Quedan 72 días para las elecciones en Estados Unidos. Pocos hoy ponen en duda la trascendencia de estos comicios; no sólo para este país sino también para el mundo.
La presidencia de Donald Trump, guiada por su Estados Unidos primero, se ha retirado de la esfera internacional para centrarse en temas internos. Trump ha abandonado el liderazgo mundial. En este contexto, agravado por una pandemia global, Estados Unidos está a punto de entrar oficialmente en la campaña electoral que decidirá el 3 de noviembre el próximo inquilino de la Casa Blanca. Son unas elecciones atípicas, marcadas por la pandemia, pero también por una crisis económica, por una crisis racial y por una crisis climática.
El resultado de esas elecciones será decisivo, no solo para encarar las soluciones para los estadounidenses sino para todo el planeta, y quienes pueden llegar a ser presidentes solo son dos personas: Joe Biden o Donald Trump.
Biden es un centrista (en Europa lo definiríamos como un socialdemócrata), con más de cinco décadas de experiencia política, con un probado compromiso de servicio público riguroso, organizado y estratégico. No es un gran comunicador pero sí consigue generar una gran empatía con quien le escucha.
Trump, por contra, es un empresario, populista llegado a la política en 2016, amante del espectáculo y de ser centro de atención. Tiene fama de ser mal perdedor y amante del juego sucio. Es un hábil comunicador que sabe marcar la agenda y que tiene una gran capacidad de desviar la atención de aquello que no le interesa.
Los dos están siendo confirmados estos días por sus partidos. Joe Biden aceptó formalmente su nominación el jueves, y Trump lo hará esta próxima semana. Cada uno en su convención nacional. En la demócrata, el partido y el candidato consiguieron el difícil objetivo de mostrar unidad interna a pesar de albergar sensibilidades muy diversas no siempre fáciles de conciliar (especialmente la más liberal con la más moderada), y esa imagen de unidad fue compatible con el llamado de Biden a votantes independientes y republicanos moderados desencantados que pueden sentirse atraídos por su mensaje de alternativa al actual inquilino de la Casa Blanca.
Los republicanos tienen, a partir de mañana, el reto de construir una narrativa y una imagen de Trump y el partido convincente, que se presente ante los estadounidenses como la mejor solución a los problemas de hoy. No lo tienen fácil pero el partido republicano es muy bueno comunicando y su convención será seguramente un éxito como lo ha sido la demócrata. El problema es que este éxito será pasajero para ambos.
Mucho por delante
Las convenciones son solo el inicio formal de la campaña electoral, y tanto Biden como Trump van a hacer todo y más para ganar. Biden porque está convencido de que Trump no está capacitado para ser presidente y sus fracasos está poniendo en peligro la democracia estadounidense. Y Trump porque está en juego lo más preciado que tiene: su imagen. Una derrota sería un duro golpe para alguien que siempre ha culpado a otro de sus fracasos. Y también porque su salida le privaría de la inmunidad presidencial de la que hoy goza y que podría llevarle a enfrentar graves acusaciones por decisiones tomadas cuando era candidato en 2016 que todavía no habrían prescrito.
La campaña hasta noviembre se espera que sea dura. Lo que estamos viendo estos días en las convenciones son eventos controlados, sin espacio a la improvisación, pero tanto Biden como Trump quieren ganar y están dispuestos a hacer lo que sea necesario.
La pregunta es hasta dónde están dispuestos a llegar para ganar.