Ida Vitale celebra un Quijote cuerdo y terrenal

La poeta uruguaya torna en «frenesí poético» la locura del ingenioso hidalgo y defiende su fuerte conexión con la realidad

24 abril 2019 06:21 | Actualizado a 24 abril 2019 06:23
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«Muchas veces lo que llamamos locura del Quijote, podría ser visto como irrupción de un frenesí poético». Así lo cree Ida Vitale (Montevideo, 1923) que se fundió ayer con Cervantes y sus criaturas imaginarias en la universidad de Alcalá de Henares. Lo hizo agradeciendo al padre de la novela «su respeto por la poesía» y destacando la fuerte conexión con «la realidad» de su universal personaje. En una inclemente y lluviosa mañana, la poeta uruguaya, la quinta dama del ‘club Cervantes’, recibía de manos del Felipe VI el más alto galardón de las letras hispanas. Lo hacía «emocionada» y «agradecida» a los «seres benévolos y palpables que movieron las piezas de un superior ajedrez, situándolas en posición favorable». 

Protegida con una bufanda blanca y con un largo abrigo negro, Vitale subió animosa al estrado del Paraninfo complutense y admitió que le apetecía más «abrazar que hablar». «Decir ahora no me nace», confesó. Pero habló, con mucha pasión y su marcado acento uruguayo, pero también en francés e italiano citando a Baudelaire y a Ariosto,  a Dante, Homero y Garcilaso. 

Estuvo acompañada en la solemne ceremonia por su hija, Amparo Rama, y dos de sus nietas Emilia y Nuria. Llamó la atención la ausencia de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, que dedicó la jornada a preparar el segundo debate electoral, como los demás líderes políticos, y delegó en Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y la más alta representación institucional tras la corona en la ceremonia. 

Glosó Vilate la «enajenación» del caballero andante, pero advirtió que «pocos personajes han sido, como Quijote, habitados -más que obsedidos- por lo real». «Tiene detrás acciones de criaturas humanas, que pueden ser malignas y burlonas, pero siempre comprensibles, terrestres y sin inexplicables auxilios divinos», dijo la laureada poeta dibujando un hidalgo manchego mucho más cuerdo y terrenal de lo que dicta el tópico. 

«Muchas veces lo que llamamos locura del Quijote, podría ser visto como irrupción de un frenesí poético», sostuvo Vitale. Un frenesí «no subrayado como tal por Cervantes, un novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto», le agradeció. Se atrevió Vitale a poner en boca del «descalabrado personaje», unos versos muy posteriores de Baudelaire: «J’ai gardé la forme et l’essence divine de mes amours décomposés».

«Mi devoción cervantina carece de todo misterio», confesó recordado de nuevo lo tardío de su descubrimiento de las aventuras del ingenioso y atrabiliario caballero andante. «Mis lecturas del ‘Quijote’, con excepción de la determinada por los programas del liceo, fueron libres y tardías», reiteró. Contó que descubrió al personaje antes que en el libro por una «gran pileta que, sin duda regalo de España, lucía en el primer patio de mi escuela». 

En aquella fuente disfrutó «la polícroma historia que, según supe luego, era la de aquellos desparejos jinetes». Tanto el de «los molinos» como «los muchos episodios en que don Quijote terminaba por los suelos». 

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