Chamanes, políticos y populismo

19 mayo 2017 20:29 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:55
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No es casualidad que se haya editado a finales del 2015 un libro titulado El retorno de los chamanes de Víctor Lapuente profesor en el Instituto de Calidad de Gobierno en la Universidad de Gotemburgo; en él se intenta explicar ¿Por qué los ciudadanos de algunos países sufren de forma sistemática políticas ineficientes, ineficaces e inequitativas mientras que, por el contrario, en otros lugares del mundo la política se acerca a su definición más conocida, la de ser el arte de hacer feliz al ser humano?

Ya en 1960 Louis Pawuels y Jacques Bergier publicaron La matins des magiciens (El retorno de los brujos. Una introducción al realismo fantástico). Nuestra cultura no se queda atrás en ese ámbito, recordemos a Alejo Carpentier con su libro El reino de este mundo, 1948 y al premio Nobel García Márquez con sus Cien años de soledad,1967.

La sociedad de los sesenta del siglo pasado eran años de la mayor confrontación prebélica de la llamada guerra fría. La guerra de Vietnam, la invasión de Checoeslovaquia, el movimiento del 1968, los asesinatos de los Kennedy, Malcolm X Martin Luther King, la derrota de Francia en Argelia en una sociedad conmocionada la gente necesitaba creer en algo, desarrollándose un movimiento, una cultura de paz y amor, el movimiento ‘jipi’, caracterizado por su pacifismo y su actitud inconformista hacia aquellas estructuras sociales vigentes.

Ahora se está en una situación paralela, hay que hacer la revolución social pero con buenas palabras, con gesto de inconformismo pero de buen rollo, dialogando, hablando hasta la saciedad, de diálogo, pactos, derecho a decidir, referéndum, democracia asamblearia, todo de buen talante, adanismo histórico, hay que empezar de cero, todo está podrido, corrupto y tenemos que ser buenos, traer la paz social, dado los niveles de desempleo, de aumento de la pobreza, del recorte de los derechos sociales y ¿esto quien lo dice?, los nuevos políticos, jóvenes que han nacido y desarrollado en una sociedad en donde no les ha faltado de nada, muchos de ellos con carreras universitarias, la ‘generación mejor preparada’ son los nuevos chamanes y ¿qué es un chamán?, es, según la el diccionario de la RAE: «Hechicero al que se supone dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etc.»

Es un individuo al que se le atribuye la capacidad de modificar la realidad o la percepción colectiva de ésta, de manera que no responden a una lógica causal, nacieron en los pueblos siberianos, entre los sintoístas de Japón y en las tribus indígenas del Norte, Centro y Sur de América, Australia y Nueva Zelanda.

Se distinguen por su capacidad de seducir, porque venden todo lo que asociamos con el progresismo, dar la vuelta a las cosas, transformar la política de una manera ambiciosa con un neolenguaje en donde las palabras no significan lo que en verdad se entiende normalmente sino que el idioma va cambiando de sentido: casta, progresismo, referéndum, soberanía nacional, soberanía popular, sufragio universal, democracia popular, asamblearia, chavismo social bolivariano, socialdemocracia no sueca sino dinamarquesa; y afirman que el nazismo, fascismo, imperialismo, socialismo, capitalismo, los instrumentos de dominación de los aparatos del Estado, dios, van desapareciendo ante nuestros ojos y a toda velocidad y adquieren un nuevo sentido, debido a que hay una lengua nueva que se aleja de la precisión, estira artificialmente palabras y locuciones, aporta neologismos innecesarios o construye absurdos semánticos.

El chamán termina por dominar la plaza pública, porque la seducción que despierta, exige ser combatida pero es complicado pues está en juego el poder y muchos políticos, deslumbrados del éxito del modelo lo copian y se hacen ‘chamanitos’ de segundo nivel y comienza a decir lo mismo, pero como sus adeptos no lo entiende, es ‘inexplicable’ rehacen el discurso, sí pero no, quizás, tal vez, usan palabras que se pueden revertir y dar la vuelta, votar es bueno, por qué no podemos votar, se tiene miedo a consultar al pueblo, la democracia es voto popular, etc.

No se usa ni una vez democracia en sentido de legalidad, de respeto a la ley, de que los pueblos tienen historia y conviene estudiarla y reflexionar sobre lo que afirman unos y otros. Contratar pareceres ¡No! Hay que derrumbar todo, quemar todo y empezar de cero. Hay que construir un nuevo edificio sin cimientos, aquellos están podridos.

Recordemos las películas de Gillo Pontecorvo La batalla de Argel, Queimada, y las de Costa Gravas Z, La confesión, Estado de sitio

Debemos seriamente analizar los despropósitos a los que conduce la retórica del chamán y a donde conducen, sin ir más lejos, veamos Venezuela, Nicaragua, Argentina, y como en otros países ante esos populismos los arrinconan con un discurso consciente, crítico muchos de estos chamanes son doctores y pertenecen a las ciencias llamadas sociales o blandas, son expertos en palabras ambiguas, obscuras, de tautologías y frases hechas, recordemos el artículo de Alan Sockal, el físico que para demostrar la debilidad de algunas afirmaciones de las ciencias sociales publicó Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica en la revista Social Text. Con citas de Lacan, Derrida, Hobswan, Kuhn, Chomsky.

No hay diferencia entre las ciencias blandas y las duras el problema está en el fraude y éste sólo se detecta si existe voluntad de decir la verdad, cuando el lenguaje se usa en su sentido recto y no creyendo que solo uno tiene razón o que los de la misma cuerda son los únicos para acompañar. ¿Es casualidad que en el primer tripartito de Maragall hubiera 28 licenciados en Filología Catalana entre los cargos importantes de gobierno o que los dirigentes de Podemos sean la mayoría de Ciencias Políticas, comunistas reciclados del partido comunista español en vías de extinción después de pasar por la izquierda unida o que la palabra progreso se use para unir sólo a unos y no a otros, contra la más elemental lógica?

Pero de ello hablaremos otro día.

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