Influencia del mar en el florecimiento de Tarragona

Tarragona es la cuarta ciudad española mejor para vivir, según un estudio, que apunta que ofrece todas las ventajas de una gran ciudad en servicios y ocio por su situación
 

29 marzo 2021 10:40 | Actualizado a 29 marzo 2021 11:32
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Hace poco en un escrito de opinión, calificaba nuestra querida ciudad, Tarragona de «fantástica»
. Posteriormente el concejal de Territori, Xavi Puig, dijo: «Somos conscientes de la joya que tenemos entre las manos. Por eso apostamos fuerte». Por eso, pues, este escrito de hoy.

Es indudable que la fundación de Tarragona, allá en las noches de los tiempos, se debe a una colonia marítima, como también lo es que de no hallarse junto al mar habría desaparecido del mapa igual que otras ciudades históricas del mismo abolengo.

La mole de las piezas, dice nuestro paisano el insigne historiógrafo Eduardo Saavedra Moragas, aludiendo al basamento de la muralla romana que las cabezas esculpidas junto a una puerta llamada ciclópea y las excavaciones en piedra viva conspiran a acreditar el dictado de «tiránica» que aplicó Ausonio a Tarragona y admitir a esa colonia comercial que tanto hubo de engrandecerla.

No es mi propósito entrar en disquisiciones sobre quienes fueron los fundadores de Tarragona, pero basta fijarse simplemente en el basamento de sus murallas para comprender que su origen se remonta a la edad primitiva, ignorando por más que se investigue, su verdadera filiación, y no encontrando el pueblo creador, sólo cabe acudir a la mitología, dándole el calificativo de «ciclópeo».

No falta quien ha querido sustraer aquellas piezas de la prehistoria, pero existen pruebas concluyentes de que nacieron, casi podríamos decir, con las primeras colectividades humanas, desconocedoras del hierro y del cemento, las cuales aprovecharon las moles llevadas acá y allá por la impetuosidad de las aguas desbordadas en los grandes diluvios. Que haya trozos superpuestos que pueden ser obra romana, levantada, no obstante, por operarios indígenas o iberos, es cosa muy comprensible, pero no debe de confundirse la parte con el todo.

Pero vayamos a poner de manifiesto que sin el mar no hubiera sido, ni tampoco renacido Tarragona de entre las ruinas que la convirtieron los visigodos, e igualmente no se habría levantado de la rota de 1811-1813. Al evacuar la ciudad el ejército francés, en 1813, la población no excedía de mil habitantes y el comercio y la industria y todas las fuerzas vivas se habían extinguido, viéndose por doquier el abatimiento que producen las graves enfermedades o las luchas titánicasen los individuos y en los pueblos.

Restablecida la normalidad, fue engrosando lentamente el número de vecinos, en su mayor parte dedicados al cultivo de la tierra y a las industrias del mar. Andando el tiempo, los pescadores llegaron a construir unas 800 familias y un número casi igual de payeses. Los marineros moraban alrededor de la Puerta de San Antonio, es decir, en la parte alta de la población y los labradores junta a la puerta del Rosario, en la parte del campo.

Ambas partes constituían el nervio de la ciudad, pues eran muy contadas las industrias y artesanos que residían en la misma. Hasta el punto que hubo la necesidad de abrir un mercado semanal, al que acudían zapateros, caldereros, hojalateros y cuchilleros etc, entonces residentes en la villa de Reus. El mercado se celebraba los sábados de cada semana en el Llano de la Catedral, regresando a sus hogares con sus tartanitas, sin haber comprado en la ciudad almuerzo ni comida alguna, ya que la llevaban en sus cestas, y pagando tan sólo un arbitrio municipal, importante de «dos cuartos2 que era la moneda de cobre entonces vigente. (Hoy después de tantos años, sucede lo mismo por falta de comercio propio).

Como los gastos estaban a cargo de la ciudad y su estado precario no lo permitía, no comenzaron las obras del puerto hasta finales del siglo XV, construyendo un pequeño puerto sobre los restos aterrados del antiguo puerto romano y del arsenal árabe.

En este estado continuó Tarragona durante algunos lustros y habría proseguido de igual manera muchos más sin el entusiasmo y buena voluntad de un ilustre marino que puso a contribución todas sus energías para realizar una obra que, sin apariencia era modesta y sencilla, produjo transcendentes efectos. Llamábase José Ruiz, era teniente de navío y desempeñaba el cargo de ayudante del brigadier jefe de la provincia marítima y capitán del puerto de Tarragona.

Hombre de extensa cultura, en extremo voluntarioso y enamorado de las cosas del mar, Ruiz tuvo la feliz idea de proponer al Ayuntamiento la creación de una Escuela Náutica, presentando con tal motivo un plan detallado de las enseñanzas que aquélla debía de comprender y ofreciéndose a la vez como director y profesor técnico de la misma, «sin sueldo ni remuneración alguna».

Tan levantado propósito no podía menos que interesar al Municipio, porque si en todas las empresas lo que importa es la dirección técnica o profesional, ésta la había encontrado Tarragona sin buscarla ni soñar tan siquiera en la mentada Escuela Náutica. Esto fue un apoyo al crecimiento de Tarragona, como gran ciudad marítima.

Posteriormente a principios del siglo XVII se emprendieron nuevas obras de reconstrucción y mejora. En 1871 se construyó el Dique Oeste. En 1883 el Dique Transversal. En 1888 El Muelle Costa. En 1897 el Muelle Paralelo … etc. Y así numerosas reformas y ampliaciones, hasta el día de hoy.

Con estos datos expuestos se demuestra que el puerto artificial de nuestra Tarragona, es una de las obras marítimas más importantes realizadas en España en el siglo XIX.

No puedo evitar que repasando y concretando lo que fuimos en el pasado, veamos lo que tristemente somos en este iniciado 2021. Sólo me voy a remontar a los alcaldes que hemos tenido a partir de la Constitución Española del 1978: Josep M.ª Recasens (1979-1989), Joan M.ª Nadal (1989-2007), Josep F. Ballesteros (2007-2019) y Pau Ricomá (2019 …).

Tenemos una población actual de 136.496 habitantes (menos los fallecidos por la Covid y más los nacidos últimamente) y una superficie de 57,88 kilómetros cuadrados.

Nuestra ciudad en estos años solamente se ha expansionado en instalaciones petroquímicas que se iniciaron el 1973 y entraron en funcionamiento en 1976, en consecuencia, anterior a los 4 últimos alcaldes. La pregunta es: ¿qué han hecho estos últimos mandatarios, en 42 años?

El 5 de agosto de 2020 salió una estadística de las 10 mejores ciudades para vivir y trabajar en España. Tarragona era la cuarta delante de Lérida, Badajoz, Mérida, Sevilla, Alicante y Vitoria-Gasteiz. De Tarragona se decía que ofrecía todas las ventajas de una gran ciudad en cuanto a posibles servicios y ocio por su situación. Pero sin las consecuencias de tráfico y contaminación de las grandes ciudades. Además, el clima mediterráneo es ideal para disfrutar de sus playas cristalinas y sus bosques frondosos.

La industria petroquímica, era un poco insegura, pero el puerto y el sector turismo ofrecía una insuperable oferta y el nivel adquisitivo era normal y los sueldos adecuados. Me podría extender más, pero creo que no es necesario, pues, todas/os sabemos lo que es y puede ser nuestra ciudad.

Cierro este escrito con una estrofa del poeta Josep Mº Codolosa que dice: «Per les mans tenim història, i fets de glòria tenim, puix amb les mans escrivim i amb les mans guanyem la glòria. Sense mans no hi ha victoria».

Mi deseo para este 2021 y sucesivos es que lo que se escribe y se lee en prensa y concretamente en este Diari, nuestro, no sea solamente lectura y escritura, sino que se convierta en una realidad positiva. Como dice la poesía: las manos son importantes, pero el corazón y el cerebro las mueve.

Josep Muñoz i Gràcia: Asesor fiscal.

Comentarios
Multimedia Diari