El juicio de la vergüenza (II)

De negarlo todo: que hubiera golpe de Estado y violencia (requisito para aceptarse que hubo rebelión), se pasa a reconocer que hubo hechos violentos pero aislados, agresiones físicas a policías, pero irrelevantes...

15 junio 2019 09:35 | Actualizado a 15 junio 2019 12:13
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Se invocaron referéndums abiertamente ilegales desobedeciendo descaradamente al Tribunal Constitucional. Por lo visto había barra libre para incumplir por sistema toda normativa que no fuera de su gusto o facilitara la consecución del «objetivo único», como la ley de banderas o persiguiendo a los comerciantes que no titulan su mercancia en catalán o no son duchos en dicho idioma y osan expresarse en la común o prohibiendo hacer preguntas en castellano como pretendía imponer nada menos que la portavoz de la Generalitat y, para mayor vergüenza, diciendo entre balbuceos, que ella seguía órdenes del seu equip… 

La cosa es hacer el ridículo, lo único que no puede hacerse en política, como alertaba Josep Tarradellas, que sí fue un exiliado político real. La manifiesta desobediencia de las autoridades catalanas bajo las órdenes de la Generalitat acaba por provocar un hartazgo que inevitablemente se vincula a todo lo catalán por parte del conjunto de los españoles. 

Resulta comprensible ese sentimiento, pero es completamente injusto como cualquier otra generalización de ese tenor. Ahora, a la vista de las circunstancias y tras haberse hecho lo indecible por desprestigiar al Tribunal Supremo que había de juzgarlos en lo que iba a ser una farsa de juicio, el panorama ha ido cambiando sustancialmente. El llamado «juicio de la vergüenza» ha sido emitido en directo para que todo el que quisiera pudiera seguir sin intermediarios interesados esa pretendida «farsa jurídica» según los propagandistas del independentismo. Sin embargo, el juicio se ha desarrollado de acuerdo con un escrupuloso respeto a las garantías procesales y ajustándose en todo momento a los procedimientos jurídicos más exigentes ante los ojos del mundo. 

¿Y ahora, qué? De negarlo todo: que hubiera golpe de Estado y violencia (requisito para aceptarse que hubo rebelión) se pasa a reconocer que hubo hechos violentos pero aislados, agresiones físicas a policías, pero irrelevantes; actos de hostigamiento frente a los acuartelamientos de la Guardia Civil (equiparada poco menos que a una despreciable banda de la porra) pero triviales; haciendo escraches en los hoteles donde las fuerzas de seguridad se alojaban pero aislados; coacciones, amenazas, insultos y destrozo de vehículos, pero no más que en cualquier otra algarada… Peccata minuta. 

Sabido es que fuere cual fuere la sentencia no se la reconocerá legitimidad alguna, ni menos que se hubiere hecho justicia. La defensa, en su alegato final, ha insistido en negar la calificación de los hechos de la fiscalía y rechazado las pruebas aportadas y los testimonios que resultan incriminatorios para sus defendidos. Lógico. Jordi Cuixart, como los niños traviesos que desobedecen reiteradamente a sus padres aunque hagan pública promesa de ser buenos y obedientes, ha sido el más sincero de todos los encausados diciendo expresamente. «Lo volveremos a hacer». Que conste, pues en acta. 

Jordi Cuixart ha sido el más sincero de todos los encausados diciendo expresamente. «Lo volveremos a hacer». Que conste, pues, en acta

Mientras redactaba estas líneas un escaso millar de personas se concentraban en la plaça de la Font de Tarragona obedeciendo a una convocatoria unitaria de Òmnium Cultural, ANC, Junts per Catalunya, ERC, CUP i Arran en la que se leyó un manifesto conjunto común con el de las demás concentraciones que se han prodigado por toda Catalunya en las que los manifestantes exigían la absolución y la liberación de los presos independentistas para reclamar la unidad de acción entre todos los partidos y entidades independentistas coincidiendo con el final del juicio. Hay que mantener viva la tensión. Se recurrirá, por supuesto, la sentencia que se espera se haga pública hacia el mes de octubre. Primero, al Tribunal Constitucional español y, después, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, y su resolución pondrá punto final a todo este largo proceso en el que finalmente se nos augura que el Derecho Internacional (el de Hans Kelsen) pondrá en su sitio al Estado franquista español. 
Obviamente, se llevaron un tremendo disgusto los abogados de la defensa y los propios procesados cuando dicho tribunal, órgano máximo europeo en materia de Derechos Humanos y su más firme esperanza, rechazaron la demanda de Carme Forcadell y otros 75 parlamentarios catalanes, como el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, por la anulación del pleno de octubre de 2017 que iba a proclamar la independencia e instaurar la república catalana, lo que no augura en principio futuras sentencias que vayan a favorecer sus intereses. Pero, descuiden ustedes, si finalmente dicho tribunal rechazara todos los recursos habidos y por haber, siempre quedará la desvergüenza de decir de dicho tribunal lo mismo que se ha venido diciendo hasta la saciedad del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional español, que están mediatizados por l’Estat espanyol, el nostre enemic como en su día mitineó la señora Carme Forcadell. 

El oro español, que no el de Moscú, ya debe de estar fluyendo generosamente a manos llenas por los despachos de los magistrados del tribunal de Estrasburgo.

fectivamente, este ha sido el juicio de la vergüenza. Los procesados, como parece deducirse por sus alegatos finales, han sido sólo unos niños traviesos y como tales, no es que oculten sus futuras intenciones de seguir haciendo travesuras, es que lo dicen explícitamente desde esa superioridad moral que se adjudican tan generosamente y niegan a sus contradictores. Me recuerdan a unos niños de entre ocho y nueve años, que años atrás en un cine de verano en la playa de Torredembarra asistiendo con mi hija a la proyección de una película, se exhibieron agitando sendas banderitas esteladas en sus manos y cantando: Visca Espanya,/ penjada d’una canya/ i si Espanya cau, /Espanya adéu siau…! Ante el asombro de mi hija: ¿Y eso papa? «Nada, hija, cosas de chiquillos que se tienen bien aprendida la lección del colegio y expresan el odio a España que les inoculan sus patrióticos papás desde su más tierna infancia en vez de dejarles crecer y madurar libres e independientes para irse forjando sus propias opiniones!. 

Así hemos llegado hasta aquí y, desde luego, no podemos saber hasta donde llegaremos. 

* Catedrático Ciencia Política de la URV. Reig es catedrático de Ciencia Política de la URV desde 2002. Acaba de publicar con Josep Sánchez Cervelló (coordinadores): ‘La Guerra Civil española, 80 años después. Un conflicto internacional y una fractura cultural’ (Tecnos. Madrid, 2019).

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