Geografía e Historia

El drama de Ucrania se explica, sobre todo, por la condición del alma rusa (Kennan)

19 mayo 2017 23:25 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:45
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Reconozco que aporto la cita que sigue -una consideración del general De Gaulle- sin tener la certeza absoluta de su autoría, pero el contenido tiene un perfume gaullista. Dice así: «En política exterior, el actor principal es la geografía». Tengo en cambio ante mí, gracias al todavía indispensable Henry Kissinger en uno de sus libros (‘Diplomacia’, 1994) el llamado ‘Telegrama largo’ del diplomático norteamericano George Kennan, quien en 1946 fijó para muchos años en su informe lo que Washington debería hacer frente a la URSS.

Lo del general es sabido: mucho de lo que sucede en el tablero internacional cuando se trata de Estados trae causa inicial de la geografía, que es mucho más que un conjunto de accidentes físicos. La geografía explicaría el temperamento nacional forjado a través de los siglos (por ejemplo: si se teme la invasión de un poderoso vecino conviene ser montañoso); y la historia, entendida en un marco académico de estudioso de Napoleón y adjetivada por Dominique de Villepin «no se repite, pero tiene memoria». Esto nos acerca a un un conflicto internaciones como el de Ucrania.

Aquí nos conviene la cita de Kennan: «En el fondo de la neurótica visión que tiene el Kremlin de los asuntos mundiales se encuentra el tradicional e instintivo ruso de inseguridad (.) propio de un pacífico pueblo de agricultores que intentaban vivir en una vasta e indefensa llanura rodeada de feroces pueblos nómadas (.) el dogma comunista, desde su básico altruismo de propósitos, encuentra en esta situación anímica su instintivo temor al mundo exterior, a la dictadura sin la cual no sabría cómo gobernar».

El telegrama diplomático, que tardó años en ser desclasificado, es una verdadera iluminación. ¿Stalin tímido? se podrá preguntar un lector perplejo. La respuesta es sí, tímido en el sentido de retraído, temeroso y sujeto portador de la enfermedad descrita por Kennan. A decir verdad, no se equivocó cuando intuyó que la llegada de Hitler al poder en la Alemania de 1933 (¿las «fuerzas agresivas que rodeaban a los agricultores de la indefensa llanura»?) llevaría a la invasión de Rusia y el inverosímil pacto Ribbentrop-Molotov fue un modo de ganar tiempo mientras la maquina industrial soviética funcionaba a todo rendimiento en la producción de aviones, cañones y tanques. Rusia (no la URSS) sabía que venía otra invasión. El mensaje que Stalin dirigió a la población cuando los cañones nazis eran ya audibles desde Moscú se titula en la historiografía oficial «el discurso de la Santa Rusia» (la URSS se evaporaba en ese momento) y lo que Moscú construyó en el Este de Europa tras la guerra fue un escudo, un hinterland de seguridad. En resumen: el drama de Ucrania (que tiene todo el derecho de su parte al negarse a perder su reconocida soberanía sobre el sureste de su suelo) se explica, sobre todo, por la condición del alma rusa (Kennan) y por la geografía, el lugar en que se desarrolla (De Gaulle). Una lástima.

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