El 23 de abril de 1980, Día de Sant Jordi, murió Josep Pla. El escritor vio venir su final. Su libro número 44 lo tituló premonitoriamente Darrers escrits y lo acabó un mes antes de su muerte.
Poco antes había contactado con los monjes de Poblet, que le invitaron a pasar una temporada en el Monasterio.
Como devolviéndole la visita, el abad Maur Esteva acudió a Mas Pla para tener una larga conversación con él y administrarle los sacramentos.
Las últimas semanas de su vida estaba internado en una clínica de Figueres, hasta que el día 22 de abril le dijo a su amigo Josep Martinell: «Porteu-me a casa. Es l’hora d’estar al Mas». Falleció al día siguiente.
La casa pairal se llenó de condolencias y coronas de flores. Pla se habría mostrado especialmente satisfecho de ver sobre su tumba un minúsculo ramo de flores silvestres cortadas por una mano anónima en un rincón de l’Empordà.