Dos tontos muy tontos

¿En qué cabeza cabe militar en un partido, ser candidata y enamorarse del contrario?

19 mayo 2017 19:26 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:15
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Permítanme dos ejemplos de estrechez de miras e imbecilidad superlativa:

Los jueves hacemos el programa de radio con una copa de vino en la mano. Invitamos a bodegas de alguna de las Denominaciones de Origen que tenemos en Tarragona y hacemos catas en directo. Es acabar con las degustaciones y el programa coge una altura y una chispa como ningún otro día de la semana.

Hace unos días invitamos a Vall Llach, bodega con vinos superlativos, establecida en Porrera. Estuvimos con un viejo conocido de la casa: Albert Costa, joven de trato exquisito y amable, trabajador de ideas claras, con amor a sus raíces y a la pizarra y licorella del Priorat. Me explicaba como sus vinos (hagan el favor de probarlos) habían sufrido un descenso en las ventas en España desde que su socio, Lluís Llach, se había embarcado en Junts pel Sí. Que si antes ya costaba por la manera de pensar y sentir de Llach, ahora las ventas se complicaban más.

Resulta que ahora cuando uno va a comprar o degustar un producto lo primero que tiene que hacer es preguntar por el nombre y apellidos del creador de la criatura (o del jefe de marketing, del mozo de almacén,…) y a partir de ahí iniciar una investigación para ver si el tipo es de los buenos (que casualidades de la vida, coincide con mi ideología y mi manera de pensar) o pasa directamente a una lista negra, que cada vez que vaya a hacer la compra tengo que sacar. No vaya a ser que me equivoque, lo compre, lo pruebe, y lo peor… me guste.

Debe ser que soy un hedonista pernicioso, pero a mí denme caldos soberbios como el vino de finca y el vino de vila de Llach. Más allá de si coincido o disiento con la ideología del cantautor, diría que no ha matado a nadie. Que se ha dedicado a escribir, a cantar y a crear unos vinos majestuosos como sentido homenaje al pueblo donde nació su madre. Explíquenme la historia que hay detrás del producto y no si uno de los socios vota derecha o izquierda. Si mea sentado o lo hace de pie.

No había pasado una hora de mi charla con Albert cuando vi que en las redes sociales, entre la afición independentista, criticaban a Meritxell Batet (diputada socialista y con muchas posibilidades de ser cabeza de cartel por Barcelona) por estar casada con un diputado del Partido Popular. ¿En qué cabeza cabe militar en un partido, ser candidata y enamorarse del contrario? Cuando de todos es sabido que para tener un buen orgasmo lo mejor es coincidir en la papeleta a la hora del voto.

Estos son los mismos que se dedican a repartir los carnés de buen y mal catalán según el grado de sentimiento independentista. Depende de lo que hables, en qué lengua leas, con cuál escribas y lo que gritas mientras amas (permitan la finura) estás en el bando de los buenos o directamente eres un agente del CNI infiltrado.

Y ya no es solo una cuestión de cómo piense el sospechoso. Si tiene alguna relación (la cuestión es saber hasta qué grado de consanguinidad) con alguien que no diga Amén a nuestra tesis, o defienda lo contrario, resulta contagiado automáticamente y pasa a estar bajo el influjo de los servicios secretos.

Resumiendo: Antes de comprar un queso, un vino o un brazo de gitano, pregunte quién está detrás de la elaboración y un informe sobre su ideología y si es más de toalla o albornoz.

Antes de empezar una relación pregunte a su posible pareja, qué vota y si le tira más la Sardana o la Jota. Si no hay coincidencia, huya. Así conseguirá ser un verdadero patriota. Eso sí, lo será de un país que podrá cruzar de norte a sur saltando de tonto en tonto.

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