Desde la isla de Lesbos

07 marzo 2020 11:20 | Actualizado a 07 marzo 2020 11:32
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El emperador Augusto se reponía en Tarraco de su lucha contra cántabros y astures. En los dos años que permaneció aquí (entre el 27 y el 25 antes de Cristo), recibía embajadas, pero una de ellas fue distinta: venía de Lesbos, la isla que hay entre Grecia y Turquía, de actualidad por los refugiados en tierra de nadie a los que Grecia no deja pasar ni Turquía permite volver.

La embajada traía una corona de oro para Augusto y la noticia de que le habían consagrado un templo, como si fuera una divinidad. El primero a su nombre. Después le dedicaron otros, también en Tarraco.

La isla del mar Egeo nos trae ahora noticias de la desesperación de miles de personas atrapadas en la insolidaridad de las fronteras de los Estados, las nuevas divinidades.

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