En la Revolución Francesa los radicales empujaban a otros a la guillotina, sin darse cuenta de que unos terceros venían detrás empujándoles a ellos al mismo sitio.
Sin llegar a tanto, en Catalunya hemos asistido a cómo CDC fue empujada por ERC, que a la vez era empujada por la CUP, aunque no a la guillotina, sino a la construcción de la patria definitiva. Entre empujones hemos llegado a un punto en el que si la CUP dice «haya referéndum», nadie se atreve a llevar la contraria, por muy convencidos que estén de que no lo habrá.
El futuro es incierto: el maquinista de La General, Carles Puigdemont, es ave de paso y su única meta es convocar el referéndum y que salga el sol por Antequera.
En cuanto a Artur Mas, mi convencimiento es que será condenado levemente por desobediencia y absuelto de prevaricación, pero su vuelta depende menos del TC que de la CUP.
Mientras… Rajoy hace la estatua.