El Gobierno no sabe qué hacer con el Valle sin Franco

Se han planteado numerosas propuestas que van desde la creación de un centro de la memoria a la voladura o el abandono

25 octubre 2019 09:28 | Actualizado a 26 octubre 2019 19:05
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¿Y ahora qué? Franco ya no está en el Valle de los Caídos, pero el Gobierno no tiene una idea clara de qué hacer con el monumento a «los héroes y mártires de la Cruzada». Han surgido propuestas de todos los calibres, desde la voladura hasta la creación de un centro de la memoria o la conversión en un cementerio civil. Hay cierto consenso, salvo para los partidarios de la dinamita, en que se debe «resignificar» y «desacralizar» porque no puede seguir siendo centro de peregrinación franquista ni lugar de culto.

El ministro de Cultura comentó el martes que el destino del Valle de los Caídos no será una decisión inmediata. En el Gobierno tienen claro que sería un sinsentido dejarlo como está una vez trasladados los restos del dictador al cementerio de Mingorrubio. Los lugares históricos «vacíos tienen un valor simbólico muy fuerte, y el Valle puede ser simbólicamente más potente sin Franco», alerta el investigador del CSIC Alfredo González Ruibal.

Es, además, un agujero económico que cada año acumula medio millón de euros en pérdidas que alimentan un déficit cercano a los tres millones.             

Pero el apartado económico es el menor problema. Qué hacer con los casi 34.000 osarios de cadáveres, más de 12.000 sin identificar, la mayoría amontonado sin orden ni concierto en unos columbarios carcomidos por la humedad, es un desafío de primer orden. Los restos de algunos republicanos han sido reclamados por sus familias, pero la mayoría no tiene quién se interese por ellos. 

Los expertos llaman la atención sobre el pésimo estado de la construcción. El Valle de los Caídos es una basílica horadada en la roca sobre la que se erige una cruz de 150 metros de alto por 46 de ancho, dicen que la mayor del mundo. Está plagado de humedades y goteras, ha sufrido desprendimientos de los grupos escultóricos y se han caído teselas de las cinco millones de piezas que componen la bóveda. Un comité calculó que habría que destinar 13 millones de euros para «prolongar su vida útil en correctas condiciones». Si se abandona, la ruina sería cuestión de poco tiempo. Pero el Valle, argumentan los expertos, «almacena sufrimiento y sangre. Por eso, y aunque sea solo por eso, debe mantenerse». Tiene que ser un lugar para «explicar y no destruir». 

No todos piensan así; el historiador Ian Gibson y dirigentes del PNV y Compromís han abogado por la demolición porque es un lugar irrecuperable para la convivencia y un escarnio para las familias de las víctimas. 

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