayoría alternativa», emplazó al portavoz socialista, José Luis Ábalos- intentó además lavar el borrón de la investidura de marzo, cuando se negó a facilitar, fuera con su apoyo o con su abstención, que gobernara Pedro Sánchez. Negativa que le reprocharon varios portavoces durante el debate.

Sabor agridulce

Pero Iglesias tiene motivos para la reflexión. Todos los portavoces, incluso alguno de los que votaron a favor de la censura, fueron muy críticos con él. El líder de Podemos fue el común denominador de las palabras más duras, por supuesto del PP, pero también del PSOE, Ciudadanos,  PNV, PDeCAT y las dos fuerzas nacionalistas canarias. Hasta los portavoces de Compromís y EH Bildu se permitieron algún pescozón al candidato.   

El otro ovacionado de la jornada también tuvo motivos para paladear un sabor agridulce. Rajoy, el protagonista ausente de la segunda jornada del debate, corroboró que su minoría es estable, a pesar de los ocasionales desaires de Ciudadanos, y constató que las huestes opositoras están todavía lejos de amalgamarse. Sorteó con holgura la censura, pero sabe que la mayoría absoluta de los Presupuestos fue circunstancial porque las amistades del PNV y Nueva Canarias eran interesadas y respondían a unas concesiones económicas que no tendrán traducción política a lo largo de la legislatura, al menos según lo que se vio hoy.            

El presidente del Gobierno tiene las espaldas cubiertas a medias. No podría ganar una cuestión de confianza si se le ocurre plantearla ni enfrentarse con éxito a una nueva moción de censura si es el socialista Pedro Sánchez el que la impulsa de la mano de Podemos.

 El PSOE tiende puentes con Podemos pero aspira a ser quien marque la agenda

«Estoy contento», dijo tras la votación, porque el mensaje de rechazo a «los radicales y extremistas» ha sido «claro». Pero entre sus colaboradores ya se ha instalado la preocupación por una eventual entente de la izquierda con los nacionalistas siempre que encuentren una solución asumible para todos sobre el proceso soberanista en Catalunya. 

El PSOE busca acercarse

Mientras, el ‘nuevo’ PSOE quiere colaborar con Podemos. Es una de sus señas de identidad. Lo dejó claro Pedro Sánchez durante su campaña de primarias y lo escenificó ayer en el Parlamento su hombre de confianza, José Luis Ábalos, al recoger el guante de Pablo Iglesias para revertir juntos las políticas del PP. Pero se trata de un acercamiento cauteloso. Interesado, incluso. 

Los afines al restituido secretario general creen que esa es la única manera de volverse a ganar a esa parte de su electorado seducida en un primer momento por el joven partido de la izquierda. Pero en la operación, aspiran a dejar clara su supremacía.

Ábalos no solo eludió comprometerse con una nueva moción de censura para la vuelta del verano o antes de Navidad sino que dio a entender que Iglesias aún tiene que trabajar mucho para demostrar una verdadera voluntad de entendimiento. Así justificó su abstención, pese a lo «censurable» del Ejecutivo. 

Los socialistas no olvidan que, cuando pudo evitar un Gobierno de Mariano Rajoy, el líder de Podemos se dejó llevar por sus expectativas electorales y puso a España rumbo a unas segundas elecciones. Así que ahora le exigirán que, como prueba de buena voluntad, secunde sus iniciativas en el Congreso de los Diputados.

Ahí reside, en realidad, el giro del principal partido de la oposición. Si durante los meses en los que estuvo dirigido por la gestorara afín a Susana Díaz, el PSOE estuvo dispuesto a pactar incluso con el PP, a cambio de colgarse medallas sociales como la subida del 8% del Salario Mínimo Interprofesional, el de Sánchez cree que esa actidud resulta muy difícil de entender por los votantes progresistas y quiere liderar «mayorías alternativas», con Podemos pero también con Ciudadanos.

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