Francia, el mejor ejemplo de relación entre lo político y lo divino

Laicidad de la República. La separación Iglesia-Estado no se ha puesto en duda jamás. Ningún alcalde francés participa en manifestaciones religiosas. No hablemos ya de ministros, generales o presidentes

21 junio 2019 10:16 | Actualizado a 21 junio 2019 10:32
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En menos de un mes Tarragona ha cambiado los inquilinos de sus dos y más importantes palacios. El del arzobispado y el del ayuntamiento. No deja ser curioso que en una ciudad atada a sus tradiciones, a los poderes terrenales y celestiales, les dé por cambiar de cara al mismo tiempo. Puedo imaginar a más de uno ( y una)  cardíaco. 

Pienso desde las tierras galas, en el ejemplo del general de Gaulle. Ahora que sus huestes están en desbandada, la figura enorme del general, se presenta como uno de los mejores ejemplos de relación entre lo político y lo divino. 

El general de Gaulle aparecía ante los ojos de la jerarquía eclesiástica como una persona desconcertante. Católico, sin duda, pero de difícil acceso, altivo e insolente. Con su forma absolutista de entender el Estado como el único señor de Francia, no toleraba posiciones contrarias, ya vinieran de cardenales, arzobispos u obispos. Las relaciones entre De Gaulle y la iglesia fueron difíciles, pero hay enormes lecciones que aprender de ellas.

Aunque parezca un oxímoron, De Gaulle, era un innovador. Tenía muy claro que él y solo él iba a trazar su propio camino. Charles De Gaulle, Presidente y fundador de la V República francesa, se negó a comulgar en público. Católico practicante, no consintió jamás que se le filmara o fotografiara entrando o saliendo de una iglesia. Y mucho menos participando, como hombre de Estado, de ninguna manifestación (léase procesión) religiosa. 

En menos de un mes Tarragona ha cambiado los inquilinos de sus dos y más importantes palacios

La laicidad de la República francesa y sus valores republicanos: libertad, igualdad y fraternidad, eran la única religión -por llamarlo de algún modo- que le político De Gaulle consentía. 

Pero, ¿era De Gaulle un «estadista cristiano»? ¿Hasta qué punto el estadista pudo con el católico? «El análisis de la fe, por definición subjetiva, es especialmente delicado porque el general de Gaulle se expresó poco y modestamente», subraya Philippe Oulmont, director de estudios e investigación de la Fundación Charles De Gaulle. «Su fe no era cuestionable, era un dato, como lo era Francia», resumió en su día André Malraux. «Pero», añadía, «si bien el General amaba hablar de Francia, no le gusta en cambio, hablar de su fe».

De Gaulle tuvo una infancia piadosa en el seno de una ferviente familia católica. Esta educación religiosa alimentó una profunda fe que se manifestó en varias ocasiones durante su vida, especialmente en su relación con su hija Anne, que sufría síndrome de Down. Anne De Gaulle era el objeto de adoración de su padre, el auténtico amor de su vida. 

Podemos aventurar que el catolicismo de Charles de Gaulle, desbordó su vida personal para irrigar su vida social. Es posible aventurar que sin su fe, y sin esa relación singular y regular que mantenía con Dios, Charles de Gaulle, no habría existido tal y como lo conocemos. Si sus antecedentes familiares lo vincularon a un catolicismo de transición, entre el realismo legitimista del siglo XIX y la democracia cristiana del siglo XX, su única pertenencia a un movimiento social, anterior a la guerra, fue para los Amigos de la actualidad, una asociación cercana al ala izquierda de la democracia cristiana.

No deja ser curioso que a los poderes terrenales y celestiales, les dé por cambiar de cara al mismo tiempo. Puedo imaginar a más de uno cardíaco

El gaullismo, una tercera vía entre el socialismo marxista y el capitalismo permitió al general De Gaulle mostrar una visión social avanzada y hoy añorada por muchos. De Gaulle nombró a comunistas como André Marlaux, ministros de su gobierno, fue capaz de comprender las necesidades de cambio, y de dimitir en cuantos se dio cuenta de que era incapaz de controlar esas mismas pulsiones. 

Se retiró a Colombey les Deux Eglises, su pueblo, donde está enterrado. Curioso que el hombre público que jamás pisó una iglesia, fuera un hombre profundamente religioso en lo privado, capaz de defender con uñas y dientes la necesidad de separar el Estado de cualquier tentación religiosa. 

La separación Iglesia-Estado en un país con enormes dificultades sociales, tensiones religiosas que derivan en atentados terroristas, donde el miedo es manipulado por los extremistas, no se ha puesto en duda jamás. Ningún alcalde francés participa en manifestaciones religiosas. No hablemos ya de ministros, generales o presidentes. Hay cosas en las que Francia y los franceses son insuperables.

Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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