Ahorrar en la luz, si los vecinos nos dejan

Ayer me comentaba un amigo que ahora por fin entendía por qué habían ampliado el cierre de la hostelería hasta la medianoche: «Para que al llegar a casa del bar pongamos la lavadora y nos dediquemos un rato a planchar». Sí, los nuevos horarios de la luz ya han comenzado a cambiarnos la vida y a convertirnos en animales más nocturnos, con lo que a partir de ahora me temo que iremos a trabajar por la mañana con más ojeras todavía de las que ya llevábamos. Todo sea por ahorrar unos euros y, dicen, también por el medioambiente. Pero créanme que la tarea no es sencilla y que, por otra parte, puede acarrear aún más discusiones entre vecinos. Sepan que, aunque existe cierta variabilidad en las ordenanzas entre los distintos municipios, en términos generales el límite de ruido permitido para el horario diurno es de 45 decibelios, mientras que durante la noche el tope se fija en 35. Ahora imagínense que en un bloque de pisos a la mitad de los vecinos les dé por poner la lavadora a la misma hora de la madrugada. Teniendo en cuenta que el nivel de ruido durante el ciclo de lavado se sitúa entre los 46 decibelios, en el mejor de los casos, y los 57 en el peor, y que el centrifugado de cada máquina puede oscilar entre los 58 y los 70,5 decibelios, ya les digo yo que la guerra está montada. Al tiempo.