En sus Memòries del Delta, Cèsar Pastor, que antes de poner por escrito sus recuerdos había metido los pies en los arrozales, decía con nostalgia que en invierno con la neblina y el silencio el Delta parecía un paisaje lunar y en verano se llenaba de vida como una Atlántida esplendorosa y ubérrima.
La enorme llanura, surcada por acequias y caminos de arcilla, sufrió los estragos de la tempestad, y el mar se metió tres kilómetros tierra adentro. Los destrozos fueron enormes. El president Quim Torra acierta al visitar la zona y decir que no se puede esperar más tiempo una respuesta eficaz.
La economía de tantas personas y un paisaje único de Catalunya merecen atención para reparar los daños y evitar repeticiones de un desastre de estas magnitudes.