El sacrificio de los periodistas

El sacrificio de estos tres periodistas probablemente secuestrados nos recuerda la gran sinrazón que padece la zona

19 mayo 2017 22:14 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:42
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Los periodistas de guerra, que en este país tienen brillantes espejos en que mirarse -con Manu Leguineche en la cima de todos ellos-son actores necesarios en los conflictos porque sólo ellos pueden atacar e impedir los apagones informativos que los contendientes aprovechan con frecuencia para cometer atrocidades. Pero precisamente por ello, su tarea es arriesgada. En general, las guerras buscan la opacidad y el silencio, y huyen de la transparencia. Hay que estar loco, gloriosamente loco, para encaminar la vocación periodística hacia estos menesteres arriesgados en que la vida es lo que menos importa. Los ciudadanos nos sentimos orgullosos de este arrojo, que sin embargo debe adaptarse a los criterios de racionalidad. Los conflictos ya no son como antaño la pugna de dos contendientes, sino una lucha confusa por la hegemonía en que se baten numerosas facciones. Un ámbito en el que hacen su agosto los pescadores a río revuelto y en que la supervivencia se vuelve cada vez más difícil. Lo más relevante del sacrificio de estos tres profesionales probablemente secuestrados por bandas que trafican con seres humanos y los venden al mejor postor es que nos recuerdan la gran sinrazón que padece la zona, y que afecta sobre todo a los desgraciados ciudadanos de Siria e Irak. Una sinrazón de la que no puede desentenderse la comunidad internacional, que debería hacer bastante más por la paz que proveer de armas a los contendientes.

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