Guirifovia versus turismo

La polémica por la masificación turística que sufre Barcelona y los escándalos en torno a los apartamentos alquilados a través de Airbnb ponen en entredicho el modelo que se ha impuesto en la capital catalana. 

03 julio 2017 05:17 | Actualizado a 03 julio 2017 05:39
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Hoteles atacados durante protestas vecinales, pintadas amenazantes contra los visitantes que llegan para conocer la ciudad, aparición de movimientos sociales que plantan cara al lobby turístico... La Barcelona más turística de la historia parece haber dicho basta a la presencia masiva de foráneos.
El crecimiento ha sido exponencial a partir de 1992, cuando la antorcha olímpica situó en el mapa internacional a la ciudad condal. En 1990, la capital catalana recibía 1,7 millones de turistas al año. Hoy esa cifra se ha disparado a nueve millones, lo que quintuplica su población. 

Se empieza a hablar de turismofobia, como un fenómeno de rechazo y de malestar ante tanto ‘guiri’ en chanclas y camiseta de tirantes. Según Daniel Pardo, miembros de la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible, el punto de inflexión en cuanto a la toma de conciencia social se produjo hace tres años. 

Desnudos en el colmado

La imagen de dos turistas italianos desnudos, saliendo de un colmado, junto a la playa de la Barceloneta, dio la vuelta al mundo. De repente, los barceloneses se dieron cuenta de que ‘Resacón en las Vegas’ se trasladaba a su ciudad. 

Algunas zonas están literalmente invadidas y el efecto Venecia se ha instalado en las Ramblas: no es que sea difícil escuchar a alguien hablar en catalán, es que es complicado también oír el castellano. Por primera vez, una encuesta del Ayuntamiento refleja que el turismo, que supone el 14% del Producto Interior Bruto de la ciudad y en torno al 13% del empleo, es ya percibido por la ciudadanía como el primer problema de la ciudad, por encima del paro, a pesar de que el desempleo, como en el resto de España, se mantiene en niveles insostenibles.

«El turismo se ha convertido en el foco del malestar social, porque es el elemento más visible, lo más fácil de culpar», afirma José Mansilla, miembro del Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà (OACU), un grupo de investigación de la Universitat de Barcelona. A su juicio, el concepto de turismofobia es interesado y se utiliza para desprestigiar a los movimientos sociales que se oponen al lobby turístico y para atacar al Ayuntamiento, que mantiene un discurso distinto al de los anteriores equipos de gobierno consistoriales. Para este investigador social, es más preciso hablar de «barriofilia» o «residentefilia», porque el sufijo fobia tiene elementos negativos.          

También en otras ciudades

«Estamos ante un problema global», señala Daniel Pardo. En efecto, pintadas como las que han aparecido en Barcelona contra los ‘guiris’ (’tourists go home’ o ‘tourists’ en el punto de mira de una diana) se han visto también estos días en otras ciudades españolas como Palma de Mallorca o San Sebastián, que empiezan a sentirse saturadas de visitantes.

La aparición de este tipo de empresas ha destapado toda una red de fraude

Para este activista social, el concepto de turismofobia no es más que una cortina de humo del sector empresarial del turismo para que no se hable de los efectos del propio turismo. Si hay ataques y pintadas en hoteles, se habla más de quién está detrás de esas actuaciones y no sobre el problema hay detrás, afirma.

Las reacciones airadas contra los hoteles son «versos sueltos», según José Mansilla, que muestran que hay un «malestar» por los efectos del turismo, pues provoca problemas de vivienda, de precarización del trabajo y de desplazamiento del comercio. Más que turismofobia, cree que se está produciendo una rebelión contra un modelo de ciudad.

Jaume Collboni, teniente de alcalde de la ciudad, y dirigente del PSC, niega que haya turismofobia. «Las cifras dicen otra cosa», afirma. Habla de hechos puntuales (los ataques a los hoteles) y de «moda pasajera». «El 80% de la población dice en las encuestas que está satisfecho con el modelo turístico de Barcelona», asegura, aunque admite que hay zonas, como el barrio Gótico, el Born o la Barceloneta, todas ellas en el centro, donde hay más contestación ciudadana. Los ataques responden a «movimientos radicalizados» que aprovechan la coyuntura para «armar ruido», señala. 

Desde el sector hotelero han pedido al Ayuntamiento que actúe contra esos ataques y advierten de que los actos vandálicos han llegado a la prensa internacional y dan una «malísima imagen de la ciudad», según Jordi Clos, presidente del influyente Gremio de hoteleros de Barcelona. Un sector, que mantiene unas relaciones delicadas con el Ayuntamiento, desde que la alcaldesa, Ada Colau, se estrenó en el cargo. 

Colau impuso además una moratoria de apertura de nuevos hoteles, pero en cambio se ha encontrado con una patata caliente, llamada Airbnb, que se está aprovechando del tirón que tiene Barcelona. La aparición de este tipo de empresas ha destapado toda una red de fraude en el realquiler de pisos turísticos, que expulsa a los residentes, y que ha dejado al descubierto que el mercado inmobiliario vuelve a estar descontrolado.

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