Ética y verdad después del confinamiento

Esta pandemia ha puesto en evidencia la escasez general de ética parlamentaria

01 julio 2020 10:10 | Actualizado a 01 julio 2020 10:39
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Aunque el virus Covid-19 continúa estando presente entre nosotros, parece que la virulencia se nos informa atenuada, aun así, los evidentes brotes nos tienen en guardia ante una nueva proliferación de infectados, pero parece que buena parte de la juventud confunde la clausura del estado de alarma con la erradicación o cuanto menos el control del virus, haciendo caso omiso de las medidas de seguridad que continúan vigentes en cada comunidad. En todo caso la concienciación de la sociedad en general es un hecho y aunque el ser humano tiene la capacidad de olvidar ponto, también es cierto que se adapta fácilmente a nuevos escenarios y situaciones, condicionantes, es así que sabemos y asumimos que habrá una antes y un después del demoledor coronavirus.

El tiempo vivido de confinamiento, a cada cual le ha servido y utilizado para diversas actividades, y no cabe duda de que un sinfín de tareas pendientes han podido abordarse con minuciosidad y tranquilidad, sin embargo, el ejercicio mental de poner en orden nuestras ideas, reflexionar sobre temas capitales, que el hombre plantea desde su razonamiento y quizá desde un empirismo filosófico, ha sido para muchos una aventura regenerativa, cognitiva y enriquecedora. ¿Qué sentido damos a nuestra vida después de estos meses confinamiento por pandemia? ¿en qué niveles establecemos o consideramos el amor, la amistad, la misericordia, el perdón, la paz, la esperanza, la riqueza, y porque no, la trascendencia de la vida?

Ante tantas miles de muertes aleatorias producidas por Covid-19, no hay nada que lo justifique y es complejo someterse a la impotencia de esta tremenda realidad. Una inevitable reflexión lejos, de alinearse con el nihilismo donde la ausencia de valores espirituales concede a los instintos naturales la supervivencia en un mundo de violencia y autodestrucción, donde el ansia de poder culmina en la perdida de la propia dignidad y donde ni siquiera la naturaleza sirve para provocar fortuna o penuria; el ejercicio de buscar en la fe y la ética racional la verdad, es justamente encontrar el equilibrio entre lo mundano y lo espiritual, entre el que ser rico no es la meta suprema de la vida, pero si una meta lícita y que la bondad, la justicia, el orden o la buena muerte, son algunas premisas de dignidad humana.

Esta pandemia ha puesto en evidencia la escasez general de ética parlamentaria y carencia total en el gobierno con un lamentable espectáculo de improvisación, contradicciones, ocultación de información y manipulación de determinados medios a su servicio. En ese sentido ya se ha vertido mucha tinta y no es necesario echar más leña, uno ya ha permanecido silencioso durante todo el proceso del estado de alarma. Ahora se trata de conocer muchas verdades que sin duda con el tiempo saldrán a flote y que posiblemente no tengan un recorrido penal, pero si pondrán de manifiesto la calaña de todos aquellos que se han beneficiado de la gestión de esta mortífera crisis que tantas vidas ha costado.

El virus sigue entre nosotros y la experiencia sufrida ha de servirnos para afrontar anunciados rebrotes con responsabilidad y firmeza frente a un fenómeno vírico de alcance mundial al que todos estamos expuestos. El principio de la solución parece próximo, fármacos antivirus y antinflamatorios Remdesivir o Dexametasona y otros para el tratamiento de la enfermedad son esperanzadores. La vacuna parece estar más cerca, pero el fantasma de un rebrote masivo acecha. Solo la actitud personal, cumpliendo las medidas preventivas, será el mejor antídoto frente al Covid-19.

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