El retratista de patologías

No veo bien que en un hospital público el servicio de hemodiálisis lo financie una empresa privada con afán de lucro
 

24 julio 2020 10:20 | Actualizado a 24 julio 2020 10:34
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En mi anterior escrito comentaba lo feliz que me hizo poder obtener una cámara fotográfica para plasmar las patologías (macroscópicas) que observaba en mi práctica asistencial. Conseguir este instrumento costó más de lo pensado y fue muy bien recibido. Son cosas que pasan en la administración pública, meros instrumentos de poco valor para el monto general del presupuesto de un hospital cuestan más que grandes equipamientos. Muchos pensarán que se lo podía haber pedido a un laboratorio o a un sponsor externo, pero soy de los que consideran que se han de cumplir las normas y sobre todo las leyes.

La OMS definía en 1984 «La salud es un estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad» y es lo que les inculco a mis alumnos. Los médicos nos dedicamos a estudiar, aprender y detectar cuando la normalidad se altera y en consecuencia aparecen las patologías. Es toda una vida profesional dedicada a conocer lo que producen las enfermedades, sus signos y sus síntomas, de esta manera poder llegar al diagnóstico, que es lo fundamental para poder aplicar los tratamientos adecuados. A lo largo de mi vida profesional me he dedicado de una manera especial a detectar los cambios que producen los agentes físicos, químicos, biológicos o genéticos en el organismo humano. Básicamente lo he realizado con la observación macroscópica, pero fundamentalmente con la microscópica. Saber apreciar los cambios que se producen en los diferentes órganos, tejidos o células ha llenado mi vida laboral. Muchas veces son cambios muy sutiles y la linde de lo normal a lo patológico es un leve detalle. Hay que estar muy preparado para poder discernir y con ello sentenciar un diagnóstico que comportará un cambio muy importante en la vida de una persona. Este hecho me ha producido una percepción muy particular y precisa de las patologías. No solamente las producidas en el cuerpo humano, también en todo lo que me rodea, lo social, lo cultural, lo cotidiano. Así, todo lo que sale de la norma a nivel de mis conocimientos me produce una alerta y me predispone a tener que diagnosticarlo y en consecuencia denunciarlo.

A los que llevan las riendas les debe importar un comino que vaya de mal en peor; ellos tienen resueltos los problemas de su salud 

Hay tantas patologías que uno no pararía de relatarlas ni en una vida dedicándose a tiempo completo. Ya lo he dicho por activa, por pasiva y por refleja y todo debe haber ido a saco roto. Centrándonos en lo sanitario, no veo bien que en un hospital público el edificio de la cafetería lo haga una entidad privada; que el servicio de hemodiálisis lo financie una empresa privada con afán de lucro; que en un laboratorio las máquinas de diagnóstico las coloque un laboratorio externo; o que muchos aparatos tecnológicos se compren a consumo. Así vamos, basta con leer el Diari del pasado día 20 donde se puede encontrar escrito que la baja realización de tests para la determinación del Covid-19 en los centros públicos ha hecho florecer un número indeterminado de centros privados que realizan estas determinaciones con magníficas ganancias en un periodo de penuria económica para la mayoría de ciudadanos. Se debe tratar de la nueva normalidad sanitaria. Y podríamos seguir, y seguir sin parar retratando patologías.

Escribía Kavafis, «no hay aventura corta, cuanto mayor es el camino más grandes son los avatares». Esto lo podríamos relacionar con la vida de Penélope narrada por Homero en su Odisea, largos años esperando a Ulises, su amado. Ella tejiendo de día y destejiendo de noche en espera de lo que más ansiaba en su vida, que su amor volviera. Todos hemos sido Penélopes esperando a que las cosas se aclararan o se normalizaran. Personalmente lo que más he ansiado es que se regulara mejor la Sanidad Pública, pero… la realidad es que ha pasado como con otra Penélope, la cantada por Serrat, aquella a la que se le paró su reloj infantil una tarde plomiza de abril, que de tanto esperar dejó de tejer sueños en su mente y cuando volvió su amado, no era así su cara ni su piel, y tú no eras a quien espero.

George Moustaki, otro gran cantante, autor de le métèque (el apátrida, me gusta más esta traducción) tuvo una vida muy semejante a Ulises, siempre en búsqueda de su Ítaca. Sin duda alguna fue un gran poeta, narrando en sus poemas hechos entrañables y llenos de ternura. Entre las muchas y bellas canciones quiero destacar una, Nous somme deux en la que se puede oír: «Uno va delante y los otros siguen detrás; somos dos, somos tres, somos mil y veintitrés, con el tiempo, con la lluvia, con la sangre que…». Nos viene a decir que hay que señalar lo patológico para que alertados los demás, se unan para cambiarlo y enderezar lo torcido. Sin embargo, también nos dice en otra de sus canciones el resultado, es la que lleva por título Il est trop tard (es demasiado tarde) o bien lo que nos dan los mequetrefes que mandan, es un resultado esperpéntico.

Eso pasa muchas veces, se idealizan las cosas y se espera que denunciándolas se puedan corregir. Sin embargo, lo pautado por los que gobiernan va a la contra. Ya podemos retratar las patologías, ya podemos decir en el caso de la Sanidad Pública que los recortes y las líneas trazadas nos iban a llevar a un deterioro mayúsculo de lo más apreciado que tenemos, el cuidado de nuestra salud. A los sabios que llevan las riendas les debe importar un comino que vaya de mal en peor, seguro que ellos tienen resueltos los problemas de su salud y la de sus amigos y familiares, y seguramente tienen acciones en la sanidad privada.

Tengamos salud, de lo contrario tendremos que tener mucha resignación y paciencia, ya que al paso que vamos no dispondremos de dinero para optar a una sanidad alternativa a la pública.

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