Dinero público a la basura

Pone los pelos de punta pensar que enormes presupuestos públicos están en manos de verdaderos incompetentes.

17 septiembre 2019 17:30 | Actualizado a 17 septiembre 2019 18:09
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Diez millones de euros costará retirar los contenedores soterrados de recogida de basuras de Tarragona que en su día se instalaron en la ciudad y que deberán ser sustituidos porque es evidente que el sistema no ha funcionado. La primera sorpresa a ojos de cualquier ciudadano es que con el ejército de expertos con que cuenta el Ayuntamiento, nadie hubiera reparado en que la fórmula de enterrar los contenedores de basura no funcionaría en Tarragona. Y si nadie de la casa pudo intuir que el método era de alto riesgo, sería lógico acudir al asesoramiento externo para cotejar la eficacia en otras ciudades similares a Tarragona, por estructura urbana y por clima. Precisamente la meteorología es una de los factores principales del fracaso. Instalar contenedores soterrados en ciudades de clima cálido es una aberración. Las altas temperaturas en las estaciones cálidas provocan fermentaciones y malos olores que se agravan por el deficiente -o nulo- sistema de saneamiento. Cada cubículo acaba convirtiéndose en un nido de impudicia al que no tardan en acudir ratas, cucañas y demás especies denigrantes de la fauna urbana. Mayor es la incomprensión de la falta de visión de la ingeniería especializada en la recogida urbana de residuos cuando todavía luce en algunas calles de Tarragona el flamante rótulo que anuncia que el despliegue de receptáculos soterrados se realizó con la aportación de fondos europeos. No debería servir de excusa el hecho de que la UE haya cargado con la mayor parte del dispendio. El dinero público es dinero publico, proceda del propio ayuntamiento o proceda de la Unión Europea. De una forma u otra siempre acaban pagando los ciudadanos. Este episodio debería servir de lección para no repetir nuevos fiascos por una deficiente planificación. Y no sirve de consuelo el argumento del concejal Dídac Nadal de considerar que el uso del sistema ya estaba amortizado. Aunque así fuera, pone los pelos de punta pensar que enormes presupuestos públicos están en manos de verdaderos incompetentes.

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