Cuando lleguemos a la ‘nueva normalidad’, a ver qué saludo se impondrá de los muchos que hemos tenido.
Hay saludos de beso apasionado, como los de Hollywood, o el beso en la boca de Breznev a Honecker, rocoso como el Muro de Berlín. Besos en la mejilla, como los que dábamos en familia o a las amistades. Abrazos, como el de Iglesias a Sánchez cuando le metió en el Gobierno.
Saludos con inclinación de cabeza, como los de Hirohito y MacArthur en la rendición japonesa. Saludos militares, como el de John-John al paso del féretro de su padre. O saludos guardando la distancia, como el de Stanley: «Dr. Livingstone, I presume...».
Los negocios se firmaban con un apretón de manos y entrega de tarjetas. No sé si ahora correremos a lavarnos y a desinfectar la tarjeta.