No ponemos nombres a una hormiga o a una mosca (todas nos parecen iguales), otra cosa es a los mamíferos, algunos de los cuales se hicieron famosos. Jumbo, por ejemplo.
Era un elefante africano enorme que pesaba siete toneladas y era el favorito del zoo de Regent’s Park, en Londres. Al cabo de los años fue vendido a un showman americano, en medio de protestas en la calle y en la prensa, y fue a parar a Estados Unidos donde murió atropellado por un tren de mercancías. Su grandeza dio nombre a un avión.
Parecidos lamentos se han producido en Zimbabue (y en todo el mundo gracias a internet), cuando el león Cecil, el más majestuoso y famoso del país, fue abatido por un cazador español. El león es el felino más grande después del tigre. Y Cecil lo era mucho.
Curiosamente se sabe el nombre del león, pero no el del hombre que lo mató, que debía ser muy animal… con perdón de los animales.