Candidaturas sin programa

C iertas candidaturas relevantes de alguno de los principales partidos a parlamentos autonómicos y a alcaldías de ciudades grandes no van acompañadas del correspondiente programa electoral. La información no ha causado revuelo alguno, y sin embargo la noticia es de gran enjundia porque demuestra una degradación democrática que explica bastante bien la causa abstracta el caos político que estamos viviendo, entre el desgaste de las organizaciones ‘viejas’, la bisoñez y el encanto de las ‘nuevas’, la irritación de muchos, el desconcierto de otros más y la sensación de hallarnos al final de un ciclo y al comienzo de otro todavía sin determinar.

El programa electoral es el contrato que ofrece el candidato al elector. Es posible que en muchos casos éste ni siquiera llegue a leerlo y actúe impulsado por razones más o menos intuitivas pero la existencia de ese contrato es vital para garantizar la solvencia del sistema. Pedir el voto u otorgarlo sin que medie el listado de compromisos que adquiere el político al recibirlo es un acto de fe impropio de un pluralismo racional en que los políticos asumen la sagrada representación de los ciudadanos.