Gafas de cristal violeta

"El Ministerio de Igualdad ha advertido del sexismo en las series de televisión porque aparecen actrices bellas y maquilladas"

03 octubre 2020 07:10 | Actualizado a 03 octubre 2020 07:43
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Dos niños juegan en la orilla del mar, parecen Eva y Adán, no hay nadie en un buen trozo de playa salvo dos mujeres vigilantes a quienes me dirijo particularmente. Hacen castillos de arena y mientras la niña va y viene con un cubo, él clava la pala como en la señal de tráfico indicadora del ‘Peligro por la proximidad de un tramo de vía en obras’ (P-18) tildada de machista por la Fiscalía General del Estado por tratarse de un operario varón.

Yo llevo puestas unas gafas que le invito a compartir para que a través de ellas pueda descubrir, en cada detalle, el patriarcado opresor. Son gafas mágicas como en un cuento llamado El diario violeta de Carlota donde explica que debemos observar el mundo a través de ese filtro para poder descubrir el machismo en cada detalle que podría pasarnos inadvertido. Y lentes violetas debido a que en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York, murieron calcinadas 150 trabajadoras y salía un denso humo púrpura un ocho de marzo de 1908, origen de la celebración del día de la Mujer.

Mirando a través de esas gafas adviertes machismo cuando el niño se levanta y toma de la mano a la niña como en otra señal de tráfico que advierte del ‘Peligro por la proximidad de un colegio’, (P-21). Se aprecia subordinación porque el niño va delante guiando a la niña y, encima, en un Ceda el paso (R-1), también sexista, aunque se les ha pasado por alto gracias a dios porque he contado cuarenta y tres de casa al trabajo. A pesar de tener el fondo blanco dentro de un triángulo invertido y referirse a los vehículos, incita a ver a un hombre dejar pasar a una mujer en un ascensor y ya hay lugares en donde te puede costar el puesto.

El Ministerio de Igualdad ha advertido del sexismo en las series de televisión porque aparecen actrices bellas y maquilladas, pues el pintalabios emula la excitación de los genitales; los brazaletes y los aros expresan sumisión, y los tacones y el escote elevan la pelvis para parecer fértiles y dispuestas. Pero del Informe del Instituto de la Mujer, incluso con las lentes de cristal violeta, sorprende que manifieste que en dichas series se produce una ‘idealización de las relaciones familiares, puesto que el amor y el cariño se refleja mediáticamente con el doble de apariciones que el conflicto’. Y aunque la familia representa el rol de la mujer a superar, desean que se tiren los trastos a pesar de que una mala convivencia es el caldo de cultivo del dolor emocional de los hijos y del maldito maltrato y delitos del género que golpean a esta sociedad.

En su lenguaje gestual, porque tienen dos años y apenas saben hablar, la niña le vacía el cubo de agua en la cabeza y el niño le da un beso en los labios, y yo, con las gafas violetas, entiendo porque ella lo lleva todo al aire y el niño sigue con el pañal. Ya estamos en lo mismo de siempre, el temor a delinquir mirando, espejo del alma, es el mismo al de pudrirte en el infierno por pecar de pensamiento.

También la pasada semana vigésimo sexta de pandemia, una marca de coches ha tenido que disculparse por un spot en el que una niña sostiene un plátano apoyada en el morro de un Audi RS4 dotado con un sistema de seguridad que evitará el atropello de muchos niños pequeños. Si te quitas las gafas sientes tranquilidad al ver la imagen, pero es cuestión de colirio y no de bayeta y si te las pones hay que limpiar los cristales para comprobar que la suciedad está en los ojos del censor y no en la obra.

La Cuarta ola del feminismo persigue loables objetivos, pero viendo a los niños jugando, confundan la naturaleza con el patriarcado, que vino luego, con la agricultura. La única manera de que las mujeres obtengan los mismos derechos no es penetrando analmente a los hombres, como ha pedido la directora del mencionado Instituto de la Mujer a la que le interesa mucho, ‘como lugar simbólico donde se concentra la pasividad entendida como feminización degradante’, el trasero de los hombres.

Para derribar el patriarcado no hay que cargarse la seguridad vial, ni la libertad sexual o artística o la de aspirar a la beldad como muchas adolescentes que quieren parecerse a Elsa Pataki tanto como a mí me hubiera gustado ser Thor. Y apelamos a sus madres para que esos dos niños puedan vivir plenamente su sexualidad sin complejos ni miedos y, si puede ser (como una opción más), en el seno de una relación afectiva estable. En otro caso, no será necesario limitar las reuniones familiares pues nadie va a encontrar a seis personas para celebrar la Navidad.

PD: Póngase las gafas violetas para ser mejor pero no los zapatos rojos para bailar, te guste o no, por una carretera que deja en la cuneta la libertad interior de las personas. Ni tampoco las use para conducir porque puedes mejorar la perspectiva de género, pero llevarte por delante a un caballo o una bicicleta (R-114), más pendiente de lo que hay encima y no ves, que de lo que advierten las señales.

Juan Ballester. Escritor y editor afincado en Tarragona, autor de obras como ‘El efecto Starlux’ y, más recientemente, ‘Ese otro que hay en ti’. Impulsor del premio literario Vuela la cometa

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