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El último 'rubeniano' entre nosotros es Luis de Guindos. ¿Quién lo iba a decir?

19 mayo 2017 20:27 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:57
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Son muchos los que dicen encontrarse en excelente disposición para sacarnos del atasco en el que ellos nos han metido. Habrá que escucharles con atención, porque el tiempo, a pesar de la edad que tiene, sigue sin parar y sin tropezar y corre que se las pela. Sánchez se ha ofrecido al Rey, pese a lo que él llama «el chantaje de Iglesias». Quiere gobernar, cueste lo que cueste, pero no ha hecho números más que de circo. El último, que no es malabar, sino verbal, es abrir una vía para desbloquear la situación y gobernar si el Monarca se lo pide. ¿Olvida que el Rey reina pero no gobierna, ya que los que gober- namos en democracia somos nosotros, cada uno con nuestra papeleta? Además de poner toda la carne en el asador de su ambición, pone condiciones y exige a Podemos que deje sus tácticas, y a Ciudadanos, que las haga coincidir con las suyas. No hace falta ser un pesimista antropólogico o un avezado oculista para distinguir el color negro, pero el padre Rubén Darío nos dijo que abomináramos de la boca que predice zodiacos funestos.

El último ‘rubeniano’ entre nosotros es Luis de Guindos. ¿Quién lo iba a decir? Donde menos se piensa salta la liebre del consuelo y el ministro en funciones dice que el final de la crisis llegará en 2016. Ojalá sea un vidente. Claro que también él pone condiciones, por ejemplo, la de que haya un Gobierno estable, que siempre será mejor que un desgobierno, y añade un capítulo de alabanzas a su propia gestión de ministro de Economía, cuando logró cabrear a todo el mundo, pobres y ricos, aunque con diferencia de grados. «Lo que ha hecho este Gobierno se estudiará en los libros de Historia». Sin duda tiene un alto concepto de sí mismo que no alcanza a divisar los sótanos donde siguen viviendo los millones de españoles que no le pusieron precio a su hambre, ya que la factura era obligatoria, más IVA. Tiempos mejores vendrán, don Luis, y usted figurará en esos libros, pero a pie de página y en letra tan pequeña que no la lea nadie.

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