En las páginas de un mismo número del Diari leo la noticia de la muerte del hispanista británico Raymond Carr, a los 96 años, y la cesión por Paul Preston de su archivo londinense, de 2.800 libros y 40 cajas de documentos, a Poblet.
Raymond Carr era un inglés típico de su época, profesor en Oxford, amante de los clubs exclusivos y de la caza del zorro. Descubrió España en los 50, cuando pasó su luna de miel en Torremolinos.
Paul Preston, que se consideraba discípulo de Carr, también pasó por Oxford y aterrizó en España atraído por su historia de revoluciones. Es lo mismo que les pasó a Ian Gibson y a Hugh Thomas.
A este último le conocí. Una vez me invitó a almorzar en Londres, y otra compartimos un café en la terraza del Lauria. Debido a una confusión, llegué tarde, pero no lo sentí; de otro modo hubiera podido tener la impresión de que conocía poco a los españoles.