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España deberá hacer un curso acelerado para preparar su hospitalidad

19 mayo 2017 21:52 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:58
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No estamos preparados, pero hay exámenes que se improvisan. Debemos acoger a 15.000 refugiados más porque es la parte que nos corresponde de los 120.000 nuevos que repartirá la Unión Europea. La cifra asignada triplica a la del primer reparto, con lo que nos hace sospechar que las cosas van tres veces peor, pero lo que importa es resolver un problema que apela a la conciencia de todos, como ha dicho nuestro ministro del gran asunto exterior. Donde comen dos pueden comer tres, pero si son más de cuatro pueden pasar hambre los cinco. Sería miserable rechazar nuestra ayuda, pero también sería insensato no conocer su precio. De ahí que España deba hacer unos cursos acelerados para preparar su hospitalidad.

Se trata de no decepcionar a Bruselas y, sobre todo, de no decepcionarnos a nosotros mismos, que también hemos sido un país de inmigrantes. En España, por donde sigue cruzando la sombra errante de Caín (véase la estadística de los incendios forestales provocados), sigue habiendo muchos Abeles de paisano. Por eso seguimos creyendo que tenía razón, y más que nada razones coronarias Albert Camús cuando proclamaba que en cualquier ser humano hay más cosas dignas de admiración que de desprecio. Si hubiera un santoral de laicos, allí estaría el gran escritor argelino, pero no está claro que exista un lugar físico donde hacerle sitio a los muertos que más queremos. Por lo menos, el antecesor del papa Francisco, que estaba repleto de certezas, descreía de la geografía celeste.

¿Dónde estará ahora Carlos Sahagún? Hace nada, quiero decir hace 30 o 40 años, paseábamos por Madrid todas las tardes con Eladio Cabañero y ahora me han dejado solo y sin ganas de pasear mi bastón que, por cierto, me estorba mucho para andar. Carlos, Carlitos le llamábamos entonces, ha muerto con setenta y siete años, diez menos de los que tengo yo ahora, que le recuerdo y procuro hacerle un sitio en mi memoria junto al palmeral de Elche o en las tabernas baratas de aquel Madrid que también se ha ido.

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