´La nueva diplomacia ya no es monopolio de los gobiernos´

ENTREVISTA a S.A.R. Jaime de Borbón Parma y Orange-Nassau. Embajador de los Países Bajos en la Santa Sede

19 mayo 2017 22:58 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:25
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- ¡Un diplomático que adora las entrevistas y los medios de comunicación, qué raro! ¿Es debido a la nueva diplomacia que propugna?

- Un poco sí. En el mundo tenemos grandes problemas, lo vemos cada día en el periódico: clima, seguridad, migración, la economía... La nueva diplomacia parte de la idea de que no hay que ver a los gobiernos como la única opción para hallar una solución. Hay que saber ver el conjunto de toda situación, ver qué actores hay. La nueva diplomacia mira qué actor puede hacer el mejor papel en cada conflicto. La diplomacia ya no es monopolio de los gobiernos. Todos somos diplomáticos hoy en día.

 

- ¿Por qué todos podemos ser diplomáticos?

- Yo me he encontrado con un jefe de empresa que hace más por la sostenibilidad que cualquier ministro de Medio Ambiente. Me he encontrado con una oenegé en Somalia que ha hecho negociaciones de abajo arriba con los jefes ancianos de los pueblos en las que a mí, diplomático de Occidente, me hubiera costado mucho lograr algún avance. Me he encontrado con una mujer que a través de internet recogía dinero para ayuda humanitaria en Libia, y que gracias a esta labor en la red descubrió quiénes constituían la oposición en el país. Esa información me llegó a mí, y fue la que usó en su día la comunidad internacional para las negociaciones en Libia...

 

- ¿Pero quién debe liderar la acción diplomática?

- Hay que ver en cada situación quién puede ser el mejor líder, y el resto de actores tienen que agruparse a su alrededor para apoyarle. A veces el líder puede ser un diplomático, otras veces no. Hay que quitarse de encima la arrogancia de la diplomacia, de que somos gente muy importante y todo eso. Hay que adoptar un papel mucho más humilde y más encaminado a las soluciones. Se trata de actuar casi como si fuéramos empresarios sociales.

 

- Entonces ¿cambiará un día la imagen del diplomático, que suele ser la de alguien que se relaciona solo con las élites económicas y políticas?

- Yo creo que estamos en los inicios de esta nueva diplomacia, que es mucho más flexible y más creativa. La diplomacia de siempre todavía tiene su papel a jugar, porque hay que hacer acuerdos entre países, y hay que hacerlos con quien esté, pero aquello de lo que yo estoy hablando tiene un alcance mucho más amplio.

 

- ¿Por qué la nueva diplomacia va más allá?

- Yo estuve en el Congo para impulsar una iniciativa de negocio de metales libres de conflicto, es decir, de metales que no estuvieran ligados a la financiación de la guerra allí. Me encontré con los mineros, que trabajan en condiciones durísimas. Incluso se da el cólera, por la nula higiene en el interior de la mina... Yo bajé con ellos, a 500 metros de profundidad, para saber cómo trabajan. Intenté entender su modo de vida para comprender todos los niveles del negocio.

 

- ¿Encontró esas minas que no contribuían a financiar la guerra en el Congo?

- Más difícil todavía fue atraer a las empresas para que invirtieran y para que compraran los minerales de esa mina. Así apoyábamos la paz sin dejar de apoyar una economía local. La Dodd-Frank Act de EEUU, que fue un gran avance, había comportado sin embargo un boicot de facto a todo material mineral procedente del Congo, por la dificultad entonces de saber si un mineral determinado acababa proporcionando fondos para la guerra o no. La verdad es que hubo un momento en que no creí que fuera posible llevar a buen puerto el proyecto, pero trabajando con las oenegés, con la gente local, y hablando con las empresas, al final ¡lo logramos! No fueron solamente diplomáticos y financieros quienes lo consiguieron. Ahora más de mil personas tienen un trabajo allí. Un trabajo durísimo, desde luego, pero es que si no lo tuvieran estarían formando parte de las guerrillas. Y todavía mejor es que este modelo desarrollado en el Congo [Conflict-Free Tin Initiative] se está aplicando en otras partes. Es un ejemplo de que la diplomacia tiene que ensuciarse las manos para poder encontrar la solución.

 

- O sea, que el diplomático tiene que bajar a la mina...

- He trabajado también en el ámbito de la ropa responsable con la misma filosofía, y pasa lo mismo con la agricultura. A las empresas cada vez más les interesa ser identificadas como marcas de sostenibilidad, porque los consumidores están bien informados, están más concienciados y conocen el poder que pueden ejercer a través de su elección de compra. Saben que su decisión tiene un impacto. Cada persona tiene un gran papel. Tú tienes influencia.

 

- En el llamado mundo desarrollado quizás cada vez más el ciudadano está concienciado, pero ¿y en el mundo no desarrollado? ¿Es muy difícil romper las dinámicas tradicionales?

- Sí, es muy difícil, y a veces tiene que haber una desgracia para que ocurra. Pasó en Bangla Desh con el derrumbe hace dos años de una de las grandes fábricas, y hubo más de mil muertos. En los negocios existe una presión tan grande de los accionistas para hacerlo todo rápido, en un corto tiempo, y barato... Pero las firmas que compran los productos fabricados en aquellas condiciones, ven al final que su imagen también acaba resultando dañada ante el consumidor, y cambian. Cada vez más empresas piensan más en el largo plazo.

 

- Como embajador en el Vaticano, ¿qué puede explicar de Francisco? ¿Flota el aire de cambio sobre el terreno?

- El cambio que ha provocado el Papa lo vemos todos en el mundo. El Papa no solo influye en los más de 1.200 millones de católicos que hay en todo el mundo. Muchísimas personas no católicas, no creyentes, aunque no estén de acuerdo con todo lo que dice la Iglesia católica, ven al Papa como un referente moral. La razón por la que me pidieron hacer este trabajo es porque me gusta estar en un sitio donde hay poca atención y muchas posibilidades. En el Vaticano hay personas que son una fuente única de información. Hay monjas y sacerdotes que trabajan en zonas de conflicto a las que nadie más puede ir, ni siquiera periodistas. Hay una red de información mundial que es muy interesante. Y no es la única cosa que se puede hacer allí...

 

- ¿Ah no?

- Los Países Bajos pueden trabajar muy bien con el Papa en temas sociales y medioambientales. El Papa prepara para este verano una encíclica sobre el cambio climático, con la que quiere influir en los grandes foros, en concreto sobre la Conferencia sobre el Cambio Climático que habrá en diciembre en París [Paris Climat 2015]. Con esta encíclica el Papa quiere provocar un cambio real. Nosotros estamos trabajando con el Vaticano para asegurar que el mensaje del Papa, de verdad, se traslada desde su documento de valores hasta la realidad de la negociación.

 

- Que se pase de las palabras a la realidad es algo que a mucha gente le gustaría ver respecto a la cuestión de la inmigración y los miles de muertos en el Mediterráneo. ¿Qué opina?

- Creo que el Papa llamó la atención sobre ello muy pronto. La primera cosa que hizo el Papa tras ser elegido, en 2013, fue viajar a Lampedusa. Llevó al mundo a poner la atención en un sitio al que preferíamos no mirar. Lo que está ocurriendo en el Mediterráneo es un desastre enorme. Si miramos de dónde proceden los inmigrantes, nos damos cuenta de que hay que encontrar soluciones en sus países de origen. Muchos de ellos vienen por razones económicas, que para ellos ya son razón suficiente, pero es que muchísimos otros vienen también porque en sus países hay guerra. ¿Quién quiere estar en una zona de guerra como la de Libia o la de Siria? Es normal que la gente busque otro lugar mejor donde vivir. Los criminales son los traficantes.

 

- Y también algunos gobiernos, de los que Europa se ha estado aprovechando para poder seguir expoliando recursos de esos países, ¿verdad? ¿No hay un gran nivel de hipocresía al abordar la inmigración?

-Hay hipocresía. La realidad nunca es tan bella como nos gustaría, pero no hay que hacer reducciones, porque no se trata de que todo es blanco o todo es negro. Hay muchas políticas de desarrollo internacional para esos países, para impulsar a los grupos sociales que trabajan por los derechos humanos, para que el pueblo mismo tenga las herramientas necesarias para controlar a su propio gobierno. Hoy en día el movimiento global de transparencia en el sector de los recursos naturales obliga a las grandes empresas a publicar lo que pagan a los gobiernos de cada país para hacer uso de sus recursos. A través de esta medida, que parece que está pensada para que grandes empresas como por ejemplo Shell eviten la corrupción, vemos otra cosa, y es que por ejemplo en Nigeria ahora la gente se da cuenta de cuánto paga Shell a su gobierno, y dicen ‘ah, entonces, ¿dónde están las escuelas?, ¿dónde están las carreteras?’. Esto no se lo preguntaban antes.

 

- El optimismo debe de ser muy necesario en su trabajo, ¿verdad?

- El optimismo no es ingenuidad ni estupidez, es una elección, cuestión de mentalidad. Un pesimista ya ha perdido la batalla, y el optimista, sin dejar de ser realista, se enfoca en las posibilidades. Y siempre hay posibilidades por todas partes, también en zonas muy difíciles.

 

- ¿También en Afganistán o en Irak? ¿Y con el Estado Islámico?

- Siempre hay que hablar con todo el mundo. En este último caso el diálogo parece imposible, pero lo habrá en un futuro. Ha habido diálogo y negociación con parte de los talibanes, aunque con otros no ha sido posible. Yo he trabajado en zonas de conflicto, en Irak y en Afganistán. Estuve en Irak en 2003 y perdí a 23 colegas en el atentado contra la sede de la ONU [20 de agosto de 2003]. En Afganistán estuve como diplomático en el Ejército. Fui el único civil en las negociaciones con los señores de la guerra para crear las primeras ayudas de la ONU; para celebrar las primeras elecciones; y para crear las bases del sistema de ayuda humanitaria en el norte del país. Y había unos señores de la guerra con los que se podía hablar muy bien, y había otros con los que era imposible.

 

- Perdone, pero cuando la gente ve que usted baja a la mina en el Congo, se va a Afganistán e Irak, dice que hay que ensuciarse, y luego ven su nombre... ¿qué dicen?

- Bueno, en Irak no sabían quién era yo. Usé simplemente el título de ‘diplomático’. Me decían ‘diplo, diplo’... Y para cuando se dieron cuenta, pues ya era tiempo de irse.

 

- La cara de sorpresa e incredulidad de algunos me gustaría haberla visto.

- El Gobierno de Holanda se atrevió a mandarme a donde yo pensaba que podía lograr un cambio, causar un efecto. Hay muchos diplomáticos que también están fuera de la oficina y no solo en grupos de diplomáticos hablándose entre sí. Tienes mucha más credibilidad como diplomático si de verdad conoces el terreno.

 

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